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Jeniffer Susana García Valerio, Perú Atesorando momentos

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Soy médica de profesión, erradicada en Lima-Perú desde hace dos años y ocho meses. Me tocó aprender otro oficio, pues inicié a trabajar en un programa de televisión llamado “Nota Universitaria”, órgano informativo de la universidad Ricardo Palma. Gracias a mi líder de trabajo, el Lic. José Castro Machado, periodista reconocido, quien me dio la oportunidad de formar parte de su equipo de trabajo y en donde confirme aquello de que quien solo sabe de medicina pues ni de medicina sabe. Y antes de la cuarentena me encontraba realizando día a día extensas jornadas de grabaciones, entrevistas, comisiones diversas en todo Lima, para llevar a cabo la realización del programa de televisión. Una rutina bien fuerte y movida, un ritmo bien acelerado sin duda, por lo que esos días de encierro tan necesarios para preservar nuestra salud fueron un cambio radical que se fomentó de manera brusca y simplemente con buena actitud fuimos amoldando a nuestro quehacer hogareño.

Una de las cosas más bonitas también, es que tengo un cachorrito llamado Charlie de un año y medio, un canino ligado con Chihuahua, todos los días se quedaba solo en nuestra habitación, pues mi esposo y yo debíamos salir a trabajar una jornada completa, y llegábamos de noche para hacerle cariños, mimos y dedicarnos a él. Literalmente mi canino fue el más feliz porque toda la cuarentena la pasó 24–7 de nuestro lado. Su felicidad era incomparable, una conexión inexplicable.

No hay duda de que debemos vivir cada día como si fuera el último y darle valor a todo lo que nos rodea por mínimo que sea, siempre agradeciendo a Dios cada día de vida y teniendo fe en que siempre lo que pasa es lo mejor, cada día es una página de nuestro libro de vida.

“La cuarentena”: un suceso inédito e inesperado para las nuevas generaciones, algo que ninguno de nosotros esperaba que ocurriera en nuestras vidas. Qué ironía es pensar que todo lo tenemos fríamente calculado, cuando la realidad del diario vivir demuestra lo contrario. Esta pandemia nos ha dado una lección de vida, una experiencia inolvidable. Y creo que no existe un ser humano en la tierra que pueda decir lo contrario.

En lo personal, había dado por perdido muchas cosas, entre ellas, por ejemplo, compartir un almuerzo en familia, un rico café con ese calor humano, una cálida conversación en medio de sonrisas, poder conocer con exactitud quién vive a tu lado, compartir con los más pequeños de casa, prestar atención con total libertad a tu mascota. En fin, puedo decir que hasta había perdido hábitos de lectura, todo por falta de tiempo, y lo que ahora entiendo, es que simplemente han sido excusas, porque nos acostumbramos a una rutina de vida, pero la cuarentena por covid-19 nos ha obligado a mirar donde antes no lo hicimos, esto sólo nos ha dejado una enseñanza y particularmente creo que es cuestión de preservar valores, organizar el tiempo, tener mente positiva, buena vibra, buena disposición, y humildad por encima de todo.

En el día número uno de cuarentena, exactamente el 16 de marzo del 2020, fue inigualable esa sensación de estar encerrados, y la gran pregunta fue, ¿Ahora qué hago? ¿qué hacemos? Empezó la preocupación por los alimentos, ¿Cómo rendirlos?, saber si continuará la jornada laboral y ahora virtual ¿Cómo será? Poco a poco, fueron transcurriendo los días, dolores de cabeza viendo noticias, el incremento diario de las medidas de bioseguridad, aun cuando estábamos encerrados.

Y de repente, las cosas fueron cambiando, para la segunda semana de cuarentena comencé a sentir síntomas de resfriado común, lo que pensaba, era normal por el encierro, jamás pensé que podía llegar a tener diagnóstico de covid-19, ya que en ningún momento salí de casa. Pasé exactamente catorce días enferma y cada uno de ellos era más fuerte que el otro, recuerdo que el día número ocho de estar enferma, en sus 24 horas, estuve recostada en mi cama sin poder levantarme, sin poder comer, sin olfato, sin gusto, pidiendo a Dios que no fuera coronavirus. Para los últimos días de la enfermedad tenía dificultad para respirar y dolor en el pecho, tenía mucho miedo, pero en el fondo ya sabía que sí era covid-19, así que decidí pedir apoyo médico para realizarme una prueba y efectivamente salí positiva. Ese día el médico me dio el resultado y yo me quedé fría, paralizada, con mucho temor, porque apenas eran los primeros veinticinco días de cuarentena y a todos nos daba mucho temor, porque muchas personas estaban muriendo y como es lógico, reinaba un ambiente de pánico, las medidas fueron las mismas para todos, porque en casa enfermó toda la familia, no había explicación ya que nunca habíamos salido y aun así nos contagiamos. Llegamos a la conclusión de que en la bodega o en el mercadito se pudo haber contraído la enfermedad, aunque sólo una persona de la familia era quien hacía las compras, seguimos encerrados haciendo el tratamiento, y reforzando las medidas de prevención para no complicarnos, pasaron los días y me recupere al igual que mis familiares.

Cada día le doy y le damos gracias a Dios por qué vencimos al covid-19, pudimos aconsejar a otras personas para que no se complicaran, y también para que previnieran la enfermedad, de un momento a otro ya ninguno en el hogar tenía síntomas, nos recuperamos y decidimos complementar nuestra salud realizando ejercicios; esperamos con ansias las 7:00 de la tarde para hacer bailo terapias, las cuales eran dirigidas por mi hermano y creamos un ambiente hermoso en familia, cada día cocinamos algo diferente, postres caseros, todos nos reunimos en la mesa a la hora del almuerzo para reír, contar historias, recordar anécdotas, y la esperada hora de la noche para tomarnos el cafecito, asomarnos a la ventana y ver las calles vacías, todo en absoluto silencio, en realidad fue hermoso, compartimos momentos y cosas que teníamos años sin hacer en familia, reinaba un ambiente de alegría, de entusiasmo y de ganas de continuar avanzando, esos momentos de encierro en cuarentena los atesoro en mi mente y corazón y nunca los voy a olvidar; aunado a ello, permanecer en cuarentena me recordó que lo más importante en la vida de un ser humano es tenervalores y que la familia si es la base fundamental de la sociedad, que no hay nada más bonito que poder compartir con tus seres queridos. Si, fue muy duro para muchas personas perder a sus seres queridos, pero tenemos que saber que en esta vida todo ocurre por un motivo y por una razón, todo pasa por algo, y que está en nuestras manos saber afrontar cada situación con valentía y con mucha fortaleza.

El Ser Confinado: Diarios de una Pandemia

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