Читать книгу Menores y justicia Juvenil - Lorenzo Mateo Bujosa Vadell - Страница 47
2.1. MODELO BIOPSICOLÓGICO Y TAXONÓMICO DE TERRIE MOFFIT
ОглавлениеEstos autores de un enfoque dinámico suelen distinguir tres etapas en el curso de las actividades delictivas:
Esquema del modelo Biopsicológico y taxonómico de Terrie Moffit, Patterson, Loeber10.
Etapa de actuación, definida por otros autores como Farrington como etapa de inicio, es la etapa donde la actividad criminal se inicia y puede estabilizarse, ganando en continuidad, bien acelerándose entendiéndolo como incremento de la violencia o diversificándose entendiéndolo como un enriquecimiento del espectro de comportamientos delictivos, que es lo que en nuestro programa de evaluación denominamos versatilidad delictiva y que en la valoración del riesgo delictivo en ejecución hemos de tener en cuenta para incluir como variable de estudio en el ECRIM.
Etapa de agravación, etapa en la que se produce una escalada en la gravedad de los hechos delictivos. Es por ello que tienen especial relevancia en nuestro análisis del hecho delictivo si éste es ejercido o no con violencia, no tanto desde un punto de vista penal, sino más bien criminológico en relación a la gravedad del hecho delictivo y la violencia ejercida en el mismo. Por este motivo se realizó un Programa específico sobre Prevención de la violencia: Autocontrol. La variable de la violencia en la ejecución del hecho delictivo, así como los comportamientos violentos durante la ejecución de la medida (partes disciplinarios, incidencias durante los permisos y salidas del centro, expedientes de expulsión escolar) sería otra variable.
Etapa de la desistencia: llamado por otros del desistimiento delictivo, que significa un descenso en la frecuencia de la actividad criminal, o bien de especialización, reduciéndose la gama de conductas delictivas, o de pérdida de la gravedad en la comisión de las mismas o incluso de conclusión y abandono de las actividades delictivas.
En materia de prevención de la criminalidad y tratamiento del delincuente, la Criminología del Desarrollo es partidaria de una intervención preventiva que actúe lo antes posible en la vida del individuo, neutralizando los factores de riesgo.
Esto explica la evaluación y el tratamiento preventivo en los menores del centro, atendiendo a los indicadores de riesgo, independientemente de su situación de medida cautelar o firme, lo cual no ocurre en los programas de intervención terapéutica especializada, (violencia familiar ascendente, agresores sexuales, tratamiento por dependencia a sustancias… etc.). en los que hasta que la medida no es firme no se trabaja ni la responsabilidad personal en el hecho delictivo, ni visualización de la víctima y/o el compromiso de pago en caso de que hubiera responsabilidad civil.
Moffit es una de las criminólogas más representativa de la criminología del desarrollo, y diferencia dos tipologías de delincuentes:
Delincuentes circunscritos a la etapa adolescente: que serían aquellos adolescentes y jóvenes que actúan por mimetismo, porque le aporta recursos valiosos, imita la conducta delictiva porque ésta le aproxima al estatus de adulto, y por ello una vez alcanzada la madurez deja de delinquir. A este tipo de infractor no le resultaría difícil abandonar su trayectoria delictiva.
Delincuentes persistentes: aquellos cuya génesis criminal se explicaría desde las disfunciones neuropsicológica y neuronales, que influyeron decisivamente en el temperamento del sujeto, en sus habilidades cognitivas, creando ámbitos proclives a la delincuencia, sujetos cuyo comienzo en la actividad delictiva es mucho más temprano y sus patrones delictivos gozan de una continuidad que les convierte muy resistentes al cambio.
Este modelo de la criminología del desarrollo se relaciona con la “Teoría General del Crimen” de Gottfredson y Hirschi (1990) que pone su acento en la falta de autocontrol, no demora de la gratificación, impulsividad en la toma de decisiones, escasa tolerancia a la frustración y falta de empatía en sus relaciones interpersonales. Explicaría en gran medida la delincuencia independientemente del continuo temporal en que se sitúen nuestros jóvenes.
Dentro de estas teorías también se incluirían las aportaciones de Farrington, como se explicó anteriormente, y que como advierte este autor para explicar este proceso, nos indica que en la fase de iniciación, predominan en el joven las siguientes características: impulsividad, grandes deseos de poder, de prestigio social y de realizar actividades estimulantes, todo ello unido a las escasas posibilidades de alcanzar tales metas por medios legales, a la aprobación de su comportamiento ilícito por su grupo de iguales, todo ello unido a un riesgo limitado de enfrentarse a respuestas legales menos rigurosas acorde con la legislación de responsabilidad penal juvenil.
La prevalencia delictiva puede aumentar al máximo entre los 14 y 20 años; a partir de esta edad, las metas del menor tienden a ser más realistas, puede realizarlas por vías lícitas y se incrementan los costes del delito y las personas más allegadas al menor suelen desaprobar la conducta delictiva de éste.
Esto da sin duda sentido a toda nuestra actuación profesional, y nos explica la importancia de intervenir en este periodo vital, de una forma intensa y profesionalizada. No obstante, sería conveniente que estudios longitudinales, más allá de las medidas cumplidas en el ámbito de menores dieran cuenta de la eficacia de la intervención, sabiendo de antemano que partimos de la población más resistente al cumplirse en nuestro centro la medidas de internamiento más graves de toda nuestra comunidad.