Читать книгу Tocado y transformado - Margarita Burt - Страница 14
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JACOB EN BET-EL
“Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra,
y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios
que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba
en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado
te la daré a ti y tu descendencia. Será tu descendencia
como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente,
al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra
serán benditas en ti y en tu simiente”
Gn. 28:12, 14
Allí en Bet-el, huyendo de su hermano por haberle despojado de lo más valioso que tenía, lejos de su hogar, emprendiendo un viaje que le llevaría al lugar donde Dios trabajaría su carácter por medio de alguien aún más engañador que él, Dios se aparece al solitario viajero. Fue su primera noche fuera de casa. Se acostó en tierra con una piedra por almohada y tuvo una visión. En ella, Dios le prometió abundancia de descendientes y que todo el mundo sería bendecido por medio de uno de ellos, Jesús, quien iba a traer salvación y vida eterna a todos los que deseen recibirla de toda nación, pueblo y lengua de la tierra por medio de Él. Él es la escalera que sube al cielo, el enlace entre Dios y el hombre: “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tu eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Jn. 1:49-51).
Jesús es la Puerta al Cielo, es el Camino que nos conduce allí, es la escalera para subir a Dios: nadie viene al Padre si no es por Él (Juan 14:6). Es el único acceso. Él es quien nos pone en contacto con Dios, nos mantiene en comunión con Él, y al final nos llevará para estar con Él. Nos abre la puerta al mundo invisible. En Él tenemos el Cielo abierto y acceso al Padre. Descendió del Cielo para abrirnos el Cielo, y es lo que estaba haciendo por Jacob allí en Betel.
“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (v. 15). Dios va a guardar su salida y su entrada (Salmo 121:8), tal como lo hace con cada uno de nosotros en nuestro peregrinaje. No nos dejará hasta no cumplir todo lo que nos ha prometido. Jacob estará fuera durante muchos años. Muchas cosas le pasarán. Será tratado injustamente, será odiado, su corazón será quebrantado, y perderá lo que más amaba antes de volver a casa; buscarán su vida para matarle; pero, todo el tiempo, Dios estará con él, guardándole. Por la gracia y la misericordia de Dios, Jacob volverá un día a la tierra que ahora está abandonando por su pecado, pero no será el mismo Jacob. Dios habrá tratado con el pecado en él, pero sin destruirle.
Dios ha prometido a Jacob la tierra y muchos descendientes, que bendecirá a todo el mundo por medio de uno de ellos y que estará con él en su peregrinaje y lo traerá de nuevo a la tierra prometida. ¿Qué más podía pedir? La bendición que su padre había pronunciado sobre él fue real. Y también lo es el Dios de su padre.