Читать книгу Tocado y transformado - Margarita Burt - Страница 9
Оглавление2
JACOB
“En cuanto a la elección de Dios, son amados por causa
de los padres, porque los dones y el llamamiento
de Dios son irrevocables”
Ro. 11:28-29
De la misma manera que José es un tipo de Cristo, Jacob es un tipo de todo creyente. En el trato que tuvo Dios con él, reconocemos cómo trata Dios con nosotros.
Este hombre nació luchando; ¡era competitivo desde antes de nacer! Quería la preeminencia sobre su hermano, conflicto que iba a marcar toda su vida. De mayor siguió siendo una persona que luchaba por lo que le interesaba. Era ambicioso, engañador, tramposo y deshonesto; pero, a la vez, tenía hambre y sed de Dios. Era carnal y espiritual, las dos cosas. Temía a Dios, pero engañó a su padre y robó a su hermano. Es un ejemplo de la lucha que describe el apóstol Pablo entre la carne y el espíritu: “Veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:23-24).
Jacob quería la bendición de Dios, pero empleaba métodos carnales para conseguirla, como algunos creyentes de hoy que quieren servir a Dios pero usan métodos carnales para hacerlo. Quieren servir en la alabanza, por ejemplo, y quitan de en medio a otros para ocupar su puesto. Quieren servir en la escuela dominical y no dejan que nadie más toque su terreno. Hacen la limpieza y dimiten si no pueden hacerla a su manera. Organizan una salida y, si no pueden tener todo el control del evento, montan un número. Estos generan conflictos. No se someten a la autoridad de la iglesia. Quieren protagonismo y ministerio a la vez, sin entender la relación entre la humildad y el servicio. ¿Qué les pasa? Lo mismo que nos pasa a todos: ¡Queremos la bendición de Dios sin la muerte de la carne!
La vida de Jacob muestra cómo Dios lleva a un hombre carnal, hijo de creyentes, hasta el límite de sí mismo. Tales personas no son aceptables a Dios en su carne, pero Dios no puede abandonarlas a su carnalidad, porque son destinatarias del reino por la fe de sus padres (Ro. 11:28). La historia de Jacob es la historia de alguien a quien Dios eligió para formar parte de su familia, e ilustra cómo obró Dios en su vida para ponerlo en condiciones de conseguirlo. Tuvo que experimentar el resultado de toda su carnalidad, pero esto en sí no era suficiente. Una persona puede verse en la miseria a causa de sus propias decisiones procedentes de una personalidad carnal, egoísta, deshonesta, engañadora y mentirosa, como en el caso de Jacob, estar a punto de perder la vida por su propia culpa a mano de los enemigos que ha conseguido por su carácter retorcido, ¡y todavía no rendirse a Dios! ¿Qué más hace falta para quebrantarse? El toque personal de Dios.
Y esto es lo que tenemos ilustrado tan gráficamente en la vida de Jacob. Jacob es como nosotros, y su historia es la nuestra. Es la persona a la que Dios pretende salvar. Con Jacob, Dios nos muestra cómo lo hace. La historia de Jacob es la historia de la fidelidad y misericordia de Dios en la vida de alguien a quien va a recibir como hijo.