Читать книгу El libro de Lucía II Bajada - María Lucía Cassain - Страница 16
El colectivo de los mayores Anticipos de temporada
ОглавлениеVenís coqueta por la vida, haciendo lo que te tocó, por ejemplo, vendiendo zapatos, trabajando en un puesto de flores en una esquina, atendiendo pacientes en tu consultorio médico, haciendo un tratamiento de conducto, cobrándole a un cliente en la caja de un supermercado o simplemente mirando una serie en Netflix, frente a tu televisor.
Es invierno o verano, primavera u otoño, es lo mismo cuando de pronto, parece que un dragón de esos que exhalan fuego por la boca hace su aparición en tu camino.
La verdad es que no lo ves. Solo lo sentís, porque el dragón en realidad te sale de adentro de tu cuerpo, te empapa la piel, la ropa, se te moja el cuero cabelludo y si te miras en un espejo te das cuenta de que, de golpe te sube a la cara un fuego –te ponés colorada como un tomate–, seas blanca o morocha, da igual, y ¡te querés matar! porque si llegás a estar acompañada, los que están al lado tuyo pueden… a lo mejor percibirlo. Al cabo de unos segundos o un minuto los que alcanzan para descolocarte ese día, estés donde estés o hagas lo que hagas, porque el dragón no perdona ni respeta, así como vino, se va…
Sí, lentamente vas comprobando que el monstruo se fue y te quedás rara, como no sabiendo qué es lo que te ocurrió, o sí. Luego, te das cuenta de que hizo su aparición un síntoma de la menopausia y si alguna mujer ya lo vivió y en algún momento te hizo el comentario de lo que puede sucedernos a las mujeres –ese que se hace solo en confianza–, comenzás a pensar que lo que te dijeron era efectivamente así.
Confieso que ese primer episodio “natural” me ocurrió en un avión, cuando regresaba desde Brasil. Era de noche, tenía 50 años y tuve la suerte de que las luces del Boeing estaban apagadas y todos los pasajeros, incluida mi familia, dormían, y también recuerdo que solo por pudor no llegué al desnudo total. ¡Me moría de calor!
Para mí fue terrible y lo fue más aún cuando este episodio comenzó a repetirse. El dragón me asaltaba en cualquier parte, era tan atrevido que incluso lo hizo en la sala de audiencias de mi tribunal, cuando dirigía un juicio. En esos momentos empezaba a sentir que las gotas de sudor caían por mi espalda…, etc. Y, al acudir a mi médico, obviamente diagnosticó, como correspondía, el famosísimo cambio hormonal.
Sí, lectores, hay cosas que nos pasan a las mujeres, sin el más mínimo aporte de nuestra voluntad, cuando nos vamos poniendo más grandes y aunque no lo queramos. Lo único que nos queda, para esas situaciones incómodas “naturales” que nos ha impuesto la vida, es hacernos las distraídas o las tontitas, irnos de los lugares donde estamos, al baño, los aseos, los servicios o al toilette y si fuera necesario, como en mi caso, suspender o levantar por unos minutos la audiencia para “refrescarnos” y luego regresar a ella, haciendo como que no hubiera pasado nada.
No es mentir, solo es disimular nuestro “accidente natural”, no podemos hacer más y por supuesto sugiero que tratemos de que la presencia del “fantástico” no cambie nuestro buen humor y que sigamos manteniendo con los otros un trato cordial.