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LA VIDA ERA UNA FIESTA

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“HACE POCO limpiaron la última pintada que decía ‘Fuera Anglada’”, recuerda Martín Barrios, quien ingresó a Bellas Artes en 1973. “El Bachillerato dependía de la Universidad, esto era una escuela superior. Es más –señala la entrada principal del edificio– todavía dice ‘Escuela superior’, luego pasa a ser ‘Facultad de Artes y Medios Audiovisuales’, y nosotros éramos el Bachillerato especializado de la Facultad de Artes y Medios Audiovisuales. No era fácil que un pibe quiera entrar acá porque era doble turno, los sábados también tenías clases y la tradición en La Plata era que ‘los hijos de los ricos van al Colegio Nacional, los hijos de los laburantes van al Industrial y al Bellas Artes van los putos y los drogadictos’ (se ríe); en aquella época se jodía con eso”.

Martín militó en la Juventud Guevarista (JG) hasta 1976, luego tuvo que dejar la militancia e irse del Bachillerato. “Teníamos una actividad política muy fuerte, y se nos mezclaba la cosa de que por un lado queríamos andar con un chumbo y por otro lado había compañeros que coleccionaban autitos. Esa es la verdad. Ibas a cagarte a piedrazos con la policía y cuando volvías a tu casa tu vieja te cagaba a pedos porque no fuiste a tomar la leche”.

En Bellas Artes conoció y forjó una gran amistad con Alejandro Ford, militante y referente de la UES. “El Negro Ford era un referente político fuerte dentro del Bachillerato y además era muy querible, porque había compañeros que eran difíciles. Claudia era difícil, era muy buena mina, pero te llevaba puesto, y el Negro tenía otra actitud. El recuerdo más fuerte que tengo de Claudia es que era una mina que se plantaba, iba para delante y te pasaba por arriba, con una actitud fuerte, convencida. Era difícil encontrar gente con esa solvencia y con esa actitud, y Claudia la tenía. Tenía una presencia muy fuerte.

“Yo te voy a decir algo que seguramente te va a sonar a clisé pero que era así, para nosotros la vida era una fiesta porque íbamos a cambiar el mundo. Había un contexto social que te invitaba a eso, todo era agitación, por lo menos hasta mediados del ‘75. Como estudiante te sentías partícipe y con ganas de dar vuelta la cosa. Además, eso pasaba con una alegría bastante rara. Yo nunca más volví a ver pibes con esa alegría y ese empuje, en ningún lugar del mundo, salvo en Managua o en Cuba, pero porque había triunfado la revolución.

“Teníamos la sensación de que estábamos construyendo un mundo nuevo. Nosotros sentíamos que estábamos haciendo la revolución, mezclado con la producción artística, con la sexualidad, una serie de cuestiones que no eran joda para un adolescente. Pasamos de la primaria y de la maestra que te cagaba a pedos a hacernos cargo de la vida, y estaba bien. Nosotros creíamos que estábamos cambiando al mundo, y de hecho lo estábamos haciendo. Una vez estábamos con el ‘Tata’ Cedrón y me dijo, ‘lo que pasa es que nosotros no apuntamos mal…erramos el tiro’. Y a mí me parece que fue así”.

María Claudia Falcone

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