Читать книгу Una madre es un piano triste - María Malusardi - Страница 22

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Detecto mujeres que incendian y luego se apagan con soberbia. En el camino, iluminan y transforman. Pero nunca llegan a gestar. Porque mueren. Coqueteo con ese trauma ajeno. Lo propago. Lo hago propio. El absurdo de ser otra. Un modo de compasión. Jacqueline Du Pré no toca el violonchelo con el cuerpo. El violonchelo ocupa –es– su cuerpo. Incita, entonces, la diferencia. Desde la cima, rueda. Al comienzo es como jugar. Luego, como caer. El vacío simpatiza con el desgano de las cuerdas cuando silencian el mundo. Tensas. Hasta cortarse. Veintiséis años. Los brazos se van rompiendo. La desintegración avanza paulatina y desafinada. Esa mujer virtuosa interpreta para mí. Concierto para violonchelo y orquesta en Si Menor, Opus 104, de Antonin Dvořák. Esa obra infinita impedirá el poema. Y donará el dolor.

Una madre es un piano triste

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