Читать книгу El error de tu venganza - Noelle Cass - Страница 8
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ОглавлениеEse viernes el sol entraba a raudales en la habitación de Cristopher; aunque era temprano, la luz se colaba entre las cortinas del dormitorio, como si la mañana estuviera ya muy avanzada. Abrió los ojos parpadeando, y por unos minutos le costó enfocar la vista, finalmente lo logró y se estiró en la cama para desperezarse y miró el despertador, todavía eran las seis de la mañana, tenía tiempo suficiente para levantarse, hasta las ocho no tenía ninguna reunión por videoconferencia en su despacho. Esa era la ventaja de tener la oficina en su casa, él mismo se marcaba los horarios de trabajo. Solía usar videoconferencias con otras filiales que pertenecían a sus empresas, aunque prácticamente todos los empleados que tenía eran de su total confianza, solía hacer una visita rutinaria de vez en cuando. Le gustaba el trabajo bien hecho, y eso la gente que trabajaba para él, lo tenía muy claro y cumplían con éxito las funciones encomendadas.
Perezosamente se levantó de la cama, dejando a la vista un torso desnudo y perfectamente definido, esa noche se había puesto un pantalón de pijama. Se fue a la cocina y preparó un café bien cargado para despejarse. Mientras hervía el agua, hizo una lista mental de las tareas que ese día tendría que hacer la chica de la limpieza, y después lo apuntó en un cuaderno que dejaba siempre a la vista para que Sally lo viera. El agua hirvió y la mezcló con el café. Ya con la taza en la mano se apoyó en la encimera y sus pensamientos vagaron hacia Isabella. Esperaba que ella no se negara a ir al restaurante ese día, lástima que Kyle todavía no hubiera respondido a su mensaje, hizo una mueca de desagrado, pero no pasaba nada, se dijo para sí, ya tendría la oportunidad de hablar con él y destrozar la buena imagen que tenía de Isabella. Había que estar ciego para no darse cuenta de que Kyle estaba enamorado de Isabella. Si ella pensaba que tendría una oportunidad para ser feliz con Kyle, él mismo iba hacer que ese sueño se rompiera en mil pedazos, para que se bajara de la nube en la que parecía que ella se encontraba.
Se acabó el café, dejó la taza en la encimera y fue al baño a darse una ducha. Diez minutos después, salía del cuarto de baño con una toalla colgada alrededor de la cintura, dejando a la vista un cuerpo de infarto. Y con otra, se secaba el pelo mojado y fue directo a la habitación. Para ese día, escogió un traje gris claro con una camisa blanca y corbata a juego con el traje, los zapatos eran negros. Se echó una última mirada en el espejo y se peinó el cabello. Diez minutos más tarde, salió del dormitorio y fue al despacho. Esa mañana no tenía mucho trabajo pendiente a expensas de la videoconferencia, ya que lo fue adelantando a lo largo de la semana. Tendría mucho más tiempo para seguir tramando su plan en contra de Isabella.
Se sentó en el asiento y cogió el teléfono para llamar a la oficina de Isabella, marcó el número que tenía apuntado, pero el teléfono sonaba y sonaba y nadie respondía, frunció el ceño y miró el reloj de pulsera de oro que llevaba puesto, ya pasaban de las siete y media de la mañana y a esa hora Isabella ya tendría que estar trabajando, ¿lo estaría ignorando?, se preguntó. Se dijo que podría ser una posibilidad. Más tarde llamaría de nuevo e intentaría hablar con ella para asegurarse de que no iba a faltar a la cita. Dejó el teléfono sobre el escritorio, encendió el ordenador y esperó a que se produjera la conexión con el encargado de la filial, mientras esperaba su mente volvió inevitablemente a Isabella. Si ella lo rechazaba tendría que cambiar su táctica. La buscaría una y otra vez hasta que cayera de nuevo en sus redes, ahora más que nunca, estaba más que decidido a seguir con sus planes. No importaba las trabas que Isabella le pusiera en el camino. Él conseguiría finalmente lo que tantos años llevaba deseando, vengarse de la mujer que tanto daño le había hecho. Volvió a coger el teléfono, marcó de nuevo el número de ella y se apoyó hacia atrás en el respaldo del asiento, mientras el teléfono sonaba una y otra vez.
Isabella en su oficina estaba hecha un manojo de nervios, el teléfono sonaba y sonaba de forma insistente y ella no quería responder, sabía perfectamente de quién se trataba y no quería tener nada que ver de nuevo con él. Ahora estaba más decidida que nunca a que Cristopher no volviera de nuevo a entrar en su vida, no podía permitirlo. Kyle tenía toda la razón advirtiéndola y su cabeza le decía lo mismo, pero su corazón se negaba a ir al mismo ritmo que su cabeza. Su corazón deseaba darle de nuevo una oportunidad, pero la razón la rechazaba de lleno, estaba claro que Cristopher tramaba algo serio contra ella. Por eso se negaba a responder al teléfono, que seguía sonando insistentemente, como si la espada de Damocles pendiera sobre su cabeza y pudiera atravesarla en cualquier momento. Finalmente optó por desconectar el teléfono para que dejara de sonar. Estaba muy decidida a no prestarse a los juegos de ese hombre que tanto daño le había hecho, no si quería seguir viviendo con la tranquilidad y la paz que tanto le había costado conseguir y que no quería perder por nada del mundo. Aparte de la advertencia de Kyle, había un hecho que le preocupaba también, ¿por qué Cristopher quería hablar con Kyle? ¿Qué demonios se traía de nuevo entre manos? Que ella supiera, por parte de Kyle solo existía una animadversión muy grande hacia ese hombre. Tenía que andarse con mucho cuidado si no quería caer de nuevo en la garras de Cristopher.
Un cuarto de hora más tarde, Kyle entró en el despacho de Isabella para preguntarle si le apetecía ir a tomar un café a la sala de descanso. Ella aceptó encantada el ofrecimiento, necesitaba relajarse unos minutos y dejar de pensar en el dichoso teléfono que sonaba a lo largo de la mañana. Ya en la sala, se sirvieron un cortado para Kyle y uno con leche para Isabella, también cogieron unos pastelillos de crema de la máquina expendedora. Como había bastante gente, se sentaron en un hueco que encontraron en una mesa y se pusieron a charlar de nada importante, ya que no querían que la gente que se encontraba en la sala escucharan sus problemas. Aunque parecía que solo se preocupaban de sus cosas, enseguida aguzaban el oído cuando había algún chismorreo candente. Eso era lo que menos soportaba Isabella, pero el chismorreo se había dado a lo largo de la vida, muchas personas no eran capaz de sacar adelante sus propias vidas, pero eran capaces de organizar la vida de la gente y decidir qué cosas hacían bien y hacían mal. Veinte minutos después, volvieron a la oficina de Isabella, mientras caminaban por el pasillo, Kyle le hizo la pregunta que tanto tiempo estaba deseando formular.
—Al final, ¿qué has decidido sobre Cristopher? —preguntó con curiosidad.
—Lo he estado pensando y al final no voy a ir, tienes razón, ese hombre trama algo contra mía y no quiero que me haga sufrir de nuevo.
Kyle suspiró aliviado mientras contestaba:
—Has tomado la decisión acertada, no soportaría ver cómo ese malnacido te arruina de nuevo la vida.
—Es por eso por lo que no voy a ir a esa dichosa comida, si me presento en el restaurante será el principio de mi fin, sé que me hará caer de nuevo y eso es lo que pretendo evitar.
Llegaron a la puerta del despacho de Isabella, y Kyle la invitó a comer a un restaurante diferente para que no hubiera posibilidad de encontrarse con Cristopher. Ella aceptó encantada la invitación. Se despidieron e Isabella entró en su oficina, se fue al asiento y encendió de nuevo el ordenador decidida a trabajar un rato más, siguió con el teléfono desconectado para que Cristopher no la molestara, con ese plantón quería dejarle muy claro que esta vez no iba a permitir que le destruyera la vida.
Mientras, en su despacho, Cristopher lanzó el teléfono sobre el escritorio soltando una sarta de improperios. Isabella había desconectado el teléfono para no hablar con él. No se había esperado esa jugada por parte de ella, pero no le importaba, con paciencia y todo bien planeado la tendría de nuevo doblegada ante él. No importaba que ese Kyle la estuviera aconsejando. Se imaginaba que ella estaba actuando de esa forma ayudada por ese hombre, que la debía estar advirtiendo sobre los motivos que tenía él para acercarse de nuevo a ella. Pero tenía muy claro que él iba a pasar por encima de esos consejos y de la protección que Kyle le estaba proporcionando. Cuando se proponía algo iba con las consecuencias hasta el final, eso lo tenía muy claro, no había llegado en la vida hasta lo más alto, si dejaba aplastarse como un ratoncito asustadizo. Giró el asiento hacia el ventanal y se puso a pensar en la próxima estrategia que iba a seguir. El primer intento de introducirse de nuevo en la vida de ella había fallado, pero el próximo no fallaría, eso lo tenía muy claro. La vería destruida, aunque fuera lo último que hiciera en la vida, pero Isabella no iba a salvarse de su venganza.
Noches después, Isabella se movía inquieta entre sueños y envuelta en sudor. En ese sueño, ella estaba vestida de blanco mientras intentaba escapar de las garras de Cristopher. Él se reía a carcajadas desde el altar de la iglesia. Mientras ella corría incansablemente para alejarse cuanto antes de esa cruel risa. Y que por momentos le parecía escuchar que le decía que podía correr lo que quisiera, que él la encontraría. Y después volvían a resonar una y otra vez en su cabeza esa risa que le erizaba el vello de la piel. Mientras seguía corriendo sin llegar a ningún sitio en concreto. Lo único que veía era un camino interminable que parecía que no tenía fin, y no tenía ni idea de a dónde la llevaba. Lo único que quería ella, era alejarse lo más lejos posible de la crueldad de Cristopher. Pero estaba tan cansada de correr que empezaba a hiperventilar por el agotamiento, le daba la impresión de que llevaba siglos corriendo. Después de largo tiempo, llegó al final del camino por el que avanzaba y se encontró con una puerta. Se paró un rato al lado de la puerta y respiró profundo para que sus pulmones recibieran el oxígeno que necesitaban. Después de unos minutos, indecisa, se decidió por abrir la puerta. Para encontrarse con la imagen de Cristopher, frente a ella. Isabella ahogó un grito de pánico. Estaba elegante con un traje negro y camisa blanca. Tenía una postura indolente con las piernas separadas y los brazos en jarras. La cabeza ladeada y en sus labios una sonrisa de satisfacción. Entonces, él habló:
—Por mucho que corras no escaparás de mí, serás mía cueste lo que cueste, por mucho que corras.
—¡Nooooo!, ¡déjame en paz!
—¡Nunca!, ¿me oyes, Isabella?, ¡nunca! —exclamó él con triunfo mientras veía cómo a ella se le desencajaba la cara de miedo.
—¡Nooooo, nooooo! —siguió diciendo ella mientras deba más vueltas y vueltas en la cama y luchaba desenfrenadamente con las mantas de la cama. Al poco rato abrió los ojos y se sentó en la cama, mientras se llevaba una mano al pecho y respiraba entrecortadamente, intentando que sus pulmones cogieran aire. Encendió la lámpara de la mesita de noche y tras echar una mirada alrededor, se dio cuenta de que estaba en su dormitorio y que todo lo que había vivido, era una pesadilla. Separó las mantas y se levantó de la cama tras consultar el despertador y ver que todavía eran las cuatro de la mañana. Se puso una bata y salió en dirección a la cocina para prepararse un té, para que la ayudara a calmarse. Había sido un sueño tan real, se decía para sí, mientras avanzaba por el pasillo. Sintió verdadero pánico y su cuerpo se estremeció como si en ese momento la sorprendiera una corriente de aire gélido. Se sujetó con firmeza el lazo de la bata y sacudió la cabeza. No podía dejar que Cristopher se convirtiera de nuevo en el centro de su Universo. Sabía perfectamente que él no tenía buenas intenciones con ella y que tramaba algo. Tenía que seguir con su vida y olvidarse de él. Con esa intención había rechazado su invitación una semana atrás. Pero él parecía haber regresado de los infiernos para destruirla, sabía que estaba sola y desprotegida, que era una presa fácil. Pero iba a demostrarle a Cristopher que no estaba tan sola como él creía, tenía a Kyle, él la ayudaría. En cuanto lo viera tenía que hablar urgentemente con él, iba a ayudarla, no podía dejar que Cristopher avanzara en su juego de destrucción contra ella. Ya en la cocina, llenó la tetera con agua y encendió el fuego. Mientras el agua hervía, cogió una taza de las alacenas y en otra cogió un sobre de té. En cuanto la tetera silbó, llenó la taza y dejó que se enfriara un poco, después cogió la taza y dando un sorbo se fue a la sala de estar y encendió la tele. Sintonizó su canal favorito de series y así estuvo durante una larga hora, hasta que vació el contenido de la taza, la dejó sobre la mesita y volvió al dormitorio. Se quitó la bata y se deslizó de nuevo sobre las sábanas y se tapó. No tardó mucho en volver a quedarse dormida. Esta vez, el sueño fue más placentero.
A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol se colaban por la ventana del dormitorio. A Isabella le hubiera gustado quedarse mucho más tiempo en la cama, pero minutos más tarde, sonó el despertador. De mala gana se levantó y se fue a la cocina a prepararse una buena taza de café, necesitaba una buena dosis de cafeína para despejarse. Cuando la cafetera acabó se sirvió el café y cogió unos pastelillos de la alacena. De la nevera cogió un cartón de leche y añadió un chorro al café. Cogió la taza y apoyada sobre la encimera y sumida en sus pensamientos, se bebió la deliciosa mezcla. A su mente regresó la pesadilla que había tenido con Cristopher durante la noche. Pero enseguida sacudió la cabeza para despejar su mente de ese hombre. Minutos después enjuagó las dos tazas en el fregadero y las dejó secando en el escurridor. Se duchó y se vistió con un traje compuesto de chaqueta y pantalón turquesa, una blusa blanca y zapatos de tacón en un tono muy parecido al traje. Se aplicó un discreto maquillaje y recogió el pelo en un moño bajo la nuca. Media hora más tarde, salió de su apartamento y se fue hacia su plaza de aparcamiento. El día era espléndido y tenía muy claro que no iba a dejar que nada enturbiara tan maravilloso día. Ese día no tenía mucho trabajo pendiente, ya que lo había adelantado los últimos días quedándose un rato más de lo normal en su despacho. Le apasionaba lo que hacía, era una revista muy importante de actualidad, Kyle y ella ocupaban uno de los cargos más importantes, después de los fundadores de la firma. Le había costado mucho esfuerzo llegar hasta donde había llegado. Tuvo que pasar por una difícil formación después de que aceptaran su solicitud de empleo. En la que se presentaron cientos de candidatas para ocupar el puesto de becaria, que es por donde había empezado. Gracias a su esfuerzo y tenacidad, fue ascendiendo rápido hasta llegar a alcanzar el puesto que tenía ahora. Ella hacía balances, presupuestos y dirigía a parte del personal con el apoyo de Kyle. Ya en el aparcamiento se subió al coche, arrancó y lentamente se fue incorporando al escaso tráfico que había, ya que era todavía muy temprano y se dirigió a la calle donde estaban las oficinas. Aparcó en su plaza y vio que Kyle estaba bajando del coche. Él la vio y alzó la mano para saludarla, ella lo imitó y lo saludó también. Bajó del coche y se acercó a Kyle que la esperaba pacientemente para entrar juntos en el edificio. Después de un alegre «buenos días» caminaron hasta el edificio charlando de ningún tema importante. Kyle, de vez en cuando, miraba de reojo a Isabella, aunque ella quería disimular, él intuía que algo le estaba pasando. La conocía desde hace años y había aprendido a conocerla y preocuparse por su bienestar. Muchas veces se lamentaba de que Isabella no pudiera enamorarse de él y se enamorara del desgraciado que le había hecho tanto daño. Si él hubiera llegado mucho antes a su vida, Isabella en esos momentos sería una mujer muy diferente y enamorada. Llegaron a recepción y subieron como siempre a la sexta planta.
—Nos vemos en el almuerzo —dijo Isabella, dándole un beso a Kyle en la mejilla.
—Claro, podemos ir a comer juntos —dijo él sorprendido por el gesto que había tenido Isabella con él.
—Gracias por todo el apoyo que me das, eres una buena persona.
—Sabes que lo hago encantado.
—Eres una persona única, Kyle, nunca me arrepentiré de haberte conocido.
—Yo siento lo mismo que tú, deseo que algún día puedas sacar de tu corazón a ese hombre que te ha hecho tanto daño y puedas llegar a enamorarte un poquito de mí, me enamoré de ti desde el primer momento en que te vi —dijo él, mientras entrelazaba sus manos con la de ella y se las llevó a los labios para besarlas.
—Eres un hombre muy atractivo, Kyle, me gustaría mucho corresponder a ese sentimiento…
Fueron interrumpidos por un carraspeo femenino. Los dos se separaron e Isabella miró a la mujer que observaba divertida la escena. No era otra que Anna, su mejor amiga. Isabella quiso que, en ese momento, se abriera el suelo a sus pies y se la tragara la Tierra. Estaba tan avergonzada. Kyle se despidió de ellas y se fue a su despacho. Ellas entraron en el de Isabella que estaba más cerca. Anna seguía con una expresión divertida en la cara. Le gustaba mucho Kyle para su amiga y deseaba que Isabella correspondiera a los sentimientos de Kyle algún día. Eso significaría que su amiga se habría olvidado para siempre de Cristopher, y de todo el daño que le había causado a Isabella en el pasado. Se sentaron, Isabella en su asiento y Anna enfrente de Isabella. Minutos después, pidió a su secretaria que les sirviera unos cafés a las dos. Guardaron silencio el tiempo que la secretaria permaneció en el despacho sirviendo los cafés y unas galletitas para acompañar.