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ОглавлениеSIGUE SOBRE EL AMOR, II
Retomemos de nuevo los discursos sobre el amor como [1] el inicio de un largo camino y, tras un descanso, avancemos hacia el final, invocando como guías del camino a Hermes el Elocuente 1 , a Persuasión, a las Gracias y al propio Amor. El riesgo no es pequeño ni sobre asuntos cualesquiera, pues paralelo al camino del discurso sobre el amor corre un profundo precipicio y hace falta, una de dos, o amar bien y avanzar con seguridad o, desviándonos del camino, amar mal y caernos por el precipicio 2 . Esto último fue, precisamente, lo que causó temor al famoso Sócrates, cuando descubrió que esta afección cobraba vigor en toda Grecia y muy especialmente en Atenas, y que todo estaba lleno de amantes inicuos y mozos burlados. Aunque sintió lástima tanto por una grey de la pasión como por la otra, no podía poner fin al abuso por ley —pues no era Licurgo ni Solón ni Clístenes ni cualquier otro de los griegos a los que se confió la potestad de gobernar— ni forzarlos a lo mejor mediante su autoridad —pues para ello hubiera hecho falta Heracles, Teseo o cualquier otro forzudo amonestador— ni persuadirlos mediante el razonamiento —pues el deseo aguijador que lleva al borde de la locura no es cosa que atienda a razones—. En tal circunstancia Sócrates no fue capaz de hacer caso omiso de jóvenes y muchachos 3 ni cejó en su empeño de salvarlos, sino que concibió la siguiente guía de formación voluntaria.
[2] Lo explicaré inventando una historia al modo de las fábulas del frigio 4 . Un pastor y un cocinero recorrían ambos el mismo camino. Al ver un cordero de buena crianza descarriado del rebaño y rezagado de los que con él pastaban, se abalanzaron ambos sobre él. Por aquel entonces también los animales hablaban como los hombres. Pregunta el cordero a qué se dedicaba cada uno de ellos como para querer capturarlo y llevárselo. Cuando supo la verdad, el arte de ambos, él mismo se dirige y se confía al pastor: «Pues tú —dirigiéndose al cocinero— eres un verdugo y asesino del rebaño de corderos, mientras que a éste le bastará con que nos vaya bien». Si quieres, compara, conforme al cuento, a los amantes de los que hablábamos con una multitud de cocineros, a Sócrates, con un único pastor y a los muchachos atenienses, con las criaturas descarriadas, que verdaderamente usan de la misma voz, sin necesidad de la licencia del cuento. ¿Qué haría ese pastor al ver a verdugos que pretenden conseguir la belleza de los muchachos y se lanzan a la carrera en pos de ella? ¿Lo soportará y, manteniendo la calma, se quedará impasible? En tal caso sería más asesino que los propios verdugos. Por tanto, echará a correr y participará en la carrera, y los perseguirá con aquéllos, pero no con la misma intención. Y de quienes desconocen su arte y la razón de la carrera, cualquiera que lo vea creerá justamente esto, que también él corre para corromperlos. Pero si aguarda hasta la conclusión, alabará al corredor e imitará su empeño, admirará al cazador y tendrá a la presa por afortunada. Por eso también Sócrates decía amar, y amar a todos 5 , y participaba en la carrera y perseguía a los mozos hermosos, se anticipaba a los amantes rivales e interceptaba a los verdugos. En efecto, estaba mejor preparado que ellos para las fatigas, era más diestro en el amor y más certero al capturar. Y es muy razonable: para los demás ‘amor’ era un nombre del deseo errabundo entre los placeres 6 ; su principio, la flor del cuerpo, que llega a los ojos y a través de ellos fluye hasta el alma, pues los ojos son caminos de la belleza 7 . Para Sócrates, en cambio, el amor era semejante en su empeño a los otros, pero distinto en cuanto al deseo, más recatado en cuanto al placer y más certero en cuanto a la virtud; su principio, la flor del alma, que se trasluce en el cuerpo 8 . Del mismo modo puedes captar la belleza de un río que corre a través de un prado: hermosas son las flores que hay a su vera, pero resplandecen a la vista por la acción del agua 9 . Este poder tiene también la flor del alma cuando se implanta en un cuerpo hermoso: resplandece por la acción de éste, destella y se trasluce. Y la belleza del cuerpo no es sino la flor de la virtud venidera, como si fuera un preludio de una belleza más madura 10 . Del mismo modo que el resplandor del sol se alza primero sobre las cimas de las montañas, espectáculo querido a los ojos por la esperanza de lo que ha de venir, así también una especie de belleza del alma esplendente se alza primero sobre las superficies de los cuerpos, espectáculo querido para los filósofos por la esperanza del porvenir.
[3] Pero mientras que un tesalio apreciará a su potrillo, un egipcio a su novilla y un espartano a su perro 11 , el humanitario, que aprecia y gusta de alimentar a ese otro animal 12 , no es como el labriego egipcio, el jinete tesalio o el cazador laconio, pues el cuidado de éstos 13 procura fatigas a los animales. Por su parte, el amante humanitario cuida a su amado para la comunidad en la virtud 14 , y lo cuida tras seleccionar a los más idóneos, y los idóneos con vistas a la virtud son los más hermosos. Y la belleza, por más que sea una sola, de un modo se muestra a los ojos viciosos y de otro, a los amantes legítimos. En efecto, la espada, por más que sea una sola, de un modo se muestra al excelente y de otro al verdugo. A Penélope la ve de un modo Odiseo y de otro Eurímaco 15 ; y el sol, de un modo lo ve Pitágoras y de otro Anaxágoras: Pitágoras, como un dios, y Anaxágoras, como una roca 16 . Y la virtud, de un modo la persigue Sócrates y de otro Epicuro: Sócrates, como amante de la felicidad, Epicuro, 〈como amante〉 del placer. Así también un cuerpo hermoso lo persigue de un modo Sócrates y de otro Clístenes 17 : Sócrates, como amante de la virtud, y Clístenes, como amante del placer.
De modo que, cuando oigas que el filósofo ama y que [4] ama también el hombre vicioso, no apliques al hecho un solo nombre 18 . El uno aguijonea furiosamente al placer, el otro ama la belleza. El uno enferma sin quererlo, el otro ama de buena gana. El uno ama al amado por su bien, el otro, para perdición de ambos. Resultado de aquel amor es la virtud, resultado de este amor es el abuso. La amistad es la finalidad de aquel amor, y la inquina, la finalidad de éste. Gratuito es aquel amor, y éste, amor venal. Aquel amor es encomiable, reprobable éste; aquél es griego, éste, bárbaro; aquél, viril, éste, afeminado; aquél, estable, éste, volátil. El hombre que ama con aquel amor es amigo de los dioses, amigo de la ley, lleno de vergüenza, lleno de franqueza; de día rodea al amado de cuidados y se enorgullece de su amor, en el gimnasio traba lucha con él, corre con él en la carrera y caza con él en la cacería; en la guerra comparte su excelencia y en la bonanza comparte su buena fortuna y, cuando muere, comparte su muerte y ninguna necesidad tiene para estar con él ni de la noche ni de los sitios solitarios. Por el contrario, el otro amante es odioso a los dioses, pues comete faltas contra ellos; también es enemigo de la ley, pues la transgrede; falto de arrojo, desesperado, carente de vergüenza, amigo de la soledad, la noche y los escondrijos, pues no querría que se le viera pasando el día con su amado, evitando el sol, persiguiendo la noche y
la bruma ,
que no es amiga de los pastores, pero para el ladrón 19
es buena. El uno se asemeja a un pastor, el otro se asemeja a un ladrón y se precia de pasar inadvertido: sabe el mal que hace, pero, aun a sabiendas, se deja arrastrar por el placer. Pues, en efecto, entre los sembrados el labrador avanza con cuidado, mientras que el ladrón se abate sobre ellos y coge los frutos, daña y destroza 20 .
[5] ¿Ves un cuerpo floreciente y con fruto en su interior 21 ? No lo ensucies, no lo manches, no toques su flor; alábalo, como en otro tiempo un viajero a una planta:
Así se alzaba un joven retoño de palmera
que contemplé a la vera del altar de Apolo 22 .
Abstente de la planta de Apolo y de Zeus, aguarda los frutos y ganarás un amor más justo. No es tarea dificultosa, pues no es exclusiva de Sócrates ni exclusiva del filósofo. Ya un hombre de Esparta 23 , no formado en el Liceo ni ejercitado en la Academia ni instruido en la filosofía, cuando se encontró un muchacho bárbaro, pero de extremada belleza y en la flor de su juventud, se enamoró de él —¿cómo no?—, pero no pasó más allá de sus ojos. Más aprecio a Agesilao por su excelencia que a Leónidas por su †combatividad†, pues más difícil de combatir era el amor que el bárbaro 24 y las heridas del amor hieren más que las de cadusios y medos. Por eso Jerjes cruzó cuando Leónidas yacía muerto y pasó al otro lado de las Puertas 25 , mientras que, cuando a Agesilao le avanzó el amor hasta los ojos, allí lo detuvo, a las puertas del alma. Mayor es la hazaña: le concedo el primer premio. Por esta acción alabo más a Agesilao que cuando persigue a Tisafernes, vence a los tebanos o aguanta los azotes 26 : éstas fueron obras de una formación y una educación del cuerpo, mientras que aquéllas, obras de un alma verdaderamente ejercitada y azotada.
1 Hermes, por sus dotes verbales, era el patrón de los oradores; cf., e.g ., LUCIANO , Apología 2, El sueño 2, El pseudosofista 24; JULIANO , Discursos IV 132a.
2 Para la imagen del precipicio, cf. MÁXIMO , I 3.
3 Es decir, de los amantes y los amados.
4 Esopo. El procedimiento de inventar fábulas se repite en MÁXIMO , XV 5, XXXII 1 y XXXVI 1.
5 Cf. PLATÓN , Fedro 210b.
6 Cf. PLATÓN , ibid . 237d.
7 Cf. PLATÓN , ibid . 250b ss.; Crátilo 420ab.
8 La inclinación de Sócrates a la belleza del alma está bien atestiguada: cf. PLATÓN , Banquete 210bc; JENOFONTE , Banquete VIII 12 y 36; LUCIANO , Subasta de vidas 15. Ecos de esta idea se leen en PLUTARCO , Erótico 750d, y PS . LUCIANO , Erótico 23-24.
9 Cf. PLUTARCO , Erótico 765b.
10 Cf. JENOFONTE , Recuerdos IV 1, 2.
11 Cf. PLUTARCO , Tratado del amor 767a; MÁXIMO , XL 6.
12 El hombre.
13 Hobein propuso en este punto una laguna, aceptada por Trapp, en la que se desarrollaría el contraste entre quienes cuidan a sus animales para beneficio propio y fatigas ajenas y el amante humanitario, del que Máximo habla a continuación. A nuestro juicio, no es estrictamente necesaria. Cf. PLUTARCO , Erótico 776a.
14 Cf. LUCIANO , Amores 23; PLUTARCO , Erótico 752a.
15 Cabecilla de los pretendientes de Penélope; cf. MÁXIMO , XIV 4.
16 Cf. DIÓGENES LAERCIO , VIII 27 (Pitágoras) y II 8 (Anaxágoras).
17 Ciudadano ateniense, famoso por las bromas que los comediógrafos hacían de su tendencia homosexual; cf. ARISTÓFANES , Nubes 355 y el escolio al pasaje.
18 Se confrontan las concepciones amorosas de Lisias (cf. PLATÓN , Fedro 238d-241d), Fedro y Pausanias en el Banquete ; cf. TRAPP , Maximus , pág. 172 nota 13.
19 Ilíada III 10-11.
20 Cf. MÁXIMO , XX 9, XXI 8, XXV 4-5.
21 Cf. PLATÓN , Fedro 276e; MÁXIMO , XXV 4-5.
22 Odisea VI 162-163. Aceptamos con Koniaris la forma verbal simple enóēsa frente a la corrección del manuscrito eisenóēsa , que adopta Trapp.
23 Se trata de Agesilao; cf. JENOFONTE , Agesilao V 4-5.
24 Jerjes.
25 Las Termópilas, en Tesalia.
26 Cf. JENOFONTE , Agesilao I 6-38 (sobre Tisafernes), II 6-16 (sobre Tebas). Los espartanos tenían la costumbre de azotar a los jóvenes para que aprendieran a resistir, cf. PLUTARCO , Máximas de espartanos 239cd; PAUSANIAS , Descripción de Grecia III 16, 10-11.