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Insignia de la Unión de Estudiantes Secundarios.

LOS PENDEJOS DE PERÓN

EL 20 de abril de 1973, tuvo lugar en el salón de actos del sindicato del Calzado el acto fundacional de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). A partir de ese momento, dice el historiador Roberto Baschetti, “como una ola gigante, como un tsunami incontenible, la propuesta llegó hasta el último ámbito estudiantil de la patria”.

Cristian Caretti, “El Gringo”, representante del Colegio Nicolás Avellaneda y dirigente de la UES a nivel nacional, expresaba lo siguiente: “Nuestra lucha tiende, en lo inmediato, a lograr la participación del conjunto de los estudiantes secundarios en este proceso iniciado el 25 de mayo, ya que como dice el general Perón, esta lucha es una lucha de todos porque lo que está en juego son los supremos destinos de la Nación”.4

Los aplausos retumbaban en el amplio local de la calle Yatay, en Capital Federal. Los canticos decían, “¡Aquí están, estos son, los pendejos de Perón!”, luego de Caretti continúo haciendo uso de la palabra Juan Manuel Abal Medina, quien afirmó, “El 25 de mayo van a estar en libertad todos los compañeros presos”. A lo cual los estudiantes respondieron con aplausos y más cánticos.

La primera conducción nacional de la UES, estaba integrada por: “Él Roña” Bekerman, “El Negro”, “Barbeta” Claudio Slemenson, “El Gringo” Cristian Caretti, Liliana Fernández y Mario Moldován. Estudiantes del Nacional Buenos Aires, del Carlos Pellegrini y el Nicolás Avellaneda.

Para Roberto Baschetti, las diferencias entre la primera UES, creado por Perón en 1953 y la segunda fundada en 1973, “son abismales”. La primera “es una organización institucional formada desde el propio gobierno con la idea obviamente también de que los estudiantes secundarios tuvieran un ambiente de participación y demás, pero era un estado (el peronista) que ya estaba prácticamente consolidado, y el papel de esa UES fue mínimo, y encima cuando cae Perón (en el `55) actúan sin pena ni gloria, se disuelve y nadie pelea, ni lucha. No hay ningún elemento que diga, bueno, estos pibes siguieron en la resistencia peronista. Yo nunca encontré o no me acuerdo, podrá haber algún caso aislado, pero no en la cantidad y en la forma que hubo en esta segunda UES, que realmente si pelearon por un cambio de sistema, dentro de una organización revolucionaria. O sea, que las diferencias son el día y la noche.

“Digamos, los primeros no peleaban por cambiar nada porque todo ya se había hecho desde el gobierno peronista. Los segundos peleaban para cambiar un sistema injusto, peleaban por la liberación”.


Mientras la UES se conformaba a nivel nacional, Claudia estaba cursando el último año de la escuela primaria en el Normal 2. Tenía trece años y parecía estar preocupada únicamente por jugar con sus amigas, por ir todas juntas a comer “Hottys”. O en las vacaciones de invierno ir al cine a ver, “Hermano Sol y Hermana Luna”, película relacionada con la vida de San Francisco de Asís. Sin embargo, la vertiginosidad del tiempo, hará que en pocos meses este militando activamente.

Jorge, por su parte, ya había terminado un año antes el secundario en Bellas Artes y se anotó en Medicina, para darle el gusto a su papá. Rápidamente pasa a militar en la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN), expresión universitaria de Montoneros en La Plata.

Cuando todo parecía estar en su lugar la familia sufre la muerte de Clemente.

“Mi abuelo había sido confinado a un reducido cubículo de la casa, tabique por medio de la habitación habilitada para refugiar la pubertad de mi hermana. Desde el otro lado entonces, cada noche le exigía a aquella niña-mujer que le diera lecciones de inglés. Su contumacia lo acompañó hasta el 4 de julio de 1973, circunstancia en que se lo llevó un cáncer de laringe al cabo de una penosa agonía. Siempre me arrepentí de llevarle al Hospital `San Juan de Dios´ un visor de diapositivas con las fotos que tomara en plena Masacre de Ezeiza: El referente masculino más influyente que tuve en la vida debió haberse despedido del mundo sin más sombras que su dolencia. Pero yo era bastante inmaduro aún para advertirlo, y me pudo este temprano afán de documentar la vida. Recuerdo que el día previo a su muerte, aburrido de agonizar, me dijo `yo no puedo seguir recibiendo gente así, con esta cara... mañana mismo me afeito”.

Días antes de la muerte de su abuelo, Jorge fue a recibir a Perón a Ezeiza. Era el 20 de junio de 1973, conocido luego como, “La Masacre de Ezeiza”.5

“En Ezeiza las fuerzas más conservadoras del país, comenzaron a tratar de pensar un proceso de transformación profunda”. Explica Jorge. “Yo no sé cuántos millones de personas hubo, algunos dicen dos, otros dicen tres, otros dicen que llegaba a cuatro millones. Esas personas estaban encabezadas por las banderas de las organizaciones revolucionarias del peronismo, quizás por eso o, mejor dicho, por eso se desencadenó la tragedia. Donde un agente de la CIA, como López Rega, contrató francotiradores de la OAS, organización que en Argelia había combatido contra el Frente de Liberación Argelino, para desatar la masacre que hubo.

“No veíamos por qué el General tenía que recostarse sobre los sectores más retrógradas del movimiento, pero bueno, hasta los líderes se equivocan y él no tuvo mejor tino que tratar de frenarnos apostando a gente que yo no sé si él era consciente de hasta dónde estaban dispuestos a llegar, porque yo siempre digo una metáfora que suena dura pero es la más feliz que yo he podido construir para mí, hasta ahora, ‘si el papa te excomulga del vaticano, la inquisición te aniquila’, y en la medida en que Perón a nosotros nos sacó tarjeta roja todos los sectores de derecha, que estaban agazapados para saltarnos al cuello, se sintieron legitimados. Y todavía viven de renta de ese episodio disputando si nuestra identidad era genuina o si estábamos maquillados como peronistas”.

Una vez en el poder “El tío” Cámpora se recostó sobre los sectores más juveniles del movimiento y se ganó la antipatía de la derecha peronista, sobre todo la del ultra derechista Teniente Coronel Jorge Osinde, responsable máximo de la masacre de Ezeiza.

Cámpora se vio forzado a renunciar, el 13 de julio de 1973. Tan solo 49 días duro la llamada “Primavera Camporista”. La noticia de la renuncia de uno de sus hombres más leales fue anunciada por el mismo Perón en cadena nacional.

Momentáneamente la presidencia fue ocupada por Raúl Alberto Lastiri, yerno de “El Brujo” José López Rega.

Finalmente, el 12 de octubre de 1973, después de un holgado triunfo en las elecciones del 23 de septiembre, Perón comienza su tercera presidencia.

Con el viejo líder peronista en el poder también desembarco López Rega, su secretario personal, quien mantendrá su cargo y también pasará a ocupar el máximo cargo en el Ministerio de Bienestar Social, el de mayor presupuesto de todo el gabinete.

La primavera había terminado y aquella revolución que estaba a tan solo un paso comenzaba a desandar su camino.


Para el historiador y militante montonero, Ernesto Jauretche, en “aquellos tiempos vertiginosos, el debate se saldó a través de la acción: la Juventud Peronista fue asta y bandera de jóvenes de todas las edades. Bajo sus carteles se encolumnaron niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos; hombres y mujeres; trabajadores de todos los oficios –aun militares y policías–; estudiantes – secundarios y universitarios – y profesionales de todas las ramas del conocimiento; y hasta comerciantes y empresarios.

“De esa materia prima se nutrieron las organizaciones armadas poco después. No hubo en rigor una identidad de clase, y la capacitación de un militante de la JP para ser guerrillero no estaba dada por sus grados de aprendizaje en la enseñanza formal. Se juntaron obreros y clases medias, mecánicos, jubilados, abogados, chorros comunes, estudiantes y amas de casa. Los chicos de la UES tenían 15 años, la Tía Tota 60, Abal Medina murió antes de cumplir los 30. Así fue la primera generación de Montoneros.

“Con esa composición social y de edades se llegó al 11 de marzo de 1973. Después vino el ‘engorde’.

“El ‘engorde’ tuvo tres vertientes perfectamente diferenciadas: dos, provenientes de las capas medias estudiantiles y profesionales; la otra, de las agrupaciones políticas y sindicales del peronismo combativo.

“La primera, se caracterizó por la extrema juventud del grueso de los militantes.

Es la época del florecimiento de la UES y la JUP, que más adelante nutrieron de ‘soldados’ al Ejército Montonero.

“Otra fue la llamada ‘brigada 11 de marzo’, que aludía al oportunismo de políticos, profesionales y demás recién llegados a ocupar los lugares ganados por otros en años de lucha”.

“La última, de edades algo mayores, alimentó las filas de la JP en el territorio y la JTP en las fábricas. Fueron los activistas que hicieron el ‘rodrigazo’.

“Aun así, el promedio de edades de los militantes del gran movimiento montonero impide definirlo como un fenómeno juvenil.

“Sería entonces un error identificar a la guerrilla con una franja etárea juvenil y una pertenencia social de clase media: carecemos de una estadística seria, pero sabemos que la CONADEP –insospechable de una tendenciosidad proletaria– estableció que el 30,02 % de los desaparecidos eran ‘obreros’, un 17,9 ‘empleados’, un 10,7 ‘profesionales’, un 5,7 ‘docentes’, un 3,8 ‘amas de casa’, un 1,6 ‘periodistas’ y un 1,3% ‘artistas’: esto da que más del 70% de las víctimas fueron trabajadores adultos.

“Aunque el ‘engorde’ cambió la composición social y etárea del movimiento montonero, persistió la paradoja de que las conducciones tuvieran un promedio de edades inferior al del conjunto. Era lo que en aquel tiempo se caracterizó con la frase: ‘Los montoneros fueron hijos que concientizaron a sus padres’ o, como me dijo un trabajador de Astarsa: ‘Son jóvenes que hacen cosas de hombres… y que los hombres no hacen’”.6


En eso días vertiginosos, Claudia comenzaba a mostrar la personalidad tan fuerte que tendría. Su prima hermana, Laura Dillon será testigo de ese cambio.

“Una tarde fui hasta su casa a buscar un libro que me iba a prestar Falcone (padre). Yo tenía 19 años, cursaba segundo año de Psicología y militaba en la TERS7; y María Claudia, con escasos 13 o 14 años, debatió conmigo de igual a igual y con un nivel de conocimiento político de la realidad que me sorprendió.

“Dentro de la familia Jorge (padre) y Nelva, eran considerados ‘ovejas negras’”, explica Laura. “Eran los únicos peronistas. Toda la familia era radical al mango y salió a festejar el derrocamiento de Perón en el ‘55.

“Mi tío era muy lúcido, muy inteligente. No era un tipo demostrativo, pero se notaba que tenía una cierta debilidad con María Claudia.

“Nelva era la extrovertida, un volcán siempre en ebullición, con una fuerza increíble. No tenía filtro y decía lo que pensaba.

“No es casual que Jorge (hijo) y María Claudia fueran lo que fueron. El ser contestaría, Claudia lo sacó de Nelva. Pero mi tío no se quedaba atrás; él era más de acción y no de tantas palabras”.

4 La Opinión, mayo 1973.

5 La Masacre de Ezeiza es el nombre por el que se conoce al enfrentamiento entre la izquierda y la derecha del Peronismo, en ocasión del regreso definitivo a la Argentina de Perón luego de 18 años de exilio.

6 Ernesto Jauretche, Violencia y política en los ’70, no dejes que te la cuenten, Ediciones del Pensamiento.1997.

7 Tendencia Estudiantil Revolucionaria Socialista (TERS)

María Claudia Falcone

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