Читать книгу El Ser Confinado: Diarios de una Pandemia - Nadia Corino - Страница 13
Gabriel Aignasse, Argentina Del control de carga, a sentir la carga
ОглавлениеVivo en la ciudad de Necochea, trabajo en el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria más conocido como el SENASA, mi tarea en el organismo se desarrolla en Puerto Quequén, soy supervisor de embarque, lo que hacemos es el control de la carga de los buques que vienen a nuestra unidad marítima, todo lo que sea cereales, oleaginosas y legumbres es supervisado por nosotros y una vez aprobado se exporta, siendo los responsables de la calidad fitosanitaria de la misma hasta que el buque llegue a su destino.
En nuestro trabajo no somos muchos inspectores así que una jornada normal es de doce horas, pero también lo son de dieciocho y veinticuatro, ya que cuando un barco entra a cargar nuestra gente tiene que estar siempre. De mi vida en particular tengo cinco hijos, cuatro de mi primer matrimonio, Matías que vive en Chicago, Agustina trabaja en la fábrica de lácteos de su madre en Azul, Camila estudia en La Plata, y Tomás que también estudia allá; Chabela mi hija del segundo matrimonio, vive conmigo; es la menor de doce años. Mi compañera.
Nuestra vida era normal antes de la pandemia: transcurre en ir a trabajar a la mañana al Puerto, previo pasar a buscar a la niñera para que se quede con Chabe, al medio día paso a buscarla para llevarla al colegio, de allí se vuelve al Puerto a la tarde se la retira del cole y se la lleva a natación el cual es un deporte que compartimos, yo nado a la mañana una hora y media casi todos los días, si hay inconvenientes en el Puerto no puedo ir, ese es un espacio muy esperado en el día por mí, es mi tiempo y realmente lo disfruto. Luego volvemos a casa a merendar o a veces se va con su mamá para luego volver a dormir a casa. La cena es un espacio en el cual siempre compartimos y después vienen los deberes del colegio, casi siempre con discusión de por medio ya que hay que estar arriba de los chicos porque nunca quieren hacerlos. Por eso debo ser un poco el ogro de la casa.
Una vez al año trato de salir de vacaciones; con todos mis hijos juntos, pero por sus edades, estudios y diferentes ciudades de residencia, se complica un poco. Igual lo vamos logrando bastante bien, aparte tengo una excelente relación con mi primer esposa Gabriela, nos consideramos mutuamente y compartimos mucho tiempo juntos. Ella vive en Olavarría y cuando mis hijos van allá, Chabe y yo vamos también y disfrutamos mucho el estar todos juntos, como así también compartir entre todos vacaciones. Es algo único esa relación que tenemos por suerte; fuimos todos juntos al egreso de Mati en EEUU. Luego nos tomamos unas vacaciones todos juntos y hace menos de un año fuimos a su casamiento todos también. Bueno, en resumen esa sería mi vida normal, y vale aclarar que en mi trabajo no existen fines de semanas o feriados; si el barco carga nosotros tenemos que estar ahí presentes para supervisar la mercadería que se exporta. Con nuestro deporte que es la natación también salimos a competir por la zona; en campeonatos provinciales y a fin de año los nacionales, así que hay que coordinar todo esto con los estudios y trabajo para poder asistir.
Nuestra normalidad fue cambiada de un día para otro. Primero fueron las noticias de una enfermedad en China llamada covid-19, el Coronavirus que empezó en un mercado en Wuhan algo que parecía tan lejano y que con el tiempo nos daríamos cuenta de que no lo era. En mi trabajo tratamos con tripulaciones de China constantemente ya que exportamos varios cereales y es uno de nuestros grandes compradores, así que me es habitual el saludo en chino y alguna que otra palabra en su idioma. Empezaba a nacer una preocupación en el Puerto, ya que muchas naves vienen a nuestra ciudad y sus tripulantes bajan y conviven con nosotros por varios días siendo normal verlos pasear como turistas. En el Puerto se empezó a hablar de protocolos que se deberían implementar para los barcos chinos o para aquellos que pasaron por China, pero aún era muy lejano. Los medios de comunicación empezaron a informar cómo esto se convertía en una pandemia; y lo lejano ya estaba en Ezeiza, nuestro aeropuerto internacional, y el mundo empezó a enfermarse y empezamos a tener ya no solo protocolos para estos buques que llegaban, sino para todos. Los barcos tardan de China a Necochea entre treinta a treinta y cinco días y era imposible que si alguien tenía esta enfermedad llegara sin síntomas. Los capitanes no querían que nosotros subiéramos al buque.
El 20 de marzo nuestro presidente dictó la cuarentena obligatoria para todos. Mi hija Chabela es asmática entonces estuvo adentro, si algo así le agarraba pondría en riesgo su vida. Avisé en mi trabajo de la situación de mi hija así que me dieron todo un protocolo de entrada a mi casa. Cabe destacar que la función que cumplimos es de personal esencial, ya que esta entrada de dinero es la única que tiene el país para hacerse de dólares, así que nuestro trabajo siguió en forma normal y fue creciendo, ya que se hicieron récord de exportaciones con la mitad del personal. El Puerto siguió trabajando y el doble. Cada vez que iba a mi casa me tenía que desvestir fuera poner la ropa en una bolsa entrar al baño previo decirle a mi hija que se vaya a su pieza, bañarme, y después ahí, saludarla, la bolsa de ropa al lavarropa. Como su niñera es mayor de sesenta años, se considera persona de riesgo, así que no venía, mi hija estaba en casa sola. Mis llamadas eran constantes, y volvía a hacer ese protocolo en el almuerzo, merienda y cena, pero no quería que ella se agarrara nada, también es una persona de riesgo, por su enfermedad. Luego me di cuenta que ella es más fuerte que yo. Así transcurrieron dos meses y seguía con la misma rutina. Su mamá vino a verla un día y se la llevó con ella. Al día siguiente me llama la psicóloga de mi hija diciéndome que la madre de mi hija era uno de los positivos de covid-19 en Necochea. ¡Me quería morir! Fui a buscar a mi hija a la casa de ella, llamé al número de covid-19 diciéndoles del caso y de que mi hija era asmática, nos hicieron ir hasta los contenedores, así se llama la unidad que se instaló enfrente del hospital para atender a los pacientes de covid-19 en Necochea, nos hicieron el hisopado y fueron los tres días más largos de mi vida, hasta que nos dieron el resultado y fue negativo, tuvimos que hacer catorce días de cuarentena y después la vida normal.
Un día en mi trabajo llovió y me moje quedándome así todo el día, por supuesto a la noche no me sentía nada bien y a la mañana siguiente menos, le doy aviso a mi oficina que me había engripado, no iba a ir por unos días por las dudas, le aviso a mi doctor Farago de esto, el cual me dice que no salga por una semana y que no esté con mi hija. Mis hijas vinieron a los cuatro días a buscar ropa y se quedaron una hora, tal vez un poco más, pero fue suficiente para que yo las contagie. Me confirman el positivo, mi angustia era mucha. Mis hijas se fueron a hisopar, Chabela positivo y mi hija Camila también. Empecé con 39. 9° de fiebre que no bajaba por nada, tos seca, dolor de cabeza, no podía respirar profundo, empezaba a toser y no paraba, y me ahogaba; no tenía hambre solo tomaba agua. Luego vino la diarrea y con todo esto el interrogatorio de todo el mundo de donde me lo contagie, llamaban a cada rato y a cualquier hora. Creo que a un ladrón o asesino se lo trata mejor. Al segundo día de esto me acordé de que estuve hablando con un transportista, habíamos hablado quince minutos, y sí recuerdo meter la mano dentro del camión y agarrarme del apoya brazo. Ese fue mi contagio, lo supe porque llamé a mi ex por si tenía el número del transportista y me dice que tenía covid-19. Tenía mucha fatiga y no podía caminar, me dijeron que me mandaban una ambulancia para internarme. Pero tengo un jardín de veinte metros por cuarenta metros, con rejas y cinco perros, se iba a complicar. Esperé. El único aliciente que tenía es que mis dos hijas que contagie no tenían ningún síntoma. Un día me dormí mal y al despertarme era otro.
No tenía nada, quería comer, respiraba normal, como si nunca hubiese tenido nada. Y es acá donde viene la segunda pandemia, la de la sociedad. Cuando me dieron el alta fui hasta los contenedores y al volver había un patrullero en casa. Me habían denunciado por salir. Mostré el alta. En el trabajo nadie se me acerca, todos saludan de lejos y tengo prohibido ir a lugares en los elevadores donde hay gente. Vivido esto, me anote para donar plasma, ya que quizás pueda ayudar a dar alivio a la gente que la puede estar pasando como la pase yo, y si algo dejó esta pandemia en mí, es que los amigos se ven en estos momentos y los que no lo son también, y que la gente le tiene mucho miedo a esto, y le temen más a alguien que lo tuvo, el cual ya es inmune.