Читать книгу Una madre es un piano triste - María Malusardi - Страница 29

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Desea trabajar. La máquina Singer es su podio. Su posibilidad de hacer y vender. Así reclama su independencia. Pero no es época de revueltas individuales. Y mi madre no está preparada para tal ¿rebelión? Aún soy un bebé. Aprendo a bajarme de la cuna, como luego treparé a los árboles y a los caballos, hábil, salvajemente. Camino hasta ella. Descalza. La máquina Singer me tienta. Su sonoridad, su deslizarse, su extraña manera de crear, a partir de un puñado de hilos gruesos y rasposos, un paño compacto que cubra. Que ahogue. Ese modo de entramado y ola quieta. Observo los movimientos. Escucho el derrotero de los colores. Mi madre cree que duermo, pero no. Estoy ahí. Cerca. De pronto, camino por la casa tambaleante pero veloz como un escarabajo en la arena. Todo es tentador. Todo resulta peligroso. Mi madre no me ve. Pero me huele. Como si yo arrastrara una estela de leche. Abandona su quehacer y viene detrás. Apenas corre. Yo creo que estamos jugando. Percibo su fastidio y su miedo. Logra alcanzarme y me toma de las axilas. Me levanta y me abraza. Es un rodear necesario. Ahí están sus manos, sus brazos, su voluntad y su fracaso. El cuerpo es un aluvión y un trueno. El cuerpo es una lluvia de desgano. Luego es la inundación y la sequía. Me aprieta y me diluye. No sé qué hacer con todo este envoltorio complejo que es el amor de una madre. Sin embargo, no existe nada mejor. Serán pocas las veces en las que me sienta a salvo. Son las veces en las que recibo el abrazo contundente, ambiguo, bifurcado, imperioso, cerrado, asfixiante, monótono, libre, azucarado, picante. De mi madre.

Una madre es un piano triste

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