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3. Casos para el análisis 3.1. “Bebés a la carta”9

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Desde que la reproducción asistida permite intervenir en el proceso de concepción y las nuevas tecnologías genéticas posibilitan la modificación del patrimonio genético, se ha especulado con la posibilidad de crear bebes a la carta. Un viejo sueño que permitiría tener hijos más sanos, más inteligentes, más guapos… pero también una pesadilla que anunciaba réplicas de dictadores, ejércitos de seres subhumanos, reservorios de órganos, etc. Ya la literatura (desde los alfas y epsilones de Un mundo feliz, de Huxley, a la extinción de las mujeres de El primer siglo después de Beatriz, de A. Maaluf, por ejemplo) y el cine (desde Los niños del Brasil, a Blade Runner o Gattaca)10 habían divulgado estas posibilidades, a caballo entre la ciencia ficción e hipotéticos futuros más o menos distópicos.

La posibilidad de elegir características de los hijos ha seducido siempre a la humanidad. De hecho, habitualmente se desea ejercer influencia sobre ellos –el proceso socializador y educativo es un buen ejemplo–. Pero preocupa que la selección de caracteres genéticos sea algo que predetermine a los seres humanos. Se plantea si tenemos derecho a hacerlo o, incluso, si en algunos casos existe un deber de hacerlo para evitar determinadas enfermedades; y si los riesgos que existen, derivados especialmente de lo incipiente de la técnica, son asumibles a la luz de los derechos del futuro nacido.

A propósito de la posibilidad de elegir características genéticas se plantea un amplio abanico de cuestiones aun no bien resueltas: La dignidad humana ¿queda afectada por las nuevas elecciones reproductivas? El derecho a la vida, –tradicionalmente interpretado de forma que su primera colisión tenía lugar con el derecho al aborto– ¿queda implicado en los problemas del diagnóstico preconcepcional y preimplantatorio?, ¿qué se debe opinar sobre el diagnóstico prenatal y el consejo genético? El derecho a crear una familia ¿se altera por las nuevas posibilidades que surgen: alquiler de úteros, inseminación de mujeres solas, donaciones de óvulos? Los derechos de la mujer ¿no sufrirán retrocesos al perder el control de su propio cuerpo como resultado de la medicalización de las decisiones? Y, por otra parte, ¿se crearán nuevas necesidades y nuevas desilusiones? ¿la información suministrada será suficiente? ¿el consentimiento verdaderamente informado? ¿Qué decir en cuanto a los derechos del hijo? No predeterminación, irrepetibilidad, salud, calidad de vida… ¿Cómo definiremos los estándares de lo que es la normalidad?, ¿quién lo hará? Una vez establecida la que puede ser una delgada línea ¿dará lugar a mayor discriminación?

La igualdad de acceso a las prestaciones sanitarias ¿podrá garantizarse, teniendo en cuenta que el presupuesto sanitario es necesariamente limitado y los gastos de salud siempre crecientes? Los elevados costos de estos procesos hacen que sea de crucial importancia el establecimiento de prioridades en la asignación de los recursos y que la decisión se tome de forma transparente y democrática, respetando escrupulosamente la exigencia de equidad en el acceso a estas técnicas que requiere se analicen los costes y repercusiones de estas decisiones desde planteamientos que miren al bienestar general. Es preciso determinar con arreglo a qué criterios se deben realizar las evaluaciones y quienes son los que han de hacerlo: ¿los médicos?, ¿los científicos?, ¿la sociedad?, ¿las mujeres?, ¿las empresas y clínicas que utilizan las técnicas para la obtención de beneficios?, ¿los poderes públicos?

La exigencia de no predeterminar la identidad de quien ha de nacer se considera el mejor aval para establecer la prohibición de selección que existe actualmente para toda elección que no esté encaminada a evitar enfermedades, es decir que no tenga carácter terapéutico. Conviene reflexionar aquí sobre el papel que desempeñan los genes en el destino de los individuos ¿somos iguales a nuestra herencia genética? Si la respuesta es afirmativa estaremos aceptando la más absoluta predeterminación y minimizando la responsabilidad y la libertad individual. Es evidente que la dotación genética posee una influencia, pero también el medio ambiente y cultural son relevantes; basta señalar la experiencia de los gemelos a lo largo de su vida. Que los seres humanos somos algo más que biología es algo que a estas alturas no debería requerir mucha más demostración, pero es una polémica que subyace en numerosos fundamentalismos.

Si entendemos que la dignidad consiste en poder desarrollar libremente la propia vida, asumiendo la responsabilidad correspondiente, y el conocimiento de su genoma con los pronósticos que lleva aparejados le impidiese realizar libremente su propio proyecto vital, entonces sí que estaríamos ante un atentado contra su dignidad. Pero ¿no tenemos otros múltiples condicionamientos, habituales, que nos impiden elegir con libertad absoluta? ¿no son obstáculo a veces infranqueable los límites económicos, por ejemplo? Por no mencionar los sociales o incluso los geográficos implicados en algo tan “accidental” como el lugar de nacimiento. El debate, racional e informado, debe tener en cuenta todos estos aspectos antes de que se establezcan las conclusiones. La dignidad humana es un principio dinamizador de los derechos, su contenido tiene un componente cultural marcado por la evolución social; no es un tabú para ser usado como arma arrojadiza. La dignidad, tantas veces invocada, se concreta en la capacidad de elegir racionalmente, en poder ejercer la libertad que como seres humanos nos es propia y en asumir la responsabilidad que de este ejercicio de libertad se deriva.

Manual de bioética laica (II): Cuestiones de salud y biotecnología

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