Читать книгу Tocado y transformado - Margarita Burt - Страница 18
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LEA
“Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos;
pero Raquel era estéril”
Gn. 29:1
En Kenia, la práctica de poligamia está muy extendida. Algunos hombres tienen veinticinco hijos de tres o cuatro mujeres. Si eres una de estas esposas y te conviertes al Señor, ¿qué perspectivas de felicidad matrimonial tienes? ¿Dónde vas a encontrar la felicidad? En criar a tus hijos, en formar parte de la iglesia de Dios, en servir a otros, en los consuelos del Espíritu Santo y en tu esperanza del futuro.
Lea era una mujer que compartía a su marido con su hermana. Mejor que las dos criadas que tuvieron hijos con Jacob y ni siquiera eran esposas. No tenían derecho a nada. ¡Qué vidas! Sin embargo, ¡Dios lo permitió y lo usó para la edificación de Israel! En total Jacob tuvo doce hijos varones, de los que procedieron las doce tribus de Israel. ¡Qué comienzo para una nación! Nació en el pecado y engaño humanos. Jacob se casó con Lea porque su padre le engañó. ¿Cómo puede esto ser la voluntad de Dios? ¿Por qué no empezó su pueblo con Raquel? ¿Por qué no tuvo ella los doce hijos? ¡Y pobre Jacob!, la mujer de su vida le es negada durante años, finalmente se casa con ella, y no pueden tener hijos. Él ora y Dios le concede un hijo. Tienen unos años de felicidad matrimonial, con rivalidad y celos de parte de la hermana, cuando Raquel se queda en estado otra vez, ¡que ilusión y felicidad!, y resulta que muere en el parto. Joven, bella, enamorada, y la vida se le escapa de los dedos. Jacob la llora el resto de su vida. Pero el niño vive y es la decimosegunda tribu de Israel, Benjamín. ¿Qué plan de vida es este? ¿Cómo puede Dios permitir estas cosas?
Evidentemente, la meta no es la felicidad conyugal, sino la edificación de su pueblo. Esta es la perspectiva de Dios. ¿Dios aprueba del engaño? No. ¿Por qué se llevó a Raquel? No lo sabemos. Pero lo que sabemos es esto: la vida no es ideal, la felicidad particular no es la meta, el pecado lo impregna todo y lo estropea y, a pesar de todo, Dios edifica a su pueblo en el mundo real, en medio de mucha frustración, pena y dolor humano. ¿Qué pasa con la historia del príncipe y la princesa que se casaron, vivieron felices y comieron perdices? Es un cuento. No es de este mundo. La vida fuera del Edén no es idílica. La felicidad total nos espera en el reino de nuestro Padre. Allí, el Príncipe se casará con su Amada Iglesia y habrá total felicidad, y lo esperamos y lo añoramos, y por eso nuestro corazón clama: “Ven pronto, Señor Jesús”. Y por eso se hacen los preparativos para las bodas del Cordero. Mientras tanto, José entierra a Raquel, y Lea sabe que nunca será amada por el hombre de su vida. Y Dios está allí.