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Acuerdo de almas, un principio fundamental en las Psicoconstelaciones
ОглавлениеA través de la sorprendente experiencia de que los representantes de los miembros de una familia realmente sienten como las personas a quienes están representando sin saber nada acerca de ellos, las Constelaciones Familiares han abierto el acceso a capas profundas del alma, muchas de las cuales estaban previamente ocultas en nuestra cultura. A esto se suma que, cuando los representantes permanecen realmente centrados, son conducidos por una fuerza irresistible hacia un movimiento, a través del cual las experiencias ocultas u olvidadas son traídas a la luz.11
Como habrán podido observar, en la Constelación que detallé anteriormente, existen lógicas o dinámicas que están fuera de nuestra comprensión, y que para sanar es imprescindible no resistirse a ese misterio.
Justamente, uno de los grandes lineamientos que guía a las Constelaciones Familiares es que mucho de lo que ocurre a nuestro alrededor responde a un principio sabio, y que este posee un sentido que excede cualquier interpretación.
Frente a esto, lo importante es dar nuestro acuerdo, dejarse llevar por estas manifestaciones sutiles, porque detrás de ellas hay una sabiduría que se manifiesta. El alma, las almas que se expresan, nos conducen, y si las dejamos actuar los resultados son maravillosos. Es fundamental vivir en perfecta sintonía con ese orden que nos trasciende.
Gran parte de mi trabajo como psicoterapeuta, entonces, consiste en que los consultantes hagan un acuerdo con esta realidad que los abarca, pero que no se deja comprender en su totalidad, pues solo acordando con esa sabiduría superior, una realidad mayor que escapa a nuestra vista, es que se puede producir la sanación.
Sin ir más lejos, constelar implica consentir en que estamos inmersos en un sistema y ese sistema no responde a objetivos egoístas o a cuestiones parciales sino a motivos y principios que van más allá de cualquier idea que podamos tener de él.
La negación de lo extraordinario, la resistencia ante la posibilidad de ver otras realidades, le quita magia a la vida, le resta encanto y hace de nosotros seres grises, rigurosos, sin permiso para la emoción que significa el día a día de nuestra existencia.