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ОглавлениеSIGUE SOBRE EL ARTE AMATORIA DE SÓCRATES, III
Cuando Esmerdias el tracio fue capturado por los griegos, [1] un mozo regio de porte orgulloso, fue llevado como presente a un tirano de Jonia, Polícrates de Samos. A éste le agradó mucho el presente: se enamoró Polícrates de Esmerdias y con él se enamoró también el poeta de Teos, Anacreonte 1 . Esmerdias recibió de Polícrates oro y plata y cuanto es de esperar que un muchacho hermoso reciba de un tirano enamorado; de Anacreonte, canciones y alabanzas y cuanto es de esperar de un poeta amante. Si se comparara un amor con otro, el del tirano con el del poeta, ¿cuál de los dos parecería más divino y celeste, digno de recibir el nombre de Afrodita y de ser obra de la diosa? Yo creo que el que templa las Musas y las Gracias vencería al que comporta constricción y temor. Pues el uno corresponde a un esclavo o a un mercenario, y no muy afortunado por demás, mientras que el otro, a alguien libre y griego.
Por lo cual me parece que entre los bárbaros no abundan [2] los asuntos del amor. Pues donde la multitud es esclava y el gobierno es despótico, allí queda abolido aquello que se obra por gracia del centro: la igualdad de palabra, la igualdad de honores y la comunidad de leyes. Pero el amor nada combate tanto como la constricción y el temor, y es cosa orgullosa, de fiera libertad y más libre que la misma Esparta. Pues entre los asuntos de los hombres sólo el amor, cuando surge en alguien con pureza, no se extasía ante la riqueza, no teme al tirano, no admira los palacios, no se guarda del tribunal, no rehúye la muerte 2 . No hay para él bestia temible ni fuego, precipicio, mar, espada o lazo, y hasta los apuros son para él todo recursos, lo difícil, del todo dominable, lo temible, del todo asequible, lo arduo, del todo fácil; todos los ríos, vadeables, las tormentas, totalmente transitables, las montañas, totalmente accesibles. En todo lugar está animoso, todo lo desdeña, todo lo domina 3 .
De mucho valor es el amor, si es de tal calidad. Y yo, por mi parte, creo que quien tenga cabeza pediría no verse apartado jamás de él, con tal de ser libre en su amor, sin [3] miedo ni yerro. Temo, sin embargo, que no sea tal para todos sin más, sino que una cierta semejanza con una práctica vergonzosa se disfrace de una acción hermosa y, engalanada de ese parecido, consiga una apariencia semejante, pero apunte a otro fin. También, en cierto modo, el vendedor de remedios imita al médico, el sicofanta, al orador y el sofista, al filósofo. Por doquier podría encontrarse un mal adherido a un bien, mezclado con una gran dosis de apariencia, diferenciada o por la vocación, como el orador del sicofanta, o por el fin, como el médico del vendedor de remedios, o por la virtud, como el filósofo del sofista 4 . Vocación, virtud y finalidad son conocidas de pocos. Por tanto, cuando en actividades que son dobles y ambiguas hay semejanzas 〈que son evidentes y desemejanzas〉 que no son evidentes 5 , necesariamente por su ignorancia quienes no pueden separar las artes, las unen en virtud de su parecido. ¿No deberíamos, entonces, juzgar también de este modo sobre el amor? Hay que considerar que se trata de un nombre común, que está en disputa entre la virtud y la maldad, sometido a la persuasión de una y otra y que, por tomar la forma de una u otra, según aquélla a la que se una, recibe el nombre de la afección que ha conseguido atraérselo.
Dado que el alma está dividida en dos, como dice la [4] doctrina de Platón 6 , una de cuyas partes recibe el nombre de razón y la otra, el de pasión, necesariamente el amor, si es vicio, es pasión privada de razón; pero si es algo hermoso, una de dos: o hay que asignarlo a la razón exenta de pasión o a la pasión entreverada de razón. Pues bien, si el amor es un impulso de afecto y un apetito de lo semejante que se precipita hacia lo que le es por naturaleza semejante y a lo que desea unirse 7 —pasión será en este caso, no razón—, ha de imponerse a esa pasión la supervisión de la razón para que resulte una virtud, no una enfermedad. Pues, del modo en que, respecto de la templanza de los cuerpos, la salud es una disposición de las potencias húmedas y secas, frías y calientes, sea porque están bien mezcladas por obra del arte o porque se ajustan conforme al arte por obra de la naturaleza, y si quitas algo del arte o la naturaleza alteras con ello la afección y expulsas la salud, de manera semejante, sin duda, ocurre también en el caso de la afección del amor mientras conserva la razón, pero si eliminas la razón, alteras su equilibrio y haces del conjunto algo enfermo.
[5] Sea el amor un cierto apetito del alma. Pero hace falta rienda para este apetito como para el ímpetu del caballo 8 . Si permites que el alma se deje arrastrar —aquello mismo de la imagen de Homero 9 —, dejas suelto al caballo glotón para que patee el suelo y se insolente, sin que corra a los baños acostumbrados o las carreras llevadas con arte, sin rienda, sin gobierno. Pero es feo espectáculo un caballo desbocado y fea lección un amor insolente. Ése es el amor que salta los precipicios, ése el que vadea los ríos, el que empuña la espada, el que cuelga la soga, el que solicita a la madrastra, el que conspira contra los progenitores, el transgresor, el trastornado, el irracional 10 . Ése es el que llevan a escena las tragedias, el que suscita odios en los mitos, colmado de Erinis, colmado de lágrimas, el que grita «¡Ay de mí!» y se lamenta, el apenas afortunado, el que va más allá de su valía y sufre toda suerte de mudanzas repentinas. Empeñado en los placeres de la carne y con el cuerpo entumecido, se une a otro cuerpo, juntándose en unión que no es ni bella ni lícita ni realmente amorosa. La fama de la belleza lo atrae y lo aguijonea, errabundo en su ignorancia 11 .
Su contrario es el que por un deseo connatural y legítimo [6] que se confina a lo femenino se une sólo a lo que da a luz para engendramiento de lo semejante: ésta es la ley de los dioses del matrimonio, la consaguinidad y el nacimiento 12 , asignada a la naturaleza toda de los animales, que marchan unos por sí mismos a la unión bajo el mandato del auténtico amor en la estación del engendramiento, otros, por la regulación de un arte determinada, sea la de pastorear ovejas, cabras, bueyes o caballos, propiciando cada una la coyunda según naturaleza en sus criaturas y separándolas a su vez por temor a la licencia:
aparte los nacidos primero, aparte los medianos
y aparte los recentales 13 .
Mas la supervisora de los rebaños de los hombres, arte regia y pastoril, no podría encontrar defensa alguna frente a la licencia si no se somete cada uno voluntariamente a la razón y entrega el alma para que la apacienten el pudor y la moderación 14 . Del modo en que a cada animal le llega de la naturaleza un recurso diferente por el que su vida se mantiene a salvo, a los leones, la fuerza, a los ciervos, la carrera, a los perros, la caza, el nadar para el género acuático, para el aéreo, el vuelo y para el que repta, las madrigueras, también lo hay para los hombres, que en lo demás han quedado por debajo de todos: en la fuerza son los más endebles, los más lentos a la carrera, incapaces de alzar el vuelo, tardos al nadar y torpes para excavar madrigueras 15 . El Dios les dio la razón para que los compensara por todo recurso y sometió a ella el deseo amoroso como un caballo a la rienda, como un arco al arquero, como la nave a la quilla y al artista el instrumento. Pues bien, la razón sola es lo más incapaz cuando carece del amor, al tiempo que el amor mismo es lo más atolondrado cuando extrema su desobediencia a la razón. Es la persuasión la pareja del amor y de la razón cuando se ven impulsados hacia la belleza y se hacen ilustres en la esforzada carrera hacia ella 16 .
El que cree que es en la carne donde por naturaleza está sepultado lo bello, confunde el placer con la belleza y se deja engañar por aquél. Pues el placer es un mal evidente y repleto [7] de adulación. Es él quien hizo bajar de las montañas al mar y subir a una nave a un joven troyano, que un tiempo fue pastor y vagaba por el Ida por no tolerar ya los placeres de casa, y lo despachó rumbo al Peloponeso, un amante ya dispuesto al rapto. ¡Pues no había en Asia otro cuerpo hermoso, ni troyano ni dardanio ni helespontio ni lidio de la misma lengua que el amante, criado en las mismas costumbres y hábitos! Sino que llega a Esparta, al Eurotas, un joven exaltado de ultramar, amante de sueños, agravia al que lo acoge, rompe y disuelve una boda griega. ¡Ay, amor lascivo! ¡Sueños de ultraje! ¡Ojos malvados! ¡Placer que conduces a tantos males! Así tampoco a aquel Jerjes, el grande, que enfrentó sus fuerzas a los griegos en Salamina y Platea, espectador y señor de tantos cuerpos, lo atrajo al amor una muchacha de la India ni una de Media que lleva tiara ni una de Migdonia que lleva mitra ni de Caria con armadura, ni tampoco una cantora de Lidia ni de Jonia ni del Helesponto, sino que se lanzó sobre Amestris, la mujer de su hijo 17 . ¡Oh, amor execrable!, que rechaza los alimentos comestibles y se vuelve a lo amargo, que no puede comerse por obra de un poder sin freno que ultraja la potencia del afecto. Cuando quitas a un alma el saber y le dejas el poder, a los yerros das entrada, curso y licencia. Quita a Alejandro el poder de Príamo y el arrojo que ello da, y seguirá pastoreando sin soñar con Helena. Quita a Jerjes su poder: ¿no es fea, entonces, Amestris incluso entre el vulgo 18 ?
Hay también una tiranía de la incontinencia cuando la [8] razón está ausente y los ojos son lascivos 19 . Pero si les quitas su poder, ni Critobulo ansía restregarse con Eutidemo ni Calias con Autólico ni Pausanias con Agatón ni ningún otro con otro 20 . Por ello apruebo yo la ley de los cretenses y repruebo la de los eleos. Alabo la cretense por su rigor y repruebo la de los eleos por su licencia. Para un muchacho cretense es vergonzoso no ser amado; para un joven cretense es vergonzoso tocar a su enamorado 21 . ¡Oh, ley que mezclas bellamente la templanza y el amor! No refiero los usos de los eleos, mas sí los de los lacedemonios. Ama el varón espartano a un muchacho laconio, pero sólo lo ama como a una bella estatua, muchos a uno solo y uno solo a muchos, pero el placer que viene del exceso no puede ser común a los demás, mientras que el amor por los ojos es común a los enamorados y llega prácticamente a todos las seres capaces de amar. Pues, ¿qué podría ser más hermoso que el sol y capaz de satisfacer a más amantes? Con todo, aman el sol los ojos de todo el mundo 22 .
[9] Entre los locrios de Italia había una vez un joven hermoso, una ley hermosa y amantes depravados. Por causa de su belleza se veían obligados al amor, pero la ley les impedía amar de manera innoble. Acuciados al exceso por el aguijón de la pasión, no consiguieron persuadir al joven, pues éste se atenía a la ley, y los desgraciados se precipitaron a la soga uno detrás de otro. Ciertamente, merecían la muerte. Pues, ¿para qué quiere vivir un hombre que no resiste siquiera a sus ojos? Si alguien ve una estatua y alaba su belleza no precisa de la soga. Y si un aficionado a los caballos ve uno y alaba su belleza, pero no puede adquirirlo, tampoco precisa de la soga. Le basta también a un labrador la visión sola, aun cuando ve en el terreno de sus vecinos una planta lozana. También al cazador le basta la sola mirada, aun cuando vea a otro con un perro hermoso. Ninguno de éstos desea la muerte por la imposibilidad de esas posesiones. También aman los avariciosos el oro más que los amantes los cuerpos, y están dispuestos a hacerse enterrar con su oro más que los amantes con los cuerpos. Pero ninguno de aquéllos desea morir si no consigue oro.
Por no conseguirlo tampoco colgó la soga el rey de los persas, el más insaciable de riquezas y el más delirante, él que, aun gobernando tantas tierras y entregado a tantos placeres cuantos pudieran satisfacer los deseos de un rey incontinente, profanó la tumba de un muerto. Se cuenta que fue atraído por el rumor de que había oro enterrado con el muerto y que se puso a saquear tumbas el Gran Rey, tocado con su tiara; y no halló el oro, sino una inscripción dentro en la tumba que dice: «¡Oh, tú, el más insaciable de todos los hombres, que osaste profanar un cadáver por amor al oro!» 23 . Eso podría enseñar también una historia griega a un hombre griego que se entregara al exceso por causa de un deseo insaciable de la carne, cuando lo atrae el rumor de una belleza enterrada en un cuerpo: «¡Oh, el más insensato de los hombres, desentierras un cadáver! Pues no osarías tocar carne de varón, que es intocable para otro varón. La unión es ilícita, estéril el encuentro. Siembras entre rocas, aras las arenas 24 . ¡Orienta tus goces a la naturaleza, vuelve tus ojos a la agricultura, disfruta de placeres fecundos
para que tu estirpe no perezca con el tiempo!» 25 .
1 Cf. ANACREONTE , frs. 346.14 y 366 PAGE ; también SIMÓNIDES , en Antología Palatina VII 25, 7.
2 Sobre el valor político que deriva del amor, cf. el discurso de Pausanias en PLATÓN , Banquete 182b-c.
3 La descripción del Amor como rico en recursos parece deudora de la fábula que Sócrates cuenta en PLATÓN , Banquete 203ce. Se han señalado también afinidades formales con PABLO , Epístola I a los Corintios 13, 4-7.
4 Cf. PLATÓN , Gorgias 464b ss.
5 Trapp sitúa en este pasaje una laguna y señala con óbelos las dos palabras siguientes. Hemos incorporado el suplemento y la conjetura de Schenkl.
6 Para esta versión dualista del alma de Máximo —frente a la versión tripartita que encontramos en XVI 4— remitimos a PLATÓN , Fedro 246a ss.; cf. MÁXIMO , XXVII 6; PS .-PLUTARCO , Sobre máximas de filósofos 898e.
7 En estos términos se define el amor en PLATÓN , Lisis 214e ss., Fedro 252c-253c, Banquete 189c-193c y Leyes VIII 837a.
8 La imagen que sigue de los caballos del alma presupone el famoso pasaje de PLATÓN , Fedro 253e ss.; cf. MÁXIMO , XLI 5 y las notas 31 y 32 al pasaje.
9 Cf. Ilíada VI 506-511 y XV 263-268.
10 «Irracional» (álogos) es conjetura de Meiser por el ádōros de los mss., defendido por Koniaris. Trapp sugiere en el aparato crítico «ateo» (átheos) . Hernández Muñoz propone la corrección áporos como eco de la caracterización del Amor en PLATÓN , Banquete 203e.
11 La enumeración de amores trágicos es tópica en la filosofía helenística: cf. CICERÓN , Tusculanas IV 32, 69-76 y LUCRECIO , La naturaleza IV 1037-1287.
12 Frente a la tónica dominante en los discursos del Banquete , Máximo destaca aquí la legitimidad de las relaciones heterosexuales; cf. PLATÓN , Leyes VIII 836b-837d.
13 Odisea IX 221-222.
14 Para el modelo pastoril del arte político, cf. PLATÓN , República V 459d-e.
15 Cf. PLATÓN , Protágoras 320e ss.; MÁXIMO , X 5, XXXI 4 y XLI 5.
16 El texto es dudoso; seguimos el propuesto por Trapp. Russell propone «se apresuran» (tachynoménōn) en lugar de «se hacen ilustres» (lamprynoménōn) .
17 HERÓDOTO , IX 108 ss., cuenta la historia referida a Artainte, no a Amestris, que era la madre de Jerjes.
18 Hemos seguido a Koniaris, quien atribuye el sintagma en idiṓtais a la oración que cierra el § 7, frente a Trapp, que la incorpora al comienzo del § 8, en cuyo caso habríamos de traducir: «Hay también entre los particulares una tiranía…».
19 JENOFONTE , Recuerdos I 2, 30, Banquete I 2; y PLATÓN , Banquete 193b.
20 Máximo reúne los dos Banquetes socráticos: el de JENOFONTE , al que asisten Critobulo y Calias, enamorados respectivamente de Eutidemo y Autólico, y el de PLATÓN , en el que intervienen Pausanias y Agatón.
21 Sobre esta costumbre cretense, cf. PLATÓN , Leyes VIII 836b. La describe en detalle ESTRABÓN , Geografía X 4, 21-22, probablemente siguiendo a Éforo de Cime, historiador del siglo IV a. C. La costumbre de los eleos aparece en el discurso de Pausanias en PLATÓN , Banquete 182b; JENOFONTE , República de los lacedemonios II 12-13, y Banquete VIII 34.
22 PS . LUCIANO , Amores 46 y PS . PLUTARCO , Erótico 765a.
23 HERÓDOTO , I 187, 3-5, refiere esta historia de Darío, quien, llevado de su ambición de riquezas, habría profanado la tumba de la reina babilonia Nitocris.
24 PLATÓN , Leyes VIII 838e-839a. Cf., para la recepción de esta idea en el platonismo medio, CLEMENTE DE ALEJANDRÍA , El pedagogo XX 9, 4.
25 Ilíada XX 303.