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Sobre la matriz

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La elaboración de la matriz supuso un considerable esfuerzo de triangulación metodológica que derivó en la distinción y definición de 73 variables, cuyo diseño se encuentra publicado con detalle en Aruguete et al. (2018).

Como es sabido, el eje central que define a las estrategias de investigación trianguladas es que orientan su atención a unidades comunes de observación. Si bien es cierto que el instrumento matriz es propio de una investigación que recurre a técnicas cuantitativas –para alcanzar, en este caso, una sistematización de los rasgos de las noticias con el objeto de establecer similitudes y diferencias entre estos–, en tanto nuestro estudio se propuso articular distintos enfoques teórico-metodológicos sumamos para su confección categorías provenientes del análisis de los discursos, así como de los estudios narratológicos. De este modo, en la preparación de la matriz intervinieron distintas perspectivas cuya articulación nos permitió desentrañar las singularidades del caso, y derivó en la redefinición de una serie de conceptos y variables. Algo que puede observarse, por ejemplo, en la incorporación de variables como calificación de la víctima o focalización. La primera permitió recoger apelativos (Adelstein, 1996) que fueron considerados, luego, para un análisis del discurso centrado en las figuraciones, cuyos resultados se presentan en el capítulo “El binomio víctima-victimario…”; la segunda es una categoría propia de la narratología modal (Jost y Gaudreault, 1995) que atiende a recuperar el punto de vista cognitivo presentado en el relato. El aporte de esta triangulación es que permite aprehender la multidimensionalidad del objeto al reconocer rasgos invisibilizados de encapsularse en perspectivas teóricas de manera aislada.

En este contexto, una de las primeras consecuencias de la convergencia teórico-metodológica fue diferenciar entre dos tipos de variables: inferenciales y de reconocimiento. Las primeras aluden a aspectos que no están materializados en el contenido y, por esa razón, el observador debe deducirlas; las segundas, en cambio, aparecen marcadas en el texto mismo. Dicha diferenciación procura evitar –o, al menos, limitar– la tendencia, presente en ciertos análisis de contenido, a producir inferencias que devienen más de un juicio a priori por parte de la investigadora o el investigador que de aquello que emana del propio texto y su puesta en discurso.

Dada la gran cantidad de variables que este instrumento comprende, nos limitamos, aquí, a exponer las distintas dimensiones en las que es posible nuclear el conjunto de indicadores dispuestos. Dichas dimensiones pueden discriminarse según estén vinculadas a:

 el acontecimiento noticioso y su relevancia dentro del noticiero;

 los protagonistas involucrados en el hecho noticioso;

 la geolocalización del acontecimiento;

 los encuadres que definen la situación problemática;

 la presencia y el tratamiento de las fuentes de información, y

 los aspectos narrativos, tanto desde el punto de vista cognitivo como audiovisual, y a los recursos que se emplean para su puesta en escena.

Como se podrá observar, los capítulos que integran este libro suelen vincular más de una de estas dimensiones y, por lo general, articular también hallazgos encontrados en el estudio de diferentes fases del circuito productivo (ver figura).

Dimensiones y variables de la matriz


Fuente: elaboración propia.

En relación con la primera dimensión, aquella que atiende a la definición del acontecimiento y su relevancia, se han discriminado las siguientes variables: la calificación del acontecimiento (los sustantivos y adjetivos utilizados para denominarlo en el plano lingüístico verbal, tanto en la oralidad de los presentadores u otros actores como en el texto sobreimpreso); el tipo de delito en el que se inserta el acontecimiento (robo, asesinato, corrupción, femicidio, etc.), el bloque en el que aparece, la duración de la noticia, su aparición en los anticipos o títulos, si la noticia tiene o no presentación, si se incluye un móvil o una entrevista en piso y el tipo de conflicto que desencadena (interno, externo, con el entorno).

En cuanto a la segunda dimensión, los protagonistas del acontecimiento, se reconoce la edad, el género y la clase socioeconómica de las víctimas y los victimarios, el tipo de imágenes con las cuales se los identifica, las calificaciones mediante las que se los nombra (los apelativos utilizados para ello), y el sujeto de la víctima y del victimario (esto es, si se trata de una persona presentada individualmente, un grupo o un colectivo).

La tercera dimensión, la geolocalización del acontecimiento, comprende la provincia en la que transcurre el hecho, la dimensión territorial del delito narrado (zona rural, urbana o asentamiento) y su calificación (en los mismos términos lingüísticos que se da a esta variable con relación al delito mismo).

La cuarta dimensión, aquella ligada con los encuadres, supone atender al tipo de motivación de la acción delictiva (racional o pasional), el agente causal del problema (social, institucional, político, legal, individual), las pruebas extratécnicas empleadas (en el sentido retórico del término, o sea, testimonios o declaraciones, estadísticas, jurisprudencia, etc.), la atribución de responsabilidad (si es encuadrada en términos institucionales, sociales o individuales), las soluciones (sea que no se expliciten o que haya un sesgo de normalización al presentarse a la institución estatal como necesario agente de resolución del problema), la evaluación moral (derivada de la presencia o no de aprobación/desaprobación y castigo/recompensa).

La quinta dimensión, el tratamiento de las fuentes de información, identifica, solo para el caso de las primeras cinco fuentes citadas, el tipo –personal (persona individual, colectivos de identificación, colectivos de generalización y metacolectivos) o documental–, el modo de empleo del discurso referido (estilos directo o indirecto), personalización (fuente personalizada o no personalizada), su institucionalidad (oficial o no oficial) y la adhesión del enunciador mediático a sus dichos (se adhiere, no se adhiere o se es ambiguo).

Finalmente, la sexta dimensión, que refiere tanto al punto de vista cognitivo y audiovisual como a los recursos de puesta en escena, incluye un conjunto de categorías provenientes del análisis narratológico, tales como la focalización (Jost y Gaudreault, 1995) o perspectiva narrativa que adopta el relato (focalización cero, interna, externa y espectatorial), ocularización o perspectiva visual (cero o interna), auricularización o perspectiva presente en la banda sonora (cero o interna), presencia o no de recursos sonoros (música, efecto de edición, etc.) y de recursos visuales (videograph, pantalla fragmentada o efecto especial), tipo de montaje (descriptivo o probatorio).

En suma, las distintas dimensiones desglosadas –con todas sus respectivas variables– componen una herramienta no solo provechosa para el análisis del contenido, sino también fértil para el reconocimiento de algunas manifestaciones de la puesta en discurso. Cabe aclarar, no obstante, que en los capítulos de este libro no se expondrán, en ningún caso, resultados generales derivados del análisis de los contenidos, sino, más bien, que las distintas variables analizadas en la matriz se emplean en los diferentes apartados para trazar los análisis parciales y transversales expuestos, en su cruce con otras instancias de este estudio y recurriendo, para ello, a la triangulación teórico-metodológica que atravesó el proyecto en su conjunto.

El delito televisado

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