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12. EL ILUSORIO GEN EGOÍSTA

Los tiempos de crisis sistémica como los nuestros favorecen una revisión de conceptos, y coraje para proyectar otros mundos posibles que hagan realidad lo que Paulo Freire llamaba lo «inédito viable».

Es bien sabido que el sistema capitalista imperante en el mundo es un sistema consumista, individualista, visceralmente egoísta y depredador de la naturaleza. Un sistema que está llevando a un impasse a la humanidad entera, porque ha dado lugar a una doble injusticia: la ecológica, al haber devastado la naturaleza, y otra de carácter social, al haber generado una inmensa desigualdad social. Simplificando pero no demasiado, podríamos decir que la huma- nidad se divide entre aquellas minorías que comen hasta hartarse, otros que comen adecuadamente (al menos tres comidas al día) y unas inmensas mayorías que se alimentan insuficientemente, padeciendo hambre crónica y experimentando las enfermedades originadas por el hambre.

Si ahora quisiéramos universalizar el tipo de consumo de los paí- ses ricos y extenderlo a toda la humanidad, necesitaríamos al menos tres planetas Tierra.

Este sistema pretendió encontrar una base científica para su egoísmo en las investigaciones del zoólogo británico Richard Daw- kins, que escribió su famoso El gen egoísta (Salvat, Barcelona 1988), hoy ya superado, aunque su tesis tuvo un gran éxito y es evocada a menudo en los debates ideológicos.

La nueva biología genética ha mostrado, sin embargo, que ese gen egoísta es ilusorio, pues los genes no existen aislados, sino que constituyen un sistema de interdependencias, formando el genoma humano, que obedece a tres principios básicos de la biología: la coo- peración, la comunicación y la creatividad. Lo contrario, por tanto, de lo que afirmaba la tesis del gen egoísta.

Esto lo han demostrado notables representantes de la nueva bio- logía, como la Premio Nobel Barbara McClintock, J. Bauer, C. Woese y otros. Bauer demostró que la Teoría del gen egoísta de Dawkins «no se basa en ningún dato empírico». Pero aún: «ha servido de correlato biopsicológico para legitimar el orden económico anglo-norteame- ricano», individualista e imperialista (Das kooperative Gen, Heyne, Munich 2008, p. 153).

De lo cual se deriva que, si pretendemos conseguir un modo de vida sostenible y justo para todos los pueblos, los que consumen mucho deben reducir drásticamente sus niveles de consumo. Lo cual no se conseguirá sin una intensa cooperación, solidaridad, compasión y una clara autolimitación.

Vamos a detenernos en esta última, la autolimitación, que es una de las más difíciles de conseguir, debido al predominio del con- sumismo y del desperdicio, difundidos en todas las clases sociales. La autolimitación implica una renuncia necesaria para ahorrar los bienes y servicios escasos de la Madre Tierra, tutelar los intereses colectivos y promover una cultura de sencillez voluntaria y de la sobriedad compartida.

No se trata de no consumir, sino de consumir de manera sobria y responsable, teniendo den cuenta a nuestros semejantes, a toda la comunidad de vida y a las generaciones futuras, que también deberán consumir.

La limitación es además un principio cosmológico y ecológico. El universo se desarrolla a partir de dos fuerzas que siempre se au- tolimitan: las fuerzas de expansión y las fuerzas de contracción. Sin ese límite interno, cesaría la creatividad y nos veríamos aplastados por la contracción. Si predominase la expansión, nada se condensaría, y todo se diluiría en dirección al vacío infinito.

En la naturaleza funcionan los mismos dos principios. Las bacte- rias, por ejemplo, si no se limitasen entre sí y si una de ellas perdiese los límites, en muy poco tiempo ocuparía todo el planeta, desequi- librando la biosfera. Los ecosistemas garantizan su sostenibilidad gracias a la limitación que unos seres se ponen a otros, permitiendo que todos puedan coexistir.

Ahora bien, para salir de la actual crisis necesitamos, más que cualquier otra cosa, reforzar la cooperación entre todas las culturas y la gran civilización, al objeto de delinear un nuevo paradigma de civilización. Es preciso que digamos adiós definitivamente al indivi- dualismo, que ha inflacionado el «ego» en detrimento del «nosotros». En este «nosotros» están incluidos no solo los seres humanos, sino tola comunidad de vida, la Tierra y el propio universo.

Es gracias al «nosotros» como nos hacemos seres sociales y cons- truimos las más diversas comunidades y sociedades, las culturas y todo cuanto va unido a la cooperación, a la sinergia, a la solidaridad a partir de abajo, de los últimos, y abierta a todos.

La Tierra está en nuestras manos

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