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Un trabajo constelativo desde la mirada de los movimientos del espíritu

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El movimiento que compartiré a continuación parte de la inquietud de una paciente que desde hace tiempo transita el camino de las Psicoconstelaciones.

Es importante destacar que me refiero a una persona con un recorrido interno importante, y sus movimientos han ilustrado alguno de los casos del presente libro.

Como en cada oportunidad, la necesidad de realizar un trabajo constelativo se debe principalmente a cierta inquietud, cierta manifestación sutil que precisa una indagación en los tiempos pretéritos y en situaciones que responden a una reflexión acerca de una concepción de la vida y de los procesos internos.

Llegado el momento de la Psicoconstelación, el tema a trabajar se configuró así: Una verdad que necesitaba ser desvelada.

Un movimiento planteado de esta manera, desde los movimientos del espíritu, requiere que quien trae el tema tenga una gran apertura de consciencia para ingresar en un espacio donde quizás esta verdad se manifieste de forma poco clara. Es decir, el mensaje podría aparecer con matices metafóricos, encriptados.

Como en este caso puntual, dentro del grupo, asistieron dos personas que se iniciaban en el camino de las Psicoconstelaciones, consideré importante hacer una introducción para que pudieran estar atentos a lo que se manifestaría, ya que no tenían experiencia previa en este tipo de elaboraciones y era necesario que se mantuvieran no solo atentos y con actitud de entrega, sino además con la suficiente “permeabilidad” para ser tomados amorosamente por el movimiento.

La paciente elige para representarla a Cristina, miembro del equipo. Ella, una vez ubicada en el espacio, se toma el tiempo suficiente para poder entrar en resonancia con lo profundo que lentamente se manifestará.

Lo primero que hace es decirnos que se siente como en otro tiempo y rodeada por muchos seres, por un grupo numeroso.

Cristina: —Tengo una opresión en el pecho y mucho calor. Ese calor está situado adelante. Veo fuego… es una fogata.

Si bien no lo planeé conscientemente de esta manera, sentí con claridad que este movimiento lo haríamos solo con los miembros del equipo, lo cual como verán a continuación fue corroborado.

Se fue creando entre nosotros un campo común de resonancia, una conciencia común donde pudimos ir viendo las mismas imágenes y compartiendo el mismo sentir.

Yo: —Así es —intervengo—, hay muchas personas atrás tuyo. Adelante hay un gran fuego.

Cris: —Las personas están vestidas con túnicas —vacila un momento—. No, no son túnicas, están vestidas de época.

Tal como en un ajedrez mágico, fuimos tomados por el movimiento e incluidos lentamente en el espacio, cada uno en un lugar específico.

En ese momento, Ivana, también miembro del equipo, interviene.

Ivana: —Tengo una opresión en el pecho… hay una persecución… creo que están buscando a alguien —se incorpora.

También lo dicen Silvina y Valeria, todas personas del equipo.

Ivana comienza a llorar y, entre sollozos, nos dice que no entiende qué está ocurriendo.

Silvina también confirma ese sentir; sin embargo, percibe un sufrimiento entre todos los presentes. Siente que ella, en esa imagen, es chica, muy chica para tener consciencia de lo que está pasando. Se encuentra alarmada, intuye peligro y la inminencia de que algo grave está por ocurrir.

Valeria se toma la cabeza y llora porque siente una angustia irrefrenable.

Como en cada movimiento, la imagen es clara. Todo lo puedo ver como en una película en acción, pero también prefiero prudentemente no mencionar determinados detalles que podrían interferir en el movimiento. Es necesario dejarnos envolver por esa atmósfera, ese acontecimiento que se está desarrollando.

Todos los involucrados estábamos viendo exactamente lo mismo, tal como luego lo compartimos en el intercambio privado que hacemos como grupo de trabajo.

Sabía que la escena se trataba de un lugar del cual debíamos salir. Era demasiado traumática para vivenciarla.

La escena era la siguiente: me hallaba ante un pueblo expectante, esperando que el condenado/a llegara y fuera puesto/a en una hoguera.

Detengámonos aquí y vamos a imaginar que utilizamos un giratiempos y nos remitimos un paso atrás en esta escena, porque Cris entra en contacto con su sentir y da un paso atrás. Casi como en los relatos de ciencia ficción, automáticamente, la escena cambia. Estábamos en otro momento del mismo relato.

Yo: —¿Pueden sentir que estamos en otro momento?

Todos asienten.

Yo: —¿Pueden ver que estamos en otra escena?

Vuelven a asentir.

Cris: —Igual, no me siento tranquila. Sigo con miedo y sensación de peligro.

Ivana: —Me parece que algo va a pasar. Estoy muy angustiada.

Yo: —En esta escena no estamos seguros. Algo sucederá, pero tenemos tiempo. Debemos quedarnos tranquilos pues vamos a tener el tiempo necesario como para entender qué sucede aquí.

Veo con claridad que esta imagen no es un lugar adecuado para quedarse, por lo que los invito a todos a rebobinar, a que demos un paso atrás en la escena. Es importante en mi caso sentir certeza como facilitador y guía, porque esto nos mantiene unidos y confiados en que estamos siendo llevados hacia distintas imágenes vividas. Las sentimos en cada célula. Todo nuestro cuerpo vibra en la magia de ese tiempo. Nos sentimos parte de una historia en movimiento. Somos parte de la película, no hay diferencia entre lo que estamos viendo y el lugar en el que estamos en realidad. Todo se funde en una imagen aunque sabemos que estamos en dos planos y podemos sentir con claridad a ambos.

Para mantener la fidelidad de este relato tal como fue vivenciado relataré los hechos con la cronología exacta de lo que fue ocurriendo.

El cuadro que todos veíamos era el de un pueblo o ciudad atravesado por calles de tierra y adoquines que eran transitados por hombres y mujeres con ropas de aproximadamente quinientos años atrás. Todos estaban caminando y comprando, trabajando, es decir, haciendo sus tareas cotidianas. Sin embargo, era llamativo que todo este paisaje variopinto estuviese teñido levemente de un color sepia, como si de una foto antigua se tratara.

Continúa el movimiento, pero damos otro paso atrás en el tiempo. Estamos en una casa, un lugar sencillo de piedra. Afuera, la actividad, la vida sigue su propio ritmo natural y monótono. Allí, en el interior de ese hogar, la tristeza casi es material, profunda, asfixiante.

Le pido a Cris que gire lentamente para que quede mirando de frente a Ivana y a Silvina, que se hallan juntas.

Valeria está angustiada y llora. A su lado, la constelante está inmersa en lo que ocurre. Se encuentra profundamente conmovida por todo lo que se está desplegando frente a sus ojos y ante su alma.

Cris: —No me pidas que me despida de ellos porque no voy a poder hacerlo.

Estas palabras terminaron por esclarecer lo que presentíamos: la estaban persiguiendo desde hacía un tiempo y ahora la venían a buscar para llevarla detenida. Su castigo sería la hoguera.

Sentí que lo apropiado en esta circunstancia sería simplemente dar nuestro acuerdo, vibrar con ese dolor y sentirlo en profundidad y, al mismo tiempo, dar espacio para poder trascenderlo.

Entonces, pido a los concurrentes que hagan contacto visual y que permanezcan unos instantes en silencio.

Yo: —Honramos al Gran Espíritu y sus sabios designios. Nos dejamos guiar amorosamente y, sin cuestionar, damos nuestro acuerdo —las palabras acudían a mí naturalmente.

Era difícil atravesar por ese dolor que invadía la escena y donde nosotros éramos parte importante de ella.

Yo: —Honramos el alma de las víctimas y de los perpetradores y honramos en ellos a la rueda de la vida que pone en marcha el movimiento.

Valeria sigue conmovida y, en algún momento, ve con claridad la apertura de un nuevo portal. Lo señala. Y en ese momento ella se abre hacia una nueva escena, quizás la misma. No lo sabíamos con certeza, simplemente nos dejamos guiar hacia ella.

Valeria: —¡Es terrible la destrucción! ¿¡Qué hicieron!? ¡¡No dejaron nada en pie!! ¡¡La tierra fue arrasada y fuimos masacrados!! —llora desconsoladamente.

De pronto, con sumo cuidado, pido que nos inclinemos, que brindemos nuestro respeto a ese movimiento sagrado y que, desde ese acuerdo, simplemente honremos ese pasado. En silencio y con profundo compromiso.

Me acerco a Cris y le pido que digamos estas palabras:

—Honramos el haber sido elegidos para ser parte de este movimiento sagrado. Con profundo respeto acompañamos y desde ese sentir soltamos.

La constelante se incorpora a la rueda. Profundamente conmovida mira a Cris quien está representándola en otra vida o quizás a algún miembro de su entramado ancestral con quien ella estaba relacionada y a quien era necesario honrar en ese movimiento.

Son consideraciones que surgen como imágenes, y como tales es necesario dejarlas a salvo de las maneras de pensar habituales y no interpretarlas. El alma sabiamente tiene la claridad de los mensajes y no siempre debemos tratar de traducirlos.

Poco a poco la imagen se cierra. Cris siente que pudo “soltar” y, a través de ese sentir, pudo “dejar ir”.

Como en cada movimiento cerramos con una rueda en la que nos liberamos de la experiencia vivida y entregamos con total confianza el resultado en manos de lo sabio que nos trasciende.

Constelaciones familiares

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