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Leemos desde quienes somos

Los otros días participé como oyente en el Festival Internacional de Literatura Policial, BAN, siglas estas del Buenos Aires Negra, el séptimo festival que organizó el Gobierno de la Ciudad en el Centro Cultural Recoleta, dirigido por el escritor Ernesto Mallo, y en homenaje a Roberto Fontanarrosa. Un encuentro que se desarrolló entre el 5 y 8 de noviembre de 2019.

En esa oportunidad, en una de las intervenciones, un periodista, creo hoy que fue Reynaldo Sietecase inició su exposición con esta frase: “leemos desde quienes somos” y esas palabras me llegaron, mejor dicho, me “pegaron” y por eso las apunté inmediatamente en Notas, en mi teléfono celular, recurso que adopté porque ya no tengo forma de escribir manual, ni con letra cursiva ni en imprenta.

¡Sí, efectivamente, me quedé sin poder escribir prácticamente a mano, y aclaro que lo hacía con la derecha!

Y acá me permito una digresión, a los quince años abandoné la escritura en letra cursiva, porque una persona de mi entorno familiar me dijo que tenía una letra infantil y como en ese momento ya estaba empezando el cuarto año de la secundaria, tal aseveración me pareció horrible y entonces por eso directamente la abandoné.

Fue así como comencé a escribir con letra de imprenta, más o menos dibujaba las palabras y quedaba muy bien, pero luego, ya en la facultad, la rapidez necesaria para tomar notas manuscritas en las clases hizo que afloraran al mismo tiempo los restos de la escritura en cursiva y en imprenta, y por supuesto a estas últimas ya no tenía tiempo de realizarlas muy prolijamente, y a esto se agregó el uso de la máquina de escribir, luego el teclado de la computadora y todas estas circunstancias completaron el camino para atrás, que en ese sentido, había iniciado a los quince años de edad.

Ahora, de regreso al relato debo decir que aquella frase “leemos desde quienes somos” me llamó a la reflexión, porque justamente uno de los capítulos de la segunda parte de mi primer libro, lleva el título “Leer y escribir” y lo había escrito antes de concurrir a ese festival, por lo que obviamente aquella aseveración me sorprendió y me llevó a atreverme a dar un paso más, por creer que también en muchos casos, por no decir en todos, también “escribimos desde quienes somos”, y ahondando un poquito más acerca de todo esto, también llegué a pensar que al escribir no podemos dejar de hacerlo de un modo autorreferencial, aunque en ello no vaya completamente nuestra voluntad.

Esto por cierto lo empiezo a pensar porque nuevamente me asalta la idea de que, sea que se escriba en la ficción, o en relatos de no ficción, se termina siendo autorreferencial, porque el ser humano no es una abstracción, sino que somos cuerpo, mente y espíritu y desde ahí nos expresamos, indefectiblemente.

La verdad relativa única, singular o especial, que pueda contar un escritor referido a una persona que existe o existió realmente en el mundo, o al personaje inventado creado por él mismo, lleva un sello de identidad y en estos días confieso que he descubierto mi absoluta ignorancia respecto de la literatura y de las letras en general.

Concurrí entre el 28 y 30 de noviembre a escuchar a famosos periodistas, escritores, y editores, nacionales y extranjeros que participaron en el CCK, exponiendo en la tercera edición del Festival Basado en Hechos Reales (BaHR) que se llevó a cabo en este 2019 dedicado a la escritura de no ficción, con la que más me identifico, y en su transcurso comencé a registrar conceptos, para mí nuevos, y esto me llevó a aceptar las enormes limitaciones que tengo en lo relativo a las “Letras” y a su mundo. En síntesis, a aceptar mi única, singular y especial ignorancia, respecto de este quehacer, que emprendí como una nueva aventura personal.

Una periodista, en otra charla en ese festival habló de la responsabilidad de las palabras, dentro de su profesión y yo, en este tramo, de este nuevo sendero que se abrió en mi vida, el de pretender convertirme en una escritora, y encontrándome en la primera estación, a la que bauticé “la del aprendiz”, comprendo que las palabras que pronuncie por escrito, justamente, debo asentarlas con responsabilidad, no por el rol que alguna vez cumplí en la sociedad, sino porque a estas no se las habrá de llevar el viento, sino que permanecerán en el mundo y en los tiempos, registradas, sea en un libro –aunque olvidado– en una biblioteca pública o en una personal, en una librería, o en una nube, dispuestas a bajarse de ella si alguien las busca, y sea además, por el motivo loable o no, que fuere.

En un relato que titulé “Fechas trágicas”, en las que hablé del atentado de la AMIA y de la muerte de Natalio Alberto Nisman, con quien fuimos compañeros de trabajo, hice mención de una carta que me escribió Hernán Longo, prosecretario de la Fiscalía Federal nro. 1 de San Martín, en la que Alberto fue su titular, con motivo de mi traslado desde el Tribunal Oral nro. 1 al nro. 4 de San Martín, en diciembre de 1998, y me permito aquí transcribir textualmente esa carta porque para mí es una JOYA que Hernán me regaló en mi carrera judicial, que decía así:

“Para quienes creemos, más allá de toda razón, en la justicia (extraña deidad cuya presencia se intuye, no se razona), es siempre una tranquilidad, una íntima y secreta confianza, advertir que hay personas que con valiente dignidad cumplen el arduo rol de ser jueces. Sean las que fueren sus decisiones, uno descansa en el pensamiento de que son acertadas; acaso no tanto por lo que dicen, sino por quien las dice. Quizás sean un exceso estas palabras, que dirige un humilde empleado a una jueza. Pero si me he valido de esta resma para decirlas, es porque creo que no ha de ser vano para usted escucharlas. Respetuosamente. Hernán Longo”.

Qué puedo decir de esto, que su lectura me hizo llorar antes y también me emociona cada vez que la recuerdo. Esa carta la guardo como un tesoro porque Hernán en ella, nuevamente, me remonta a lo que siempre fui, soy y seguiré siendo, un ser humano sensible que habrá, en esta nueva etapa, desfachatada de la vida si se quiere, en la que me he propuesto desasnar a mi persona y escribir, llegar a hacerlo con responsabilidad.

En fin, empecé diciendo que “leemos desde quienes somos”, continué señalando que “escribimos desde quienes somos “ y me resulta hermoso pensar acaso que lo que alguna vez pude decir ofreció a algunos un cierto descanso dentro de la agitación permanente que la vida produce para tantos.

Gracias, Hernán Longo, este es un homenaje a tu persona y como vos lo vaticinaste creo que este reconocimiento tampoco ha de ser en vano que lo leas o escuches alguna vez. Respetuosamente. María Lucía Cassain.

Los festivales mencionados de 2019.

El libro de Lucía II Bajada

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