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JACOB CONOCE A RAQUEL
“Siguió luego Jacob su camino, y fue a la tierra de los orientales. Y miró, y vio un pozo en el campo”
Gn. 29:1-2
Jacob llegó a Padan-aram y Dios lo tenía todo preparado para su llegada. Preguntó por su tío Labán y, mientras aun hablaba, he aquí apareció su hija Raquel, ¡la esposa que había venido a buscar! Ella vino al pozo para abrevar a sus ovejas porque era pastora. Jacob quitó la piedra de la boca del pozo y le ayudó a darles de beber. “Y Jacob besó a Raquel y alzo su voz y lloró” (v. 11). Para él era demasiada emoción contenida y estalló en llanto. Se había terminado el largo viaje y Dios le había conducido justo a la familia de su tío. Raquel notificó su llegada a su padre y Labán “corrió a recibirlo, y lo abrazó, y lo besó, y lo trajo a su casa” (v. 13).
Después de trabajar para él durante un mes, Labán le preguntó qué quería que le pagase por su trabajo y Jacob contestó que trabajaría siete años a cambio de Raquel, porque se había enamorado de ella, pues “Raquel era de lindo semblante y de hermoso parecer” (v.17). Labán tenía dos hijas, pero la mayor no era guapa como su hermana menor. Así que Jacob trabajó siete años para conseguir a Raquel por esposa. Tanto la quería que el tiempo pasó volando.
Durante siete largos años, Labán fue afable con Jacob, sabiendo todo el tiempo que le iba a engañar. Detrás de su trato amable hacia su sobrino escondía un plan cruel que le traería sufrimiento a este durante toda la vida. Jacob había engañado a su hermano y ahora Labán le iba a engañar a él. Dios pone a gente en nuestras vidas para devolvernos lo que nos merecemos. Cosechamos lo que sembramos. Tenemos que encontrar a personas tan embusteras como nosotros para quebrantarnos y ser transformados. Jacob estaba en la línea de la bendición, ¡y esto era parte integral de la bendición! Ahora Dios estaba trabajando su carácter para hacer de él una persona honesta. La disciplina de Dios es dolorosa; no nos deja con nuestros hábitos pecaminosos. Nos tiene que cambiar. De eso se trata la vida: de conocer a Dios y cambiar. Jacob tenía dos asignaturas pendientes, ¡pero Dios estaba en ello!
Después del maravilloso banquete de bodas que, sin duda, fue acompañado con mucha bebida, en la oscuridad de la noche, escondida detrás del velo que le cubría la cara, estaba Lea, la otra hija de Labán, la no muy agraciada. La luz de la mañana reveló lo que Labán había hecho; ¡Jacob había dormido con la mayor!, la no amada; pero ya era tarde, el matrimonio ya se había consumado.
Jacob se puso furioso. El engañador había sido engañado. Parece que había heredado el carácter de su tío. Su madre era igual. El engaño fue el pecado por excelencia de la familia. Ahora tendría que trabajar otros siete años para conseguir a Raquel. Lo hizo, y finalmente se casó con el amor de su vida. Ahora Jacob tenía dos esposas, una a la que amaba y otra a la que no. El quebrantamiento de corazón y el sufrimiento estaban de camino.
Pregunta para reflexionar: ¿Me veo reflejado en algunas de las personas que Dios ha traído a mi vida?