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ILUSIÓN NÚMERO UNO: PROTEGERLO ES SUFICIENTE

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La idea de que poner bajo protección al niño que está en una situación más o menos traumática es suficiente para asegurar su crecimiento normal y su salud mental es la base de una gran parte de las prácticas utilizadas habitualmente –por nosotros y en otros lugares– para proteger a los niños «abandonados». Esta protección, por lo general, se logra hoy en día mediante una serie de intervenciones basadas en la sanción civil de suspensión o pérdida de la patria potestad o, en los casos más graves, en la condena penal de los padres culpables de malos tratos o abusos y en el intento de ofrecer al niño una alternativa de residencia (desde las antiguas instituciones a los modernos hogares de acogida) o de situación familiar (en términos de acogida o adopción). Estas prácticas, extendidas por todo el mundo, pueden conducir al retorno del niño a su familia de origen si ésta puede utilizar la ayuda que recibe mientras el niño está en tratamiento. Pero también contribuye de manera importante, y que ha ocurrido desde siempre, a que los niños nacidos en condiciones de desventaja social y económica pasen a formar parte familias más afortunadas. Hoy en día, a través de las adopciones internacionales, se produce un importante movimiento de niños de países en los que las condiciones socioeconómicas son más desfavorables a países (como Italia y los Estados Unidos en particular) en los que la progresiva disminución de la tasa de natalidad y un mayor nivel de bienestar favorecen la oferta de familias dispuestas a adoptarlos.

Así, un número extremadamente elevado de niños que proceden de condiciones en las que han estado expuestos a graves traumas son protegidos simplemente mediante el alojamiento en instituciones y familias a las que se pide que los acojan. No se tiene en cuenta la necesidad de ayudarles a procesar los traumas que han experimentado, pero en cambio, hay un apoyo tácito a ellos y a sus educadores o padres para que olviden (en realidad para que eliminen o nieguen) los hechos que han marcado su historia. Esto conlleva el importante riesgo de encontrar dificultades psicopatológicas o de comportamiento más o menos graves, tanto en el caso de que se decida regresar a la familia de origen como cuando este regreso no sea posible y el niño alcance la mayoría de edad en un centro o sea adoptado por una familia. En algunos casos, esto ocurre inmediatamente, pero con mucha más frecuencia sucede en el momento de la identificación (preadolescencia), de la diferenciación (adolescencia) o de la autonomía (juventud), como lamentablemente pasa cada día en las consultas de adolescentes que crecen con familias que los maltratan, con padres adoptivos o en hogares de acogida que han fracasado o están en dificultades.36

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