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F. TEORÍAS INSTITUCIONALISTAS DE LA ENSEÑANZA
ОглавлениеLas universidades son instituciones muy antiguas, la Universidad de Parma comenzó a enseñar hace más de un milenio y algunas universidades en Latinoamérica tienen casi 500 años. Estas instituciones creadas desde hace mucho tiempo han establecido tradiciones de instrucción de las cuales todos los profesores han emergido de una manera u otra, y en las cuales vuelven a sumergirse. Por lo tanto, vale la pena tratar brevemente la historia de las universidades en el sentido de un enfoque de enseñanza institucionalista y preguntar qué es lo que estas instituciones –en muchos casos incluso ex negativo– “hacen con uno”.
La fuerte posición social y política de la Iglesia Católica y sus instituciones resultó en la primacía de la teología como disciplina suprema y ciencia clave de referencia, subordinando las demás ciencias. El poder secular durante siglos pretendía solamente proteger y preservar a la Iglesia en su propia auto legitimación – en Bogotá vienen de esta tradición, en particular, la Pontificia Universidad Javeriana (fundada en 1623) y la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (fundada en 1653).
En el caso de América del Sur28 este primado de la Iglesia Católica es particularmente destacado, ya que ni los movimientos de las reformas religiosas del siglo XVI, que en Europa movieron enérgicamente el panorama universitario y en consecuencia lo cambiaron, ni los movimientos ilustrados del siglo XVIII podían fundar tradiciones originales con su nuevo ideal de conocimiento no ontológico-metafísico en Latinoamérica; al contrario, especialmente este último fue importado desde Europa “sin preámbulo” con la Independencia. Por lo tanto, no es de extrañar que este “choque de la modernidad” universitaria haya dado lugar a fuertes debates de política educativa que aún continúan actuando institucionalmente.
La fuerte posición política y social del catolicismo, la religión del Estado, continuó en Colombia hasta la Constitución de 1991, especialmente en la educación primaria y secundaria. En consecuencia, la discusión se polarizó y dos nuevas tradiciones se desarrollaron desde el siglo XIX. La primera postuló que el Estado secular debería reemplazar a la Iglesia como orden social universal, también y especialmente en el campo de la educación29. La Universidad Nacional (fundada en 1867) siguió comprometida con esta máxima de la política educativa. Otros vieron este asunto en una perspectiva radicalmente liberal, como una oferta de servicios educativos que podría y debería crear su propia demanda en el mercado libre de servicios educativos. La Universidad Externado (fundada en 1886 y que ya en su nombre se refiere a los seminarios e internados de la Iglesia ex negativo) y más tarde la Universidad de los Andes (fundada en 1948) siguen –ambas de diferente manera– esta tradición liberal.
Las universidades tradicionalmente servían a la reproducción de las élites, su propósito no era la educación del pueblo y para el pueblo. Y aunque en términos económicos los profesores recibieron remuneraciones bajas y se vieron (y se ven aún) obligados a ejercer profesionalmente en paralelo a su contrato de docentes, la exclusividad de sus arreglos de aprendizaje, las buenas perspectivas de carrera que generó su estatus como profesor universitario, el prestigio social, una cierta conciencia aliviada y una lejanía del mundo real en sus ejercicios educativos, pero también su fuerza transformadora social “desde arriba”: todo eso caracterizó a la universidad y sus estudiantes, pero así mismo a sus profesores, durante siglos. Esto ha cambiado en los últimos años. También en Latinoamérica, las universidades se han convertido en institutos de masas, con decenas de miles de estudiantes. Esto no solo presenta a la universidad desafíos administrativos y logísticos (y no solo en la enseñanza), sino que también arroja una nueva luz sobre sus funciones tradicionales.
Se han propuesto varios enfoques institucionales nuevos para la universidad. De acuerdo con el primer propósito, se trata de que sea simplemente una institución de educación, una gran escuela extendida, por así decirlo, que satisfaga sin mucho patetismo la necesidad de capital humano especializado, una necesidad cada vez más diferenciada para el buen funcionamiento de la sociedad moderna, especialmente una sociedad equitativa. Los docentes universitarios son así profesores como sus colegas en colegios, ni más ni menos. Esta visión a menudo se mezcla con conceptos sociopolíticos igualitarios.
Otra perspectiva enfatiza la misión de la universidad de investigar, como un “laboratorio social del futuro” en el cual los mejores cerebros deberían buscar soluciones a los problemas actuales para un mejor mañana. La universidad ha de trabajar en estrecha cooperación con la economía para resolver problemas técnicos y sociales. Por eso, los profesores tendrían que ser, ante todo, buenos solucionadores de problemas e investigadores científicos. La enseñanza no es el enfoque central en esta perspectiva, sino que es secundaria. “De seguro la buena enseñanza vendrá con el tiempo, además, no todos y todas tienen que estudiar”, podría pensar un profesor en esta tradición respecto al ars docendi. Esta visión está estrechamente vinculada a los conceptos de política socioliberal y neoliberal del mercado.
Una tercera visión, más bien individualista, entiende la universidad como un ambiente social en el cual se sumergen las mujeres y los hombres jóvenes necesitados de orientación. Este medio es en sí mismo diferenciado en muchas facultades, lenguajes y discursos, y el estudio actúa como una fase de iniciación antes de entrar en el “mundo real”. Los profesores son una fuente de información y orientación, entre otras, idealmente sin jerarquía. Este concepto educativo recuerda al neo-humanismo de Humboldt con su ideal de la unidad de enseñanza e investigación, pero hoy en día está representado principalmente por las llamadas élites de compromiso social (Engagementeliten en alemán), que exigen social y filosóficamente un individualismo financiado por el Estado. Esta es una postura todavía incipiente en Colombia.
El futuro de las universidades hoy, a diferencia de hace algunas décadas, ya no es un tema socialmente candente, sin duda porque la generación joven en su conjunto hoy en día no tiene el liderazgo político a causa de las tendencias demográficas. Sin embargo, vale la pena recordar las tradiciones históricas que influyen en las enseñanzas de cada profesor a través de las instituciones, que a menudo las influyen precisamente donde parecen superados cuando no se reflejan o se contrarrestan activamente. Demos una mirada al tema del éxito institucional universitario.
FIGURA 29
LA LUCHA POR LA CÁTEDRA – “COMPORTAMIENTO: DEFICIENTE”
Fuente: Kladderadatsch, revista satírica alemana, 1920.