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MAESTROS SIN ESCUELA

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UNAI FRESNEDO: A Josetxo lo conocí cuando yo ya estaba en Munster. Un fin de semana que volví a Bilbao, salí por la noche y me haría algún comentario de que tanto Jon como él estaban muy a disgusto con Polar, que estaban libres de contrato y que querían hacer otro disco. A la vuelta le propuse a Iñigo que les sacara el disco en Munster.

Iñigo les mandó cuatro días a Burdeos a grabar el Flock, Colibri, Oil con Kid Pharaon. Y, claro, para estos, cuatro días era meterles un estrés máximo. No quedaron contentos. Pero tampoco quedaron contentos conmigo, cuando luego les di cinco o seis meses para grabar el Moor Room. Estuvieron tres meses en el estudio Tío Pete y no terminaban de arreglarse en la mezcla con el técnico de allí. Estábamos paralizados y me había gastado el doble de lo que tenía previsto. Al final, dijeron, «ponemos nosotros la pasta que cueste ir dos días a IZ54 y hacemos la buena mezcla».

Es, sin duda, el disco más caro que he hecho. Solo en Tío Pete ya pagaría quinientas o seiscientas cincuenta mil pesetas; el doble de lo que costaba un disco de Maddening Flames grabado con Paco Loco o de El Inquilino con Ian Burgess. Y porque había que terminarlo, que si no podían haber estado toda la vida, como My Bloody Valentine, y no sacarlo nunca.

Y ese fue el palo: quedaron tan contentos con el disco que la mala repercusión les jodió más. Ninguno de los dos lo entendía. Muy buenas críticas, disco del año en Rockdelux, pero no terminaba de sonar en Radio 3. La gente no lo apreció. Pedíamos reportes de venta y… Fue un bajón. Sobre todo para Jon. Él se echó para atrás y dejó de interesarle salir y hacer.

Había una cinta, las TV Tapes, que habían hecho en un ocho pistas. Me pasó una casete Josetxo y estuvimos hablando de editarla, pero tuvimos una discusión a raíz de lo que habían pagado en IZ y no prosperó.

ROBERTO HERREROS: Entrevisté a Josetxo Anitua para Rockdelux en un BAM55. A la salida de la feria discográfica, Josetxo y yo nos sentamos en su coche, a petición suya, para estar más tranquilos. Tuvimos una conversación larga, agradable y sustanciosa. Era amabilísimo y bastante tímido. En la entrevista dijo, refiriéndose a la explosión indie, «a todos esos grupos les falta un sentido; el sentido de saber por qué hacen lo que hacen. Yo creo que no lo saben, ¿no?».

CÉSAR ESTABIEL: Josetxo fue el primero que planteó este tema. Sería en el 94-95. Cuando le preguntaban si creía que la escena indie se estaba acomodando, decía, «lo que tenemos que empezar a preguntarnos los grupos a nosotros mismos es por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo». ¡La de bandazos que hemos dado desde entonces!

FERNANDO PARDO: Que llegara gente que usara ciertos códigos que Josetxo creía que eran solo para iniciados tenía que joderle. Era como, «te gusta mucho y eres capaz de imitarlo, pero no lo sientes, no lo haces tuyo en lo más profundo».

Tiene mucho que ver con esa época de los 80. Parecía que, si estirabas fuerte de la asidera por donde tenías agarrada tu parte del mundo, podías cambiar un poco la órbita de la Tierra. Igual tampoco era para tanto, pero esa era la impresión que daba. Después, llegó un momento en que parecía que te iba menos la vida en ello. Más tarde, ya era, «lo que hay es lo que hay; no te engañes y no pienses que puedes».

ROBER!: No crearon tanta escuela. A nosotros nos marcaron mucho, pero la mayoría de los grupos que salieron luego fueron por otro lado. Cantaban en inglés y a todos les gustaba Sonic Youth, pero eran muy diferentes.

JUAN CERVERA: Estos grupos tenían más chicha. Es una generación perdida que nunca se ha revalorizado. Ni siquiera por los propios indies. Algunos citan a Fernando Alfaro, pero a Cancer Moon no los cita casi nadie. Es una generación puente, pero un puente roto, porque la generación del indie no se fijó en ellos. Es como si se la hubieran saltado.

Esos grupos tenían un nivel mucho más alto que la mayoría de indies posteriores a la hora de recibir y resolver las influencias. Y en eso también influye la cultura de cada uno: lo que has leído, las películas que has visto… Todo eso te sirve a la hora de componer. No a nivel musical, pero sí para lo que quieres transmitir. Los grupos que llegan después estaban más por la labor de mirarse en el espejo del grupo que les gustaba y ahí cometían un error, porque, si te lees los créditos de los primeros discos de Sonic Youth, están llenos de referencias a Harry Crews, Flannery O’Connor, Richard Kern… Escritores, pintores, directores… Ellos ya tenían esas referencias. Sin embargo, estos grupos nuevos se fijan solo en Sonic Youth. Se quedan en la superficie. El Inquilino Comunista ya copiaban directamente a Sonic Youth.

ROBER!: Si somos justos, tanto en Cancer Moon como en Los Bichos también había imitación. Había cosas que notabas que habían pillado al pie de la letra, pero esto ha pasado siempre y no es tan grave. El original total no existe.

IÑIGO PASTOR: Esta gente tiene un bagaje anterior. Es gente que fue asumiendo la poca información que recibían. Josetxo Anitua era de Eibar, un pueblo entre San Sebastián y Bilbao. ¿Qué coño llegaba allí? ¿Cómo? Lo suyo viene muy de abajo y muy de dentro. Ante todo son personalidades muy definidas. Ahora todo el mundo te sabe hablar de Joy Division, pero es muy distinto haberlo vivido en una adolescencia de bicho raro. Hoy a todo el mundo le gusta la Velvet Underground, pero estas personas llevaron ese testigo. Y eso se nota en cómo vestían, cómo hablaban, cómo caminaban, cómo respiraban y, claro, en la música que hacían. Luego hubo lo que hubo.

JAIME GONZALO: Tanto Josetxo de Cancer Moon como Josetxo de Los Bichos eran gente con vidas atormentadas. Por muchos factores. Y no los más románticos, sino los más cotidianos. En el caso de Ezponda, una madre enferma; en el de Anitua, una sexualidad mal asumida. Esa gente llevaba una vida ingrata. Dentro de sí tenían que haber muchos fantasmas, y veías que en otros grupos eso no existía: solo estaba el hedonismo de hacer música, el puro placer intelectual de hacerla. No había una necesidad de exorcizar fantasmas.

FERNANDO PARDO: Cancer Moon, como Los Bichos o como El Desvän del Macho, era otro grupo que tenía ese «reconcentrado del Norte». Un reconcentrado muy reconcentrado. Con esa mirada torva…

Cualquiera de los dos Josetxos eran un licor demasiado puro. Tú puedes pensar, «he conseguido el licor que tanto quería», se lo das a beber a tu abuela y la matas. ¡Eso hay que aguarlo! Ni siquiera se ha reivindicado demasiado con el tiempo. Era un quejido demasiado profundo que solo lo puede recibir alguien que emita el mismo quejido.

IÑIGO PASTOR: Eso es justamente a lo que un artista no debe renunciar. Otra cosa es un oficiante de música, que sí tiene que hacer concesiones. Para los dos Josetxos su misión era sacar adelante sus historias. Y a tomar por culo lo demás. Eso es lo más grande y lo que los diferencia. Con ambos grupos tuve que negociar y hacer contratos. Y no eran fáciles, precisamente porque lo tenían muy claro.

ROBER!: Con Josetxo hablaba alguna vez de reportajes donde se les metía en el indie, y él decía, «¿por qué me metéis aquí? Os llevo a todos cinco años y mi cultura es otra». Los Bichos y Cancer Moon eran grupos con mucho fondo. Uno de los males de la hornada indie es que tenían referencias muy obvias y cercanas. El tópico era: más atrás de los Pixies no han oído nada. Y se cumplía. Y si haces algo tan parecido a alguien sin tener más referencias, pierde interés.

JAIME GONZALO: Entiendo que una vez muerto el perro, muerta la rabia. No dejaron nada. Igual escuchas hoy esos discos de Cancer Moon y Los Bichos y están trasnochados. No han conseguido superar el Zeitgeist del momento. Sencillamente son eso: chispazos. Tampoco le podemos dar más magnitud.

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