Читать книгу El error de tu venganza - Noelle Cass - Страница 12
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ОглавлениеKyle ya se encontraba esperándolo en el restaurante, cuando Cristopher entró por la puerta y una de las camareras se acercó a él. Fue en ese momento cuando Kyle advirtió su presencia y levantó una mano para indicarle dónde estaba sentado. Cristopher se encaminó hacia la mesa donde estaba Kyle; detrás, la guapa camarera lo siguió para tomar nota del pedido. Kyle se levantó de la silla y cuando Cristopher estuvo frente a él, esa vez se estrecharon la mano gentilmente. La chica que los atendía tomó nota de lo que iban a comer y los dejó a solas mientras les iba a buscar la botella de vino tinto que habían pedido.
—Bien, aquí estoy, espero que no tengas por costumbre seguir enlodando la imagen de Isabella ante mí —empezó diciendo Kyle midiéndolo con la mirada.
—Como te he dicho la primera vez, yo solo intentaba abrirte los ojos y que no sufras por Isabella todo lo que yo sufrí.
—Y te agradezco tus buenas intenciones, pero conozco a Isabella desde hace tiempo, y sé que no es el tipo de mujer que tú describes. En todo ese tiempo no ha tenido ninguna relación con hombres.
—Yo mantengo mi versión de los hechos, ojalá en su día tuviera a alguien que me previniera como lo estoy haciendo yo contigo, me habría ahorrado mucho sufrimiento.
En ese momento la camarera sirvió el vino, y minutos después, dejó sobre la mesa dos platos de chuletas asadas con salsa holandesa de guarnición. Permanecieron en silencio, mientras la chica servía la mesa. Cuando terminó, los volvió a dejar a solas de nuevo.
—¿Para esto me hiciste venir? —preguntó Kyle con el ceño fruncido—. ¿Por qué le guardas tanto rencor?
—Es cierto que le guardo rencor, para mí fue muy duro encontrármela en la cama con otro hombre —respondió, mientras cortaba un trozo de carne y se lo llevaba a la boca.
—Esto no tiene sentido —dijo Kyle, e hizo ademán de levantarse de la silla para largarse del restaurante, pero Cristopher lo detuvo poniéndole una mano en el hombro para que se quedara.
—Tengo que preguntarte algo sobre Isabella.
—¿De qué se trata? —preguntó Kyle alzando las cejas con curiosidad.
—¿Sabes si en el pasado a Isabella le ha sucedido algo que la dejara traumatizada?
—No tengo ni idea de lo que estás diciendo, si a Isabella le ha pasado algo grave, a mí nunca me lo ha dicho. —Esa pregunta despertó todavía más la curiosidad de Kyle—. ¿Cómo puedes saber eso si llevas años sin verla?
—Mi querido Kyle —empezó diciendo Cristopher—, estás muy equivocado, veo que todavía no has sido informado de las novedades —dijo mientras a su boca asomaba una risa burlona.
—¿A qué te refieres? —lo interrumpió Kyle, este estaba empezando a ponerse de los nervios.
—Anoche, Isabella y yo nos tomamos una copa de champán en su apartamento... los dos nos besamos, y bueno... la cosa se nos fue de las manos... ya me entiendes.
—¡¿Qué?! —exclamó Kyle lo más bajo que pudo, dadas las circunstancias. Cristopher lo acababa de dejar inmóvil como una piedra—. ¡Mientes! —habló entre dientes mientras lo miraba con una mirada furibunda.
—Es verdad, Isabella y yo nos amamos mucho en el pasado, y ya sabes que donde hubo fuego, cenizas quedan. Pero lo que tú pienses me da igual. Lo único que quiero saber es qué le pasó a Isabella para estar tan traumatizada.
—Y yo te dije que ella a mí nunca me ha contado nada sobre eso, si alguien debe saberlo es su amiga Anna, Anna Simmons. Seguramente sabes de sobra de quién se trata. —Finalmente Kyle no pudo soportarlo más y se levantó de su silla, y salió del restaurante lo más rápido posible y sin mirar de nuevo a Cristopher. Estaba muy furioso, tanto con Cristopher como con Isabella por no contarle lo que había pasado entre ellos. Si lo pensaba fríamente, ese día seguro que ella lo esquivaba para no decirle nada. Para él, en muchos aspectos, ella era como un libro abierto, su mirada se lo decía todo. Pero se sentía engañado e insultado porque ella no le contara esto. Hasta ese momento había creído que ella no le ocultaba nada, ¡qué equivocado estaba! Siguió caminando, ya que fue dando un paseo hasta el final de la calle donde se encontraba el restaurante. Quería llegar cuanto antes a su despacho, necesitaba pensar cómo iba a actuar a partir de ahora, de momento no le preguntaría nada a Isabella, no quería que se enterara de que se veía a escondidas con Cristopher, esperaba que en algún momento ella se lo llegara a contar. Y siguió caminando sumido en sus pensamientos hacia la calle donde estaban situadas las oficinas donde trabajaba.
Cristopher se quedó en el restaurante disfrutando de una buena taza de café, no tenía prisa ninguna, se iba a tomar la tarde libre. Ese día ya había dejado acabado todo el trabajo pendiente del despacho. Y aunque quisiera concentrarse, le iba a resultar demasiado complicado, las imágenes de Isabella lo asaltaban continuamente. Cada día se sentía más culpable por cómo la había tratado en el pasado. Muchas veces se preguntaba si no habría cometido un error al no querer escucharla. Sacudió levemente la cabeza para eliminar esos pensamientos. No podía permitirse el lujo de dejarse llevar por esos derroteros que no lo llevaban a ninguna parte. Si en todo este asunto había una víctima ese era él, Isabella le fue infiel en su propia cama, ni siquiera tuvo la decencia de buscar un hotel. Él había actuado correctamente al echarla de su casa y de su vida. Todos los días daba gracias a Dios porque esa noche su vuelo se había adelantado y por eso pudo llegar pronto a su casa, para encontrar a la mujer que amaba acostándose con otro hombre. Sé quedó paralizado y tuvo la sensación de que el corazón le iba a fallar en cualquier momento, ni en un millón de años se habría esperado eso de Isabella.
Después de beberse el café, se levantó y dejó un billete para pagar, salió del restaurante y se fue a dar un paseo por un parque cercano que había en esa misma calle. Mientras caminaba se puso a pensar en la conversación que mantuvo con Kyle. Él le había mencionado a una mujer llamada Anna Simmons, intuía que esa era la mujer con quien la había visto al llegar a Londres. Tendría que averiguar el número de teléfono de la oficina de Anna y concertar una cita con ella. Esperaba que ella no fuera reacia a hablar con él. Era la última oportunidad que tenía de saber qué le había pasado a Isabella. Tenía muy claro que por ella misma no iba a ser capaz de sonsacarle nada, se dijo, mientras llegaba al lado de un banco protegido por la sombra de los árboles y se sentaba. Su mente estaba hecha un lío. Lo que había pasado la noche anterior lo cambiaba todo, tendría que volver a planificar la venganza de otra forma. Se temía que después de lo ocurrido, Isabella no querría volver a verlo y eso él no podía permitirlo. No, cuando la había encontrado después de tantos años de búsqueda, frustración y dolor. No sabía por qué después de cinco años seguía tan dolido. La había amado con todas sus fuerzas y aún la seguía queriendo con todo su ser. Le era imposible arrancársela del corazón y eso le daba mucho miedo. Sabía que con la venganza no solo iba a acabar con Isabella, su propio corazón iba a quedar destrozado. Todo habría sido muy diferente si ella no fuera una mujer ambiciosa y cruel. Las ansias de llegar a la cima sin esfuerzos, habían sido su propia perdición. A ella no le fue suficiente todo lo que él le proporcionaba, no, ella quería mucho más, y la mejor forma de conseguirlo era vendiendo su cuerpo al mejor postor. Cristopher hizo una mueca de desagrado y asco. Él la había sorprendido con otro hombre, pero a saber con cuántos le fue infiel. La furia fue creciendo en su interior como un río del lava ardiendo, y se maldijo por estar tan ciego con Isabella. Ella había hecho un gran trabajo atrapándolo entre sus redes. Era consciente de que era una mujer muy bella y que causaba sensación por donde pisaba, los hombres quedaban rendidos ante sus encantos en cuanto la veían. Era una mujer que, con solo su presencia, brillaba por donde pasaba. Se pasó las manos por el pelo, se levantó y siguió caminando sin rumbo fijo. Necesitaba escapar de los recuerdos que lo atormentaban. Estaba empezando a pensar que regresar a la ciudad era un gran error. Volver a verla despertó todos los recuerdos del pasado que él había intentado relegar al rincón más lejano de su mente. Solo había sido verla y el pasado regresó de golpe y dejándolo atrapado en una vorágine de pensamientos y malos recuerdos.
Dos horas más tarde, regresó al coche, después de largo rato sentado al volante, arrancó el coche y con un fuerte chirrido de neumáticos salió del aparcamiento y puso rumbo a su apartamento. Tenía que acabar cuanto antes con Isabella, cuanto más tiempo pasara, más difícil sería la situación para él. Tomó nota mental de que al día siguiente buscaría la forma de conseguir el teléfono de Anna Simmons, la amiga de Isabella; seguramente Anna era la mujer con que la que Isabella compartía confidencias. Ella debía estar al tanto sobre la vida de Isabella, las mujeres lo compartían todo entre ellas, y mucho más si algo traumático le había sucedido a Isabella. Siguió conduciendo a gran velocidad por la ciudad, el tráfico era denso, pero Cristopher esquivaba con destreza a los otros vehículos.