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Álvaro Alberto Sirgott, Inglaterra “Emma: mi súper heroína”

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Aquí está el segundo encierro que ordenó el gobierno, se va a intensificar mañana y el jueves cierran fronteras, un poco engorroso, mucha gente ha perdido su trabajo porque bares y tiendas han cerrado para cumplir, y el gobierno se está encargando de muchos gastos, pero la economía se está paralizando.

Cuando se inició el primer encierro las personas se quejaron bastante, muchos creen que es una farsa. A mí me dio, y no lo es; y muchos no respetan las normas básicas de higiene y distanciamiento social. Cuando se decretaron las primeras medidas “de libertad”, poder salir, abrir las tiendas, la gente se volvió loca, nadie utilizó mascarillas, nadie respetó el distanciamiento y el Reino Unido encabeza Europa con el brote de coronavirus.

Yo empecé en la última semana de marzo a tener dificultades para respirar, sentía una tranca debajo de la garganta, llame al sistema de salud, me dijeron que me calmarla que podía ser psicológico, pero al día siguiente tenía fiebre que no bajaba de 40 grados y dificultades para respirar, vinieron tres personas tipo astronautas, con sus trajes antivirus, mascarillas, a tomar muestras a mi hija y a mí, mi niña tiene cinco años, las muestras fueron exámenes de sangre y serigrafía.

Pase una semana y media en cama, sintiéndome horrible, me dijeron que podía llevar a la niña con su madre, yo les dije que no, porque soy separado y siempre me ocupe de ella, su mamá no, se desentendió, aparte es asmática, y si pasa algo quizá sea más grave, así que yo me hago cargo.

Al día siguiente me tocaron la puerta y me dejaron todo el tratamiento en la puerta, y mucha comida, una fiebre que no bajaba de 42° toda la semana, antivirales, haciéndome cargo de la niña con un gran esfuerzo, porque no podía respirar bien, me levantaba asfixiado, con malestar en el cuerpo, con migraña que no se me quitaba.

Y mi niña cuidándome, haciéndose cargo de mí, en cosas básicas, alcanzarme las pastillas, servirme agua, ella se portó muy bien esa semana. Pero los niños parece que no tienen sangre en las venas sino gasolina de cohete.

Yo trabajo desde casa, soy programador y me dedico a la creación de tiendas virtuales, así que pude seguir trabajando del mismo modo, a pesar del encierro.

Me ordenaron encierro total por veintiún días a principios de abril y ya el sistema británico estaba colapsado.

Lo único que puedo agregar es que el vínculo con mi niña se fortaleció mucho. Ella es mi supe heroína, y a pesar de todo lo que ha pasado desde la separación de su mamá y la pandemia, se ha mantenido muy alegre y colaborativa. Soy muy afortunado de que Emma sea mi hija.

En tiempos de crisis, sin importar la edad, siempre aflora lo mejor del ser humano.

El Ser Confinado: Diarios de una Pandemia

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