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LAS ETAPAS DE DESARROLLO EN LAS QUE SE EXPERIMENTA LA SITUACIÓN TRAUMÁTICA
ОглавлениеLa observación realizada nos ha enfrentado, además de a estas analogías, a un problema al que a menudo se le da poca importancia cuando hablamos de situaciones traumáticas y los trastornos postraumáticos consecuentes: el factor edad. El desarrollo del niño se produce en fases bien definidas, y la fase de desarrollo en la que se produce la situación traumática es decisiva para determinar el tipo y la gravedad de esos trastornos, tanto a corto como a medio y largo plazo. El principio a partir del cual hay que empezar a comprender lo que le sucede a un niño en una situación traumática es que el efecto más importante de estas situaciones es precisamente determinar la regresión a las etapas anteriores del desarrollo e impedir los siguientes pasos. Por lo tanto, cuanto antes se produzca la situación traumática o la insuficiencia cualitativa o cuantitativa de los cuidados que recibe el niño pequeño, más grave será la situación. Como tendremos la oportunidad de analizar en particular en el caso de Michele, para un niño que más, o en todo caso, más claramente que otros, ha sufrido situaciones traumáticas ya durante su primera infancia, puede ser fundamental el análisis de las características de tales situaciones junto con una reflexión cuidadosa sobre las fases del desarrollo emocional y afectivo en las que se determina la situación traumática.
Para ello, seguiremos caminos que nos llevarán más allá de las observaciones de Benjamin, que se refieren a períodos de desarrollo inmediatamente posteriores, a observaciones psicoanalíticas sobre el niño pequeño y a diversos estudios, en particular los de Melanie Klein, Donald Winnicott y Margaret Mahler. 21 Es interesante recordar aquí que basaron sus reflexiones e hipótesis de investigación, como Benjamin y como nosotros, en el intento de encontrar una correspondencia entre el funcionamiento de la mente de los pacientes adultos y la del niño normal en etapas (aún más) tempranas de su desarrollo, y que nos pareció importante proponer aquí esquemáticamente algunas de sus observaciones más destacadas para comprender y analizar incluso el más complejo de nuestros casos. Quisiera ofrecer un breve resumen de estas observaciones, reflexionando sobre la correspondencia entre los datos relativos a las fases de desarrollo en las que se determinan las heridas originales y los cuadros clínicos de los trastornos psicopatológicos del adulto, a los que nuestro estudio también puede ofrecer algunos elementos de igual importancia.
En la primera fase del desarrollo psíquico, el niño no se percibe a sí mismo como un individuo distinto del entorno –en un amplio sentido materno– del que forma parte y en el que está contenido. La posibilidad de separar lo que pertenece y lo que no pertenece al self (en los términos utilizados por Kernberg «las representaciones que vienen del mundo exterior de las que vienen del mundo interior»)22 constituye una primera y fundamental etapa evolutiva que se determina, en palabras de Winnicott, «Es en el lugar en el espacio y el tiempo donde y cuando la madre está en transición de estar (en la mente del bebé) fusionada con el bebé y, alternativamente, de ser experimentada como un objeto para ser percibido en lugar de concebido. El uso de un objeto simboliza la unión de dos cosas ahora separadas, el bebé y la madre, en el punto en el tiempo y el espacio del inicio de su estado de separación».23 La premisa de este pasaje radica en el funcionamiento correcto de la díada madre-bebé. Esto puede no lograrse en algunas psicosis infantiles o darse de manera incompleta o insuficiente en niños que, después de períodos de adaptación más o menos exitosos, presentan trastornos esquizofrénicos más graves. Pero ocurren regularmente, como veremos, en muchos casos de maltrato grave del tipo del que hablaremos en este libro proponiendo al lector historias de niños no psicóticos que encuentran dificultades graves o muy graves en las etapas posteriores de su desarrollo. Aunque es posible para algunas personas (como para algunos pacientes que están recibiendo terapia) retroceder durante cortos períodos de tiempo en el curso de la labor terapéutica a las experiencias fusionadas y confusas del funcionamiento de la mente psicótica.
La segunda fase del desarrollo psíquico es la siguiente, que se corresponde a los pasos de destete en la relación con el entorno y desde el punto de vista psicopatológico a la posición esquizoparanoide indicada por Melanie Klein. Una fase de la que hablaremos largo y tendido en el caso de Michele, que dispone gradualmente el tránsito a la posición descrita por Klein como depresiva y de la que Winnicott subraya en un estudio fundamental24 el dinamismo evolutivo, vinculado por una parte a la maduración del niño y por otra a las reacciones de una madre «suficientemente buena». Aquello con lo que el niño se enfrenta en esta fase es, en su opinión, la posibilidad de percibir el objeto (la madre) desde diferentes puntos de vista, «comparándose posteriormente varias veces con la identidad de dos objetos diferentes, la madre de las fases tranquilas y la madre utilizada o incluso atacada bajo la presión del instinto». Por lo tanto, la angustia característica de esta fase es doble, ya no está ligado sólo a la necesidad de alimentación, sino también a la experiencia siguiente, porque estar satisfecho corresponde a una fantasía sobre la madre vaciada de la riqueza que ya no tiene. Para el control de esta ansiedad –Winnicott insiste mucho en este punto, en controversia a veces abierta con Klein –25 siempre es imprescindible el comportamiento auténtico de la madre que puede aceptar o no el ataque y el momento de dificultad del niño poniendo en marcha, con el amor (la seguridad) de su «entrega», el círculo virtuoso de crecimiento.
Estamos ante una observación fundamental para una correcta clasificación clínica y nosográfica de nuestros estudios de caso. En las instituciones que se ocupan de niños gravemente maltratados nos enfrentamos habitualmente –pero no siempre– con situaciones en las que esta etapa de desarrollo tiene lugar de manera muy similar a muchas otras situaciones más normales. Con referencia a nuestros casos, como veremos, la excepción es el de Michele, un niño maltratado desde temprana edad, mientras que en lo que respecta a Hillary, Diego, Ruggero, Ludwig y Pamela, la idea que proviene de la consulta es la de situaciones en las que, milagrosamente, la madre ha logrado gestionar, conteniendo de forma «suficientemente buena» la ansiedad típica de la fase esquizoparanoide. Reaccionando de manera similar a la de muchas otras madres «normales», las madres de estos niños nuestros se han visto involucradas «por la compleja marea de su experiencia instintiva», pero han «sobrevivido» a ella permitiendo un desarrollo normal de la fase en la que, según Winnicott, «día tras día, el niño comienza a reconocer la diferencia entre los hechos y la fantasía, entre la realidad externa e interna», construyendo lentamente en su interior la imagen de una madre estable y buena «en la que puede confiar mientras sale del caos de fantasías persecutorias y destructivas características de la fase esquizoparanoide y cuya pérdida puede entonces empezar a imaginar con dolor»,26 alcanzando así la posición depresiva y la fase posterior de su desarrollo. El destino del niño, en cambio, puede ser diferente si no se puede construir esta imagen tranquilizadora. Entonces, podrá permanecer durante mucho tiempo, incluso de adulto, siendo incapaz de vivir la experiencia tranquilizadora de la relación con el objeto que ama y estará continuamente expuesto a una regresión en el momento del trauma o del duelo, a la angustia de la posición esquizoparanoide y a la posterior manifestación de síntomas psicóticos.27
En términos temporales, el proceso seguido en el «destete» psicológico (weaning) del niño en situación esquizoparanoide conduce al desarrollo de una sólida situación depresiva en la que éste descubre que se puede de perder el objeto materno, que dura más o menos («roughly», escribe Winnicott, que insiste en la variabilidad de los tiempos de transición de una fase a otra) del noveno al decimoctavo mes.28 La siguiente fase es cuando el niño comienza a moverse, con la necesidad y el placer natural de hacerlo, explorando tanto el mundo como las nuevas capacidades de su propio cuerpo. En el curso de esta exploración, de repente se encuentra en un lugar, mental antes que físico, donde al darse la vuelta no encuentra a la madre de la que, no obstante, tiene constancia y cuya ausencia siente, viviéndola como un miedo a perderla. Es a partir de aquí, según Mahler, cuando la alternancia de las representaciones del objeto materno –la de la buena madre que está allí y la de la mala madre que no está allí– conduce lentamente al niño, con la ayuda de una madre «suficientemente buena», a esa integración de las buenas y malas representaciones del self y del objeto, que constituye la tarea evolutiva de estos «fatídicos segundos dieciocho meses de vida» al final de los cuales alcanza «la constancia del objeto».29 Veremos más adelante cómo en esta etapa la ya difícil experiencia de Michael se dramatiza aún más y cómo es especialmente en esta etapa cuando se determinan las dificultades traumáticas de Hillary, Diego, Ruggero y Pamela. Todos ellos son hijos de madres capaces de cuidar del niño que depende completamente de ellas, y parece que, para ellos, las dificultades comienzan después, cuando la madre, que no cuenta con el apoyo de otros y a menudo es muy infantil, tiene que lidiar con un niño que comienza a pedirle autonomía y una cercanía sólida y segura. En el curso del trabajo terapéutico con estos niños, por lo tanto, se puede prever y verificar que podrán alcanzar la «constancia del objeto». Y para esto será necesaria la ayuda de terapia después de que, justo en esta fase, hayan empezado a determinar las condiciones de maltrato destinadas a dificultar la tarea relacionada con la integración de las buenas y las malas representaciones del self y del objeto. Éstas variarán de un caso a otro: amor y rechazo para Diego, abandono para Hilary, una identidad ficticia para Roger y una falta de límites mentales para Pamela.