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Línea editorial

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Los entrevistados declaran, en general, que hay libertad de expresión y de criterio. No hay políticas establecidas de “esto se dice o no”. No se verifican restricciones explícitas o rígidas ligadas al tratamiento de temas. Los productores, editores o cronistas, cuando tienen dudas sobre el contenido o el tratamiento de una información, se dirigen al gerente o jefe de noticias para que decida al respecto.

Puede suceder que alguna información no deba tratarse, pero los responsables de equipo no lo dicen directamente o no es lo más frecuente. En caso de que una información perjudique los intereses de anunciantes o de los propios gobiernos, se presenta el tema y se evalúa cómo comunicarlo. Se intenta dar voz a la empresa en cuestión o al gobierno –o funcionarios involucrados– y se les avisa previamente que saldrá esa noticia.

Si bien nadie manifiesta censura previa, varios entrevistados mencionaron saber “para quienes trabajan”. En este sentido, se activan los mecanismos de autocontrol, es decir, se entiende que para conservar la fuente de empleo debe desarrollarse las actividades sin perjudicar los intereses de la empresa. En otras palabras:

Hay como un mito de que estamos todo el tiempo operando. Obviamente hay una línea editorial como en todos los medios […] Creo que uno busca ser lo más objetivo posible, hay reglas de juego que no se pueden desconocer y si se desconocieran sería como una idea romántica del periodismo que quedó allá atrás. (Entrevistado de Canal 13, AMBA)

En síntesis, la organización productiva y del trabajo en las emisoras seleccionadas para el estudio presenta rasgos que son comunes y otros diferentes. En primer lugar, todas las emisoras tienen tres ediciones de informativos, en tanto que existe una variación en la cantidad de personas disponibles para realizar el trabajo. En las emisoras de Córdoba, Rosario y Mendoza, la planta de trabajadores oscila entre las veinte y cincuenta personas para las tres ediciones, mientras que en AMBA esa cantidad está disponible para cada edición. En segundo lugar, la falta de recursos humanos implica que en los canales de las provincias no planifiquen reuniones formales de producción y sea recurrente la polifuncionalidad. En contraposición, en AMBA se efectúan reuniones de producción periodísticas y técnicas antes de la puesta al aire de los noticieros. Asimismo, se verifica la existencia de un mayor grado de especialización en las funciones. En tercer lugar, mencionamos los aspectos económicos que inciden en la selección o producción de las noticias, por ejemplo, para hacer una cobertura se estiman los recursos técnicos y humanos que se necesitan. Entonces, la evaluación de los costos es central antes de decidir tratar un tema que es noticiable. En cuarto lugar, existen ciertas pautas para el tratamiento de las noticias de delito. En algunos casos, vinculadas con una normalización del trabajo, por ejemplo, blurear (desenfocar) las imágenes de menores de edad se explica no solo como un ejercicio profesional y ético, según aseguran, sino debido a las legislaciones vigentes y al costo económico que implican las multas dispuestas por los organismos de contralor. No obstante, en otros casos esas pautas o rutinas están asociadas a una tendencia a naturalizar ciertos modos de producir sentidos, tal es el ejemplo que brindamos sobre el empleo de apelativos utilizados usualmente por conductores, cronistas y videografistas. Entonces, hay pautas establecidas para la selección y edición de imágenes, aunque estos procesos están naturalizados y no son percibidos por los entrevistados. Por último, algo similar sucede con la línea editorial y los mecanismos de autocontrol reconocidos por los informantes; en otras palabras, la empresa logra el comportamiento deseado por parte de sus trabajadores.

El delito televisado

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