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EL PRINCIPIO DEL FINAL DE UNA QUIMERA

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DAVID LÓPEZ: Entré a trabajar en RCA cuando Surfin’ Bichos acababan de sacar el disco de versiones, el Family Album. Era mi grupo español favorito. Había descubierto a los Surfin’ en la mili. Allí me junté con algunos colegas que me pasaban cintas. En una de ellas había canciones de Los Flechazos, de los Pleasure Fuckers y no sé si algo de Los DelTonos, pero ninguna me golpeó como aquella canción. Era «Sonidos», de Fotógrafo del cielo. Le dije a mi colega que me grabase el disco porque no lo encontraba en las tiendas.

El primer disco de Surfin’ que compré fue Hermanos carnales. Días después fui a la taquilla de la sala Revolver y me compré una entrada para el concierto de presentación. Me vendieron la 0001.

Era muy ilusionante estar trabajando en RCA, pero pronto conocí la realidad del grupo. Allí no tenían ningún valedor. Tras la salida de la anterior directora, Lydia Fernández, y por no haber conseguido las ventas deseadas con Hermanos carnales, aquello se desmontó. Me daba mucha pena que allí dentro nadie les dedicara ni un minuto de atención. Yo promocionaba el disco a escondidas. Llamaba casi a hurtadillas para que lo pusieran en Radio 3. Si me pillaba el jefe perdiendo el tiempo con eso, me la podía ganar.

FERNANDO ALFARO: Hicimos playbacks en directo. Era muy habitual en esa época. Eran encerronas. Te liaban, el mánager intentaba convencerte de que, si no lo hacías, te iban a putear en la emisora y, de repente, tenías que hacer un playback ante cuatro mil personas dentro de un camión de Los 40 Principales que se abría por un lateral. Esto nos pasó en el parque más grande de Albacete. El cerebro humano tiende a olvidar los traumas y las cosas chungas, pero es posible que lo hiciésemos alguna vez más, compartiendo escenario con grupos del momento tipo Modestia Aparte o cosas así.

DAVID LÓPEZ: Surfin’ Bichos sonaron en Los 40 y RCA haría todos los esfuerzos para conseguirlo, pero en ese momento no había un tejido independiente para promover a un grupo de ese perfil. Como mucho, se usaría la palabra alternativo, y ni siquiera creo que Surfin’ Bichos nacieran con esa vocación. Habían nacido para ocupar un lugar en el pop español, y en RCA tuvieron que intentarlo de todos los colores porque en los cajones encontré ediciones especiales de singles de los Surfin’ con el logotipo de Los 40.

FERNANDO ALFARO: La gira Alternative Tour se le ocurrió a Servando. Fue en el año 93, con el Family Album. Y no se llamaba Alternative Tour, sino Alternative TV Tour. Me pidieron un nombre que llevase la palabra alternativo, porque era una réplica a la gira Noise Pop. «Alternativo» se llamaba en esa época a Pearl Jam, que a mí ya no me gustaban entonces. No me gustaba la palabra «alternativo» y la única forma de resolverlo era ponerle el nombre del grupo Alternative TV. No les gustó y al final en el diseño del cartel el «TV» salía difuminado.

La propuesta inicial fue El Regalo de Silvia y Los Hermanos Dalton. No tenía nada contra Los Hermanos Dalton, pero los veía muy power pop. Me veía más cercano a Los Planetas. Julio Ruiz ya los estaba pinchando en Radio 3, me molaban más e insistimos en que tocasen ellos.

FLORENT: Fuimos a Barcelona, Madrid, Valencia y Zaragoza. Tocamos en sitios donde no habíamos estado y ante gente que iba a ver a Surfin’ Bichos. Era un reto chulo: tocamos media hora, hacías «La caja del diablo», tres o cuatro más y salías hecho un dios. No tenías delante un público exigente. Nadie conocía las canciones y la gente se movía por intuición o por la caña que dabas. Era como salir de fiesta: nos íbamos de viaje, teníamos camerino, compartíamos vivencias con otros grupos… Te sentías como una estrella del rock. Te sentías parte de una escena en la que siempre habías querido estar.

FERNANDO ALFARO: En la gira del Alternative Tour, Los Planetas lo petaron. De hecho, nos merendaban. Técnicamente, nosotros sonábamos mejor, pero ellos estaban encendidos. Nosotros íbamos con el cuarto disco y el momento de apoteosis inicial había pasado. Nuestro público se había calmado, pero ellos estaban en su momento de romper, de ahora o nunca.

FLORENT: De aquella gira tengo una imagen de Alfaro después de un concierto, con la frente apoyada en la pared, mirándola durante media hora o más, sin moverse, como si fuera el muro de las lamentaciones. Yo decía, «¿qué le pasa a este tío?». No entendía el porqué. Era por todo lo que llevaba encima y por su historia. Te llamaba mucho la atención, Alfaro.

JOAQUÍN PASCUAL: Para nosotros era muy divertido. Llegabas a las pruebas de sonido, compartías un rato con los grupos, echabas unas risas… Tocábamos con grupos que ya parecían que iban a ser importantes y que estaban encantados de tocar con nosotros. Eso te hacía sentir bien. Estábamos en los camerinos con J y todos los demás fumando petas. Estaban todos superlocos… No es que montes un grupo para vivir esto, pero convivir con otros grupos está muy bien y apenas lo habíamos hecho con los Surfin’.

El indie empezó a existir cuando nosotros ya acabábamos. Lo rascamos un poco de refilón.

FERNANDO ALFARO: Me sorprendió mucho que los grupos que salieron luego nos consideraran algo suyo. Desde el principio me gustaron Los Planetas y muchos de aquellos grupos, pero yo tampoco me veía tan cercano. Cuando escuchamos el primer EP de Los Planetas, Joaquín decía, «esto es como los Surfin’», y yo le contestaba, «¡qué dices, tío! A mí no me lo parece».

Cuando apareció Luis Calvo y el círculo de gente que montó Elefant, la revista Spiral y el festival de Benicàssim, en principio nos rechazaban. No teníamos buenas críticas en Spiral, donde ponían por las nubes cosas que con el tiempo se han desvanecido como hojas de otoño. Nunca me sentí parte de la escena indie cuando se referían a nosotros como los padres del indie. The Gun Club, los Cramps, los Violent Femmes, Dream Syndicate, Hüsker Dü… ¿Todo eso es indie o no? Para mí, sí. Hasta Nick Cave y Tom Waits lo son, pero entonces no existía esa etiqueta. Y más independiente que Robyn Hitchcock, no veo nada. Yo me identificaría más con los grupos del C86 tipo The Wedding Present que con grupos españoles posteriores.

Hay una frase que sé que J dijo cuando Los Planetas llegaron a RCA. Les comentaron, «qué bien, estáis aquí con Surfin’ Bichos, un poco como la nueva generación». Y J dijo, «los Surfin’ Bichos ya están. Nosotros somos la nueva generación que venimos a partir la pana». Era un síntoma de esa actitud lógica de matar al padre, pero sirvió para cerrar el coto de caza, para que lo que hoy entendemos como «indie de los 90» sea algo muy reconocible. Definir el indie tuvo éxito. Sirvió para tener algo que poner en los medios, pero eso también tenía sus peligros. Eso empobreció el panorama.


JOAQUÍN PASCUAL: Cuando grabamos El amigo de las tormentas, la compañía estaba un poco cansada de nosotros. Lo intentaron, no salió y eso repercutió en que Fernando sintiera presión para seguir. Él lo llevaba bastante en privado y no transmitía sensación de agobio. Solo en la última etapa vimos que estaba muy saturado.

Lo que invirtió RCA, comparado con lo que pondrían para la Pantoja, sería ridículo. Pero vieron que no salió la jugada y debieron de pensar: «A tomar por culo». A partir de ahí, como había un contrato que cumplir, les salía más barato gastarse dos millones de pesetas, que grabásemos el disco y que acabásemos el contrato, antes que ponerse con abogados.

FERNANDO ALFARO: Después de las expectativas over the top que hubo con Hermanos carnales, llegó el desencanto. En el grupo seguíamos siendo amigos y José Manuel72 se integró de puta madre, pero empezamos a distanciarnos. Con el tiempo entiendo por qué: Joaquín y José Manuel ya tenían hijos y tenían otros hábitos. Ellos dos crearon un núcleo, y por otro lado estábamos Carlos y yo. Yo con mis mierdas, y él con su vida.

El disco de versiones y El amigo de las tormentas están dentro del mismo clima de retraimiento. En las fotos del último disco salimos muy tapados. Entre nosotros se puso de moda llevar doble chupa: chaqueta tejana y otra de cuero encima. «Doblechupismo», lo llamaba Joaquín. Para mí es un detalle muy gráfico: en las sesiones de Hermanos carnales salíamos sin camisa y, de repente, volvíamos a encerrarnos, volvimos a retraernos sobre nosotros mismos. «Si no nos habéis entendido, que os den por culo.»

JOAQUÍN PASCUAL: La compañía influye cuando estás en un buen momento, pero también puede hacerte sentir un gusano y decirte, «lo tuyo no vale, lo tuyo ya no nos interesa, graba el disco porque lo tienes por contrato, pero, cuando lo acabes, adiós». Y eso marca una grabación. Hice ese disco yendo y viniendo de Albacete. Fui un par de días a grabar mis guitarras y teclados. Imagino que, entre otras cosas, porque no había dinero para nada más.

Fue una sensación de abandono completo, como cuando cortas con alguien. En la época de Hermanos carnales, los de RCA llamaban todos los días al estudio, como una novia pesada. Cuando grabamos El amigo de las tormentas eso había desaparecido. La compañía no sabía ni dónde estábamos. No querían saber nada de nosotros. Era el vacío absoluto. Sabíamos que aquello estaba tocando fondo, pero nos negábamos a reconocerlo.

Fernando tomó la decisión de separarnos una vez grabado el disco, pero estoy seguro de que él ya sabía que aquello se había terminado.

FERNANDO ALFARO: Grabamos el disco y se precipitó el final. Nos separamos en verano, pero no dimos la noticia. Engañamos a la compañía porque, sin grupo, no hubieran fabricado el disco. Fue mi venganza. Lo sacaron a finales del 94, pero de El amigo de las tormentas ya no hubo gira.

El final de Surfin’ fue cosa mía. La prueba es que ellos siguieron. Joaquín se había comprado un cuatro pistas, aunque ya teníamos el ocho pistas en el estudio. Yo le decía que trajera canciones, pero él ya no las traía, y yo estaba con la mosca detrás de la oreja. Es normal, yo había sido muy exigente. Mi teoría es que ya estaba pensando en montar otra cosa, y lo confirmé cuando salió Mercromina tan poco tiempo después. Me sorprendió y me jodió porque el primer disco de Mercromina me gustó muchísimo.

JOAQUÍN PASCUAL: Mercromina barajamos dos sellos: Radiation y Subterfuge. Subterfuge contestaron en seguida, les gustó la demo y fichamos con ellos. Ni corto ni perezoso, le dije a Carlos Galán que queríamos ir a grabar fuera, y él se partía el culo. «Esos tiempos ya han pasado», me decía.

En Subterfuge hablabas directamente con el director del sello, te fumabas un peta, te tomabas unas litronas… Todo lo que nos dio RCA fue increíble y no lo voy a poder a hacer nunca más, pero en Subterfuge aprendimos a tener los pies en la tierra y a saber bien lo que hay. Nada que ver con lo que habíamos dejado atrás. Todo empezaba otra vez desde cero.

FERNANDO ALFARO: Cuando acabó Surfin’, volví a trabajar en la gasolinera. Cuando Chucho firmamos contrato con Virgin y todo pintaba optimista, dejé el trabajo otra vez. Y terminé volviendo al final de Chucho. Nunca he trabajado en otra cosa. Para mí era el trabajo más cómodo del mundo. Trabajaba día sí, día no, excepto los fines de semana, que no trabajaba. Pero cuando iba estaba desde las siete de la mañana a las diez de la noche. Ahí tenía la guitarra, libros… Tenía mucho tiempo libre. Y una persona del pueblo me sustituía siempre que lo necesitaba. Lo dejé definitivamente en 2005. Traspasamos la gasolinera poco después.

JOAQUÍN PASCUAL: Nunca pensamos en términos de carrera. No digo que me sienta orgulloso de ello, pero fue así. Quizá porque supimos desde el primer momento que era un disparate absoluto tener un grupo en España y querer vivir de ello. Sabíamos que pasaríamos la juventud juntos, pero que ni de coña había dinero para vivir de eso. Éramos conscientes de que no iba a pasar y esa herencia la hemos llevado siempre. A mí, sinceramente, me ha venido bien pensar así para aguantar todos estos años. Si hubiese tenido ese objetivo, me hubiera frustrado hace tiempo.


FERNANDO ALFARO: La disolución de Chucho fue a principios de 2005, casi a la vez que la de Mercromina. La reunión de Surfin’ Bichos fue en 2006. La propuesta surgió del Primavera Sound a través de Mariano Tejera, que era mánager mío y de Chucho. La idea era hacer solo el Primavera. Tanto Joaquín como yo teníamos nuestros proyectos. Carlos estaba con Joaquín en Travolta y José Manuel estaba conmigo en Los Alienistas.

El grupo había quedado cerrado en falso y estaba bien retomarlo. No es que no hubiese habido gira de despedida, sino que salió un disco del que no hicimos gira. Todos estos grupos que se reúnen vivimos momentos espídicos. Parecía que todo tenía que pasar rápido y se precipitaban las separaciones cuando aún no estaba todo dicho. Si nuestra disolución o la de los Pixies fue fruto de la velocidad interna del grupo, no es tan raro volver. Yo puedo explicar la disolución de Surfin’ Bichos, pero no tengo claras las razones. No pondría la mano en el fuego por las razones por las que la provoqué. Ni siquiera la de Chucho. Alguna vez Joaquín me lo ha dicho: si en vez de disolvernos hubiéramos seguido a lo mejor tendríamos un estatus muy superior. Y, sí, tendríamos otro estatus, eso seguro.

La reunión de Surfin’ Bichos aún fue en época de vacas gordas. El Primavera Sound nos ofreció veinticinco mil euros por un concierto. Y por los cuatro del Wintercase nos pagaron ochenta mil. Nunca habíamos cobrado nada así. Ni por asomo. Económicamente fue muy rentable, pero además daba gusto tocar. Tenía todo el sentido del mundo hacerlo.

Surfin’ Bichos tuvo una vida azarosa y extraña. Esa gira de reunión con mogollón de público celebrando nuestros hits de ultratumba era una especie de cuenta pendiente. Los conciertos fueron un acontecimiento. Esa es la clave: «acontecimiento». «Yo estuve en la reunión de Surfin’ Bichos» no es lo mismo que «yo he ido a un concierto de Travolta o de Fernando Alfaro».

La leyenda de Surfin’, si la hubo, fue posterior a la disolución del grupo. Y con la gira recogimos el feedback de esa leyenda. Pero ese acontecimiento tuvo un reverso oscuro. Tanto Joaquín como yo pensamos que la reunión tiraría un poco de nuestras carreras en solitario. No fue así para nada, y eso fue un palo muy gordo. Uno nunca termina de aprender.

Pequeño circo

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