Читать книгу El libro de Lucía II Bajada - María Lucía Cassain - Страница 17

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La compactación

Debía hacerme y lo hice, en el lugar de siempre, los estudios ordenados por mi médica ginecóloga, es decir, la cruel mamografía, la ecografía de las preciadas “lolas” y la otra eco, aquella correspondiente a la zona de mayor intimidad, ustedes, mujeres lectoras, saben de lo que hablo y que razones de pudor me impiden hacer referencias más específicas.

A todas nos ocurre lo mismo una o dos veces por año, ya lo tomamos como un compromiso femenino preventivo y diría en estos tiempos EXISTENCIAL. Aclaro, el de poder atajar a tiempo alguna célula depravada y no aquello otro, que se refiere a “la crisis que se atraviesa por no encontrarle un sentido a la vida “, la famosa crisis existencial por la que también pasamos los que pensamos un ratito, nada más.

En eso estaba cuando, además debí someterme a otro examen que me ordenó mi médica, un estudio de los huesos y con esto aludo aquí a la famosa densitometría.

Lo cierto fue que esa tarde antes de colocarme en esa camilla que, bajo los influjos de ese aparato de tipo espacial, mágicamente dice lo que corresponde a nuestro estado óseo y que por suerte no era cerrado, fui sometida a un sutil interrogatorio, por la médica o técnica que me atendía, es decir, debí declarar la fecha de nacimiento, la altura y el peso y sin mentir anuncié los 67 años, que medía un metro sesenta y que pesaba en mi balanza 53 kilos y estos dos últimos datos fueron rectificados inmediatamente por aquella mujer que me atendió, quien me midió y me pesó. Su conclusión fue que medía dos centímetros menos y pesaba dos kilogramos más.

Por supuesto me pareció un horror, tuve un disgusto esa tarde difícil de soportar y entonces, al regresar a casa, durante la cena le comenté a mi esposo con mucho pesar lo que me había ocurrido y él me manifestó rápidamente que estaba siendo afectada por la “compactación”.

Sí, chicas, lo que leyeron y esto sucedió por culpa de mi ginecóloga que me obligó a someterme a tan descarnados procedimientos.

Moraleja: hay que aceptar este nuevo fenómeno diría que estructural. Pregunto: ¿este fenómeno llegará también a los hombres?... Seguiré investigando…

Los envejecimientos

Conversando con amigos, amigas, compañeros de trabajo, parientes, vecinos, es decir, con la gente en general, he llegado a la conclusión –no original– de que envejecer no tiene ninguna ventaja, sino al contrario mucha pesadumbre y también he concluido –como buena mujer occidental que soy– que este fenómeno se vive de manera diferente diría que en cada parte, tanto del cuerpo como del alma, y esto me parece así, sin que me permita confrontar con la idea de que el hombre sea una unidad como suele afirmarse en lo biológico, lo mental y lo espiritual.

Ambas cosas son verdad, la vejez y la unidad para todos los humanos. Ejemplos de todo esto que esbozo hay de sobra y empezaré por lo más visible.

La cara

Mas allá de la belleza o la fealdad o de alguna armonización que se logra con el uso de las cremas, tratamientos cosméticos y aun de actos quirúrgicos, ella es quien permanentemente delata nuestra edad y sin duda contribuye el cabello, por su aspecto, largo, corte y su color.

Es así, la cara confiesa más o menos la edad que tenemos y además expresa nuestro yo más íntimo, somos personas pesimistas u optimistas, se aprecia claramente en los gestos. Somos deportistas o fans de escritorios, según los tostados o el color cetrino de aquellos que nunca se exponen a los rayos del sol.

El rostro allana caminos cuando sonreímos aunque, si lo hacemos por demás, nos toman por tontos.

En la cara se refleja ampliamente lo que no nos gusta. Es así, “ponemos cara de cul...” o civilizadamente diríamos: cara de disgusto.

El rostro cuando se sonroja puede expresar muchas cosas, pudor, virtud, vergüenza, que nos pescaron en un “renuncio “ o diciendo una mentira o que comenzó la menopausia, justamente por el cambio de color. El rostro refleja nuestro adentro, la alegría, los momentos de felicidad, también la tristeza de lo que no tenemos y de aquello que tuvimos y pudimos haber perdido y aquí me refiero a la muerte, el dolor, la amistad y por qué no, el dinero y el cabello también acompaña esos estados, está brilloso y reluciente u opaco, grasoso, sucio, gris o desprolijo.

Por cierto la cara y el pelo son protagonistas del acometimiento, a veces salvaje del transcurso del tiempo y de nuestros humores, que suelen ser tantos como variados, en el correr de los días, de los años y las décadas.

La “cola” y las “lolas”

Estas suelen ser juntas las “misses” de las mujeres y auguran muchas veces el éxito. Con el envejecimiento, son las candidatas firmes a la caída, la de los glúteos, dependerá de los años de estudio, del trabajo sentada, sea frente a una máquina de coser o a una computadora –para el caso es lo mismo– o la simple vagancia, vivir sentada o acostada, sin hacer nada.

Respecto de las segundas los embarazos y el amamantamiento serán un factor para tener en cuenta, ya que para el estado de las “lolas” no es lo mismo tener un solo hijo que ir teniendo varios hijos, dado que la consecuencia para este último caso suele pronosticar un derrumbe mayor o eficaz.

Los hombres en relación con estas partes del cuerpo zafan, aunque si están muy excedidos en el peso, en ambas zonas ello se notará. ¡¡¡Cuidado!!!

Las piernas

Empecemos aquí por el principio, naciste chueco o chueca o no, tus piernas son largas o cortas, del tipo estilizadas como las de los bailarines o como adoquinadas, todo eso, así nomás, como algo constitucional.

Le siguen por orden de aparición las famosas arañitas, como se las llama, casi como cariñosamente, cositas finitas como agujitas que el día que las mujeres descubrimos la primera ¡nos queremos matar!

A estas las suceden si engordaste y adelgazaste más de 500 gramos reiteradamente, lo que ocurre con habitualidad, las conocidas estrías, esas que se erigen como las “bandidas” más rebeldes y difíciles de apresar.

Ni que decir de la celulitis, que te empieza a mortificar desde pequeña siempre, como un soldado que quiere ascender en el ejército, la aeronáutica, la marina y que también abarca la marina mercante. La celulitis, más típica en las mujeres que en los hombres, no está dispuesta a parar jamás, y entonces los expertos te la califican por grados: primero, segundo, tercero o “desastre total”.

Y qué de la flaccidez, que te acosa en cuanto te descuidaste un poco y que con la otra, la que nombré anteriormente, juntas son tan perversas que creo… que son capaces de seguir molestando aun después de la muerte.

Los brazos

Son como las piernas, extremidades, y en este sentido también de inicio son largos o cortitos, si fuera lo primero es una incomodidad porque es como que te sobran un poco, si fuera lo segundo te complica porque te resulta a veces difícil abrazar completamente, cada situación tiene sus pros y sus contras, según se lo mire.

Por suerte para todos apareció la moda, que cuando sos joven no importa tanto, pero que con los años puede llegar a ser un perfecto auxiliar, sobre todo para nosotras, las mujeres, que somos tan exigentes con nosotras mismas. Es que con los años si no trabajamos los músculos de los brazos tristemente te empiezan como a colgar. Sí, en realidad es más que eso, se descuelgan de los huesos y son como flancitos. O sea, ¡¡¡de terror!!!

Entonces gracias a la moda de manga larga, tres cuartos o al codo, zafamos de lo mejor, con elegancia y discreción, tapando la real destrucción, sin embargo, mientras vas atravesando ese sufrimiento nunca falta alguien que para tu cumpleaños te regala una remera musculosa, que tenemos que aceptar con una sonrisa deseando desde el vamos “el ticket de cambio” abrochado a la bolsita que la contiene. ¡Esta es la pura verdad!

Por favor, lectores, reparen en este texto con detención para saber qué regalo de cumpleaños elegir. Lo mejor para todas las mujeres son las pulseras, los relojes, el pañuelo de cuello, las billeteras y si es posible todo con mucho color.

Respecto de los hombres, para ellos tampoco resulta tan sencillo el transcurso del tiempo, aunque no se les exijan los mismos requisitos que a las chicas, porque parece que nacen con permiso para ser un poco feos o por lo menos para no ser tan lindos y después… hasta tienen algún permiso para engordar.

Se me ocurre que el problema principal de ellos para considerar sería el tema de la pérdida del pelo, pero la mayoría de las veces ello no se produce todo junto, sino de a poquito y, generalmente, las canas que amanecen en las sienes parecen beneficiarlos, nosotras mismas, las mujeres, somos las que afirmamos que ellas los hacen más interesantes y entonces no todos se empiezan a preocupar.

La panza les sigue en el orden de sus inquietudes corporales, junto a los “flotadores”, pero tampoco todos se preocupan demasiado, y no obstante que sus deterioros también se instalan en otros sectores, ellos son más vivos que nosotras, son más inclinados a callar y al propio tiempo comienzan a reparar en otros aspectos de la vida en general, justamente, poniendo el foco en los cuerpos y actitudes de los demás.

Conclusiones

Mas allá de todo lo que asenté aquí con cierto sarcasmo, pienso al contrario, que los seres humanos seamos lindos o feos, chuecos o derechos, rubios o morochos, gorditos o flaquitos, somos maravillosos si queremos serlo, y siempre podemos mejorar para agradarnos y para agradar, para ser mejores personas en todo sentido, en lo estético y en lo espiritual.

Lo importante para mí sería caminar para encontrarnos con el otro yo de verdad, y pienso que no debemos esperar a aburrirnos completamente de nosotros mismos para empezar a mejorar, el esfuerzo sostenido siempre ofrece excelentes resultados.

El rostro y la mirada pueden ofrecer comprensión, las piernas y los brazos pueden sostenernos y ayudar a sostener y contener a los demás.

La cola a las mujeres y también a los hombres nos sirve para empujar algunas puertas muy pesadas que nos abre el conserje del edificio, cuando regresamos del supermercado y tenemos las dos manos ocupadas, y las “lolas” de las chicas, con un sutil escote, pueden ofrecer un momento de fascinación a cualquier chico mayor.

Y, todo esto puede lograrse aún pese al envejecimiento, tiempo en el que debemos reconocer que hemos perdido la tersura de la piel y en el que tomamos conciencia de que hemos perdido la tersura de nuestro corazón.

Es que la mayoría de nosotros sufrimos choques y hasta vuelcos por la pérdida de algún amor o algunos amores y las abolladuras que sufrimos, seguramente, nos han dejado huellas que atentaron contra su suavidad.

¡¡¡Este es un humilde homenaje al colectivo de los mayores!!!

El libro de Lucía II Bajada

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