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EL DISCURSO ACADÉMICO

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Antes de que el lector se sumerja en este manual, quisiéramos detenernos brevemente en una expresión frecuente en los textos que buscan dar cuenta de las dinámicas de la lectura y de la escritura universitaria, y que, por diversas razones, también figura aquí: discurso académico. En efecto, aquel interesado en bucear por estas páginas advertirá en múltiples ocasiones la presencia y utilización de esta categoría, a la que se le puede atribuir, en una primera impresión, un carácter cristalino. El discurso académico –y así se lo suele definir– es el discurso que nace, se produce y circula dentro de una institución, a saber: la Academia. En este sentido, agrupa una diversidad de géneros –monografías, tesinas, respuestas de exámenes parciales, exámenes finales orales, entre muchos otros– y está emparentado con el discurso científico. Si bien esta definición puede ser objeto de numerosas críticas, la mayoría de ellas no cuestiona el vínculo entre este tipo de discurso y la institución en la que se constituye. Nosotras, por el contrario, concebimos que esta visión encierra un sentido que esconde un fenómeno de mayor complejidad.

Hoy en día, el discurso académico, entendido desde esta mirada restringida, ha traspasado su muro institucional en tanto deja sus huellas en otros géneros discursivos que no pueden ser pensados estrictamente como “académicos”. Esta situación podría atribuirse, entre otros factores, a que la universidad legitima, en las condiciones actuales, un saber cuyo prestigio se presenta naturalizado dentro de la sociedad e instituye un reconocimiento social que ha motivado a que distintas prácticas profesionales, que antes estaban por fuera de la institución, se encuentren bajo su órbita. De allí que carreras como las de Cine o de Enfermería se hayan convertido, en los últimos años, en carreras universitarias. El discurso académico ocupa así cierta posición privilegiada, que, a su vez, opera –en algunos casos, de manera implícita– como una fuente discursiva “modélica”.

Ahora bien, tomando en cuenta lo que señalamos respecto del discurso y de la institución de la que recibe su nombre, nos interesa reparar en otra cuestión nodal relativa a esta categoría: el discurso académico no debe asumirse como un discurso homogéneo, universal y totalizante. Es más bien un conjunto o haz de rasgos diversos, que responden a determinados aspectos lingüísticos, textuales y discursivos, que exponemos a lo largo de este manual, y que pueden aparecer con mayor o menor intensidad en los diferentes textos. Es por este motivo que una nota de opinión que se publica en un diario, por ejemplo, pueda tener ciertas características propias del discurso académico, aunque forme parte del discurso periodístico. Y es, por ello, que en un artículo de investigación en psicoanálisis algunas marcas de subjetividad, como la intrusión del “yo”, vedadas en otros campos del saber, se empleen con regularidad. Cada dominio adoptará aquellos rasgos que más se avienen con sus singulares modos del decir.

Considerando esta caracterización general de lo “académico”, escribimos este manual pensando que en la actualidad hay numerosos individuos que, por distintas razones, tienen la motivación de familiarizarse con este tipo de discurso: un estudiante de una carrera terciaria o de un instituto de formación, un estudiante universitario de grado o de posgrado, un docente que enseñe en la escuela media, pero también cualquier persona que quiera acceder al lenguaje académico con el fin de conocer, aprehender y, a su vez, de reflexionar en torno a sus dinámicas. Creemos que el manejo de las particularidades del “discurso académico” se ha vuelto, cada vez más, parte de los requisitos de formación de la ciudadanía en general.

Frente a este escenario, buscamos que el docente que lea este texto, y a través de sus prácticas el estudiante también, se apropie de aquellos conceptos que introducimos y desarrollamos, que le sean de utilidad para que los pueda operacionalizar en su propia tarea y frente a la singularidad de su auditorio. En otras palabras, los enfoques teóricos que adoptamos en las próximas líneas y nuestras sugerencias se brindan como una invitación a que el lector pueda apostar a un trabajo sistemático, constante, que modifique las prácticas de lectura, de estudio y de escritura adaptándolas a los requerimientos de sus ámbitos de la práctica docente. Pretendemos desplegar ciertas opciones para que cada sujeto pueda contribuir a hacer conscientes algunos fenómenos que muchas veces se presentan como “neutrales”. En este punto, no podemos dejar de destacar que las formas de la escritura implican siempre una toma de posición.

Por otra parte, quisiéramos señalar que a diario nos encontramos, en nuestras aulas, con algunas ideas que pueden obstaculizar el trabajo y el desempeño individual, y que incluso pueden llegar a desalentar a los estudiantes a emprender una carrera terciaria o universitaria. Frases como “no puedo escribir”, “me cuesta estudiar porque no tengo memoria”, “nunca voy a entender esto”, “con leer una vez me alcanza” son habituales en estos ámbitos. Los conceptos con los que trabajamos en este manual y nuestras recomendaciones apuntan a agujerear los cimentos de estas ideas que conllevan cierta visión estática de dichos procesos. La escritura, de esta manera, no es pensada aquí como una habilidad innata, un don que se tiene o no se tiene. El estudio tampoco es entendido como una capacidad individual con la que se nace. Y la lectura no es el resultado de leer una única vez el texto. Por el contrario, las tres son prácticas que se ejercitan, se aprenden, se trabajan… y ¡se transforman! Y es necesario que exista un vínculo entre ellas: la actividad de estudiar en relación con el discurso académico requiere de una articulación estrecha entre la lectura y la escritura.

Manual para estudiar textos académicos

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