Читать книгу El error de tu venganza - Noelle Cass - Страница 7
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ОглавлениеIsabella permaneció inmóvil donde estaba, como si le hubieran pegado los pies al suelo, ya que no se podía mover por el miedo, no le hacía falta volverse hacia el sofá para saber de quién se trataba. La reacción de su cuerpo le dijo que era Cristopher, el que estaba en su oficina. Lentamente se giró hacia el sofá y pudo ver que él estaba sentado tranquilamente en el sofá y a su lado tenía un ramo de flores, para ser más exactos, eran unas rosas rojas y blancas, las preferidas de Isabella; por un momento, se quedó sorprendida que Cristopher recordara ese detalle después de tantos años separados.
—¡Qué estás haciendo aquí! —exclamó indignada.
—Buenos días, Isabella —dijo él levantándose perezosamente del sofá, con el ramo de flores en la mano.
—Que haya aceptado tu invitación no significa que puedas presentarte en mi despacho cuando quieras.
—Solamente he venido a hacerte una visita de cortesía, de amistad —mientras hablaba, acortaba la distancia que los separaba, Isabella se quedó mirándolo hipnotizada, no podía apartar la mirada de ese atractivo hombre. Después de tantos años, su presencia todavía le afectaba.
—Tenía ganas de verte, y quiero asegurarme de que no te vas a echar atrás con la invitación a comer. —Cuando ya estuvo cerca de ella, le entregó el ramo de rosas. Ella vaciló, pero finalmente aceptó las flores, aspiró el suave aroma de las rosas que le evocaba recuerdos del pasado, cuando ellos eran felices y para Isabella no existía otro hombre más que Cristopher, se obligó a volver al presente.
—No... no, por supuesto que no voy a cancelar la comida.
—Me alegro de escuchar esa respuesta. —Y con la mano, empezó a acariciarle la cara. Isabella se perdió en las sensaciones que esa simple caricia le hacía sentir a su cuerpo. Cerró los ojos y dejó que sus sentidos disfrutaran del contacto de la piel de Cristopher sobre la suya.
Cristopher disfrutaba viendo cómo ella reaccionaba a sus suaves caricias. Pero no estaba preparado para las sensaciones que a él le hacía sentir, con ese simple gesto. Volver a acariciar la suave y delicada piel de Isabella, le devolvieron a su mente recuerdos del pasado que creía dormidos. Después de tantos años, no podía creer que pudiera seguir amándola, pero en ese momento, supo que nunca iba a poder olvidarla, quizás ella pudiera rehacer su vida con otro hombre, pero a él le sería imposible enamorarse de otra mujer que no fuera Isabella.
A regañadientes, rompió el contacto y se separó de ella, mientras la seguía mirando fijamente con intensidad. Isabella parpadeó varias veces confundida, le dolía que él se separara de ella.
—Sigues siendo una mujer muy bella, Isabella. Y tu... piel sigue siendo tan suave y perfecta como la recordaba.
—Gra... cias —dijo ella balbuceando, parecía que su cerebro era incapaz de coordinar ninguna palabra coherente.
—Te invito a tomar un café, ¿quieres? —preguntó él, mientras en sus ojos apareció un brillo fugaz, que Isabella no pudo descifrar.
—Noo... hoy... me es imposible, Kyle y yo... tenemos mucho trabajo.
—Ahhh y ese Kyle... y tú estáis saliendo juntos —Esperaba de todo corazón que ella le respondiera negativamente.
—No, en absoluto, Kyle y yo somos buenos amigos, pero nada más —se negaba a confesarle que Kyle estaba enamorado de ella.
La respuesta agradó a Cristopher, no tenía impedimento alguno para seguir con sus planes. Y si se diera el caso de que ella no le hubiera dicho la verdad, y ese hombre era su amante, él haría que Isabella rompiera la relación con ese Kyle. Cuando los había visto en el restaurante, se había fijado en la cara de Kyle y cómo la miraba embobado, claro que estaba enamorado de ella, se dijo, mientras se iba hacia la puerta del despacho dispuesto a marcharse, quería dejar a Isabella con ganas de sus caricias, pronto la tendría comiendo de la palma de su mano. E iba a disfrutar de cada segundo y cada minuto con ella.
—En ese caso, me voy para que puedas trabajar, te llamo el jueves para recordarte la cita, ¿te parece bien? —ella asintió positivamente con la cabeza y él sonrió—. Hasta el jueves entonces —dijo él. Acto seguido salió del despacho, Isabella se fue hacia el escritorio y se derrumbó en el asiento. Estaba hecha un flan, las piernas no la sostenían, parecían de gelatina, y tenía los nervios a flor de piel. Ese hombre seguía causándole estragos, después de tantos años. La había acariciado, una delicada caricia que no quería que se rompiera nunca, lo seguía amando como el primer día, pensó, mientras se llevaba el ramo de flores a la nariz para olerlo. Los recuerdos del pasado continuaron regresando a su mente.
Mientras Cristopher salía del edificio de oficinas donde trabajaba Isabella, sonreía feliz, su plan marchaba a las mil maravillas y se felicitaba por ello. Ella no tardaría en caer rendida de nuevo en sus brazos. Lo tenía muy claro, y así se lo había demostrado hacía unos momentos, cuando la había acariciado. Pero tenía que andarse con pies de plomo, no podía correr el riesgo de volver a caer en las redes de Isabella. Ese breve contacto le había servido para darse cuenta de que todavía la seguía amando con todo su ser, y no quería volver a sufrir por ella otra vez. No después de tanto tiempo luchando con los fantasmas del pasado.
Llegó al aparcamiento y subió al coche. Se incorporó a la circulación y aceleró. Tenía que seguir su plan de seducción. Iba a lograr que Isabella se casara con él. Por fortuna, no tendría que esperar por mucho tiempo, sabía que él le atraía. Solo era cuestión de tiempo y paciencia.
Una hora más tarde, Isabella seguía en su despacho con la mirada perdida. Aunque había intentado concentrarse en el trabajo, le había resultado imposible. La visita de Cristopher causó estragos en su mente y en su cuerpo. Los dos no dejaban de evocarle recuerdos del pasado. Y después de una hora, todavía no se pudo recomponer del contacto de su piel, con la de él. Tenía que ser fuerte y no ceder, se decía, no podía dejar que Cristopher derribara de nuevo sus defensas. Pero era justamente lo que estaba haciendo, no sabía con qué intenciones, pero su mente, cuando conseguía pensar con claridad, le decía que él no estaba tramando nada bueno, después del viernes se olvidaría por completo de él. O al menos lo iba a intentar. Esperaba que Cristopher no siguiera molestándola.
Quince minutos después, Kyle entró en el despacho cargado de documentos, no le había mentido a Cristopher respecto al trabajo, tenían mucho trabajo pendiente y ver a Kyle cargado con los archivadores, le hizo despejar la mente para concentrarse en el trabajo y olvidarse del hombre que había estado en su oficina, los restos de su perfume seguían inundando sutilmente la estancia. Finalmente, consiguió concentrarse en todo el trabajo que tenían. Dos horas más tarde, hicieron una pausa para salir a comer algo. Tanto Kyle como ella, estaban agotados y decidieron tomarse un respiro.
Ya en su propio despacho, Cristopher estaba sentado en el sillón, contemplando el paisaje sonriendo. Estaba contento como estaba saliendo todo.
Se obligó a girarse hacia el ordenador y seguir trabajando, tenía que acabar unos proyectos que quería presentar dentro de dos días a su asesor, para pedirle su opinión en relación con ese negocio y necesitaba tener recopilada toda la información posible. En relación con el trabajo, le gustaba tener todo bajo control y en orden. No había llegado a donde estaba, sin esfuerzo. En lo amoroso, no se dejaba encandilar por las mujeres, aunque había tenido un par de amantes, un par de años después de dejar a Isabella. Varias mujeres habían intentado introducirse en su mundo, pero él las frenaba en seco, quitándoles las esperanzas de un futuro con él. No iba a volver a arriesgarse de nuevo a sufrir por amor. Además, necesitaba tener fuerzas para seguir con su venganza en contra de Isabella, y si tenía otra mujer a su lado todos sus esfuerzos se esfumarían, si ella se daba cuenta de que estaba con otra mujer. Ahora que la tenía tan cerca, no podía darse el lujo de que ella desapareciera de nuevo de su vida, esta vez no iba a dejarla escapar, mientras pensaba con una risa cínica. Esta vez Isabella no iba a salirse de rositas, pagaría con creces su traición.
Finalmente, se obligó a concentrarse en los documentos, necesitaba tener los proyectos terminados lo antes posible para que Harris los viera y le diera su opinión. El hombre era un experto en finanzas y sabía de muy buena tinta los negocios que eran viables y cuáles no. Por eso llevaba muchos años trabajando para Cristopher. Su éxito financiero se lo debía a ese hombre. Entre los dos formaban un buen equipo, él ponía las ideas y el capital necesario, el otro aportaba sus conocimientos en los negocios.
Al acabar se levantó y fue a la cocina a prepararse un café, estaba contento cómo le había quedado la propuesta, Harris iba a quedar satisfecho, tenía la impresión de que le iba a dar el visto bueno a los proyectos. Su padre le había enseñado todo lo relacionado con el negocio informático; en la Universidad, estudió para seguir instruyéndose en la materia y así continuar con el legado familiar. Que desde que él estaba al frente, los beneficios crecían cada año. Haciendo que la fortuna familiar fuera considerable. Había logrado ser un auténtico triunfador en la vida. Estaba muy orgulloso de ello, ya que la educación de sus padres había influido mucho en el modo de vida que llevaba en el presente.
Dos días después, Isabella no era capaz de pensar en nada más, la imagen de Cristopher invadía una y otra vez su mente. Era el hombre más importante de su vida, y no ayudaba el hecho de que regresara del pasado para seguir causando estragos de nuevo en su vida. Se daba cuenta de que era completamente imposible que se olvidara de él. Su corazón y su mente se negaban a abandonar los recuerdos de ese hombre. Tenía muy claro que le iba a ser completamente imposible borrar de un plumazo, todo lo que sentía por Cristopher y los recuerdos que atesoraba de todo lo que habían vivido juntos. El alma se le caía a los pies cuando pensaba en ello, y en todo el poder que tenía ese hombre para arrastrarla de nuevo a lo más oscuro de un pozo del que no tendría valor ni fuerzas para salir, tenía muy claro que si él volvía a hacerla sufrir nunca sería capaz de recuperarse, sería un golpe muy duro para ella y para todo lo que había logrado, después de tantos años.
Pero tenía que ser fuerte y no volver a dejarse embaucar de nuevo por él. Estaba decidida a seguir con su vida tal y como estaba en ese momento. Incluso se estaba planteando la posibilidad de empezar una relación con Kyle. Era una buena persona, atractivo y lo conocía desde hacía tiempo, cuidaría de ella y no la haría sufrir, sabía que estaba enamorado de ella y pensaba que con el tiempo ella sería capaz de enamorarse de él. Lo que menos pretendía era hacerle daño, nunca se atrevería a jugar con los sentimientos de Kyle, eso lo tenía muy claro. Ella haría todo lo posible para que, si se daba una relación entre los dos, sería fuerte para poder corresponderle también en la intimidad, ojalá Kyle pudiera hacer que se olvidara del horror que había vivido la fatídica noche.
Salió del dormitorio, y fue a la cocina a prepararse un café antes de salir a trabajar. Mientras llenaba la cafetera de agua y ponía el café, su cabeza volvió a pensar de nuevo en Cristopher. Cada vez faltaba menos para el viernes y tenía los nervios a flor de piel. Pero sacudió suavemente de un lado a otro para evitar seguir pensando en él. Tenía que despreocuparse y disfrutar de su trabajo, de Kyle, de Anna y de todos sus compañeros, que se portaban increíblemente bien con ella.
Cuando el café estuvo listo, cogió del armario de enfrente dos tostadas del paquete y las untó con mermelada para acompañar la bebida. Veinte minutos después, se ponía una chaqueta turquesa a juego con el vestido que llevaba y que le llegaba hasta las rodillas. Cogió las llaves del apartamento y del coche en la consola de la entrada y salió. Era una mañana preciosa y eso le levantó el ánimo. Cuando llegó al aparcamiento, se subió al coche y arrancó, se fue en dirección a la calle donde estaba el edificio de oficinas donde trabajaba. Al llegar, como cada mañana, coincidió con Kyle y subieron juntos a la planta, ya en la sexta planta, se fueron un rato a la sala de descanso, aún era temprano para empezar a trabajar, sus compañeros todavía estaban empezando a llegar.
Mientras Cristopher, en su apartamento, miraba concentrado la calle desde los amplios ventanales de su despacho, con una taza de café en las manos. Estaba seguro de que Isabella pronto caería de nuevo en sus redes. Su instinto de depredador así se lo decía. Si apostara estaba seguro de que ganaría.
Cuando había acariciado a Isabella, él notó cómo ella se estremecía con esa simple caricia, había abierto los ojos sorprendida de que él hubiera roto el contacto, pero eso formaba parte de su plan. Ella pagaría por todo el daño que le había infligido. Aunque su corazón y su mente eran una constante contradicción, su cabeza le decía que tenía que vengarse de la mujer que tanto le había hecho sufrir. Se llevó la taza a los labios y sorbió la deliciosa mezcla, orgulloso de lo bien que marchaba todo.
Con una sonrisa siguió contemplando la calle. Tenía que ser fuerte y no flaquear a la hora de seguir con sus planes. Si permitía que esa mujer entrara de nuevo en su vida y en su corazón, no podría resistirlo. No podía imaginar que una mujer tuviera tanto poder sobre él y eso era lo que más le aterraba. El poder que Isabella ejercía sobre su mente y su corazón. Pero poco a poco, sería capaz de arrancársela definitivamente del corazón. Se alegraba de que ella no se hubiera quedado embarazada de él. Era tal el alivio que sentía, ya que no se imaginaba a una mujer como Isabella, como la madre de sus hijos. Isabella sería una mala madre y no quería que sus hijos pasaran por esa humillación, niños inocentes que no tenían la culpa de que una mala madre y sin escrúpulos, les diera la vida.
Cuando acabó de tomarse la taza de café, giró el asiento y depositó la taza sobre el escritorio y se levantó. Pensativo, se puso a dar vueltas por la estancia. Pero antes, tenía que sabotear todas las posibilidades que tuviera Isabella con ese tal Kyle. Su siguiente paso sería tener una charla con ese hombre, pensaba, mientras en su rostro aparecía una sonrisa cínica. Isabella nunca se enteraría. Hablar con él y contarle qué tipo de mujer era ella, sería más que suficiente. Por muy enamorado que estuviera de ella, un hombre que deseaba tener una relación estable con una mujer, buscaba a una buena mujer y decente. No a una mujer fácil como Isabella, que vendía su alma al mejor postor. Después tendría por completo el campo despejado y podría actuar a su antojo. Y eso era lo que más feliz le hacía. Se detuvo en seco, tendría que conseguir el número de Kyle e invitarlo a tomar un café, sin que ella se enterara, y si lo buscaba en las oficinas donde trabajaba Isabella, corría el riesgo de que ella se enterara, si eso sucedía, se pondría en guardia y empezaría a atar cabos. Necesitaba que siguiera permaneciendo en la ignorancia. Que pensara que lo único que quería era romper con el pasado y seguir cada uno por su lado. Pero qué equivocada estaba. Iba a hacer todo lo posible para doblegarla a su merced. Se acercó de nuevo al escritorio y marcó el número de información y pidió a la amable telefonista que le proporcionara el número de teléfono del compañero de Isabella. No sabía el apellido, pero dio el nombre de la empresa y la telefonista le proporcionó el teléfono del despacho de Kyle. Después de dar las gracias amablemente, quedó satisfecho. Todo marchaba a las mil maravillas, pensó, mientras volvía a dejar el móvil sobre el escritorio. Se volvió a sentar en el asiento y siguió trabajando en el ordenador durante dos horas más sin parar. Pasadas las dos horas, se levantó satisfecho por todo lo que había adelantado con el trabajo. Se estiró para estirar los músculos entumecidos y salió del despacho. Se fue a la cocina a preparar un sándwich, después abrió la nevera y sacó una lata de refresco de naranja. Saboreó con calma la comida acompañada del refresco. Cuando acabó, recogió y se fue al salón. Allí se sentó en el sofá y se puso a ver el canal de deportes veinticuatro horas. En ese momento quería distraerse y no pensar en nada más.
En cambio, Isabella seguía consumida por los nervios. Se preguntaba cómo después de tantos años, ese hombre la podía seguir poniendo nerviosa. Ella se negaba a pensar que era porque lo seguía amando, le parecía imposible que así fuera. Pero en su fuero interno sabía que eso era exactamente lo que estaba pasando. Nunca había dejado de amarlo y lo amaría hasta el último segundo de su vida. Era el único hombre que había amado y que amaba. Sabía que Cristopher tenía el poder de destruirla de nuevo si se lo proponía. Le bastaba con mover un solo dedo para hacer todo lo que él le pidiera y eso la aterrorizaba, más que ninguna otra cosa en el mundo. Muchas veces, se preguntaba cómo había permitido que un hombre ejerciera tanto poder sobre ella. Fijó la mirada en el reloj de la pared del despacho y se levantó, decidió tomarse un respiro y bajar a comer sola. Ya que dudaba que Kyle pudiera quedar para comer con ella como de costumbre. Seguramente estaba liado con el trabajo y le resultaba imposible ir a comer a la hora de siempre. Se levantó del asiento, cogió la chaqueta, el bolso, y salió de la oficina. Por el pasillo no había rastro de Kyle y bajó sola a comer. Ya fuera del edificio se puso a caminar hacia su restaurante favorito. Al llegar, entró y se sentó en su sitio de costumbre, pidió un refresco mientras le preparaban el pescado a la plancha que pidió. Media hora más tarde, salió del restaurante y volvió al despacho. En esa ocasión tampoco había rastro de Kyle. Isabella preguntó en recepción si lo habían visto salir o entrar, pero la chica de recepción le dijo que no lo había visto en toda la mañana. Subió al ascensor y ya en su despacho se puso a trabajar otra vez en el ordenador.
Otro día que terminaba, y caía la oscura noche sobre la ciudad. Isabella salió de su oficina y en ese momento se encontró con Kyle, que se dirigía al ascensor. Los dos se subieron juntos y bajaron a recepción. Ya en el exterior, Kyle le preguntó a Isabella si le apetecía ir a tomar un café o a cenar algo. Ella aceptó encantada la invitación a tomar café. Esa noche no le apetecía cenar demasiado, cada hora que pasaba, los nervios se le ponían a flor de piel, estaba segura de que su cita con Cristopher sería su sentencia de muerte; a partir de ese momento, su vida volvería a quedar reducida a cenizas, pensaba, mientras Kyle la dirigía hacia el restaurante en el que solían comer al mediodía. Entraron en el restaurante y una amable camarera los acompañó a una mesa y pidieron un café expreso para Kyle, e Isabella optó por un café con leche. No quería arriesgarse a pasar otra noche en vela. Después de que la chica les sirviera las bebidas y los dejó a solas. Kyle le preguntó:
—Isabella, ¿te pasa algo? Desde hace unos días te encuentro decaída y ausente, me estoy empezando a preocupar.
—Todo está bien, Kyle, pero hay algo que no te he contado.
—¿De qué se trata? —preguntó él enderezándose en su asiento.
Isabella se aclaró la voz y habló en un susurro apenas audible. Kyle tuvo que agudizar el oído para escucharla por encima del murmullo de voces de la gente que había en el restaurante.
—Cristopher ha vuelto a mi despacho para asegurarse de que voy a ir a la cita.
—Te vuelvo a pedir que no lo hagas, déjalo plantado. Mi instinto me dice que no se trae nada bueno entre manos. Te hará sufrir de nuevo, Isabella.
—Sé que tienes razón, y yo tengo ese mismo presentimiento que tú. Pero lo único que quiero es pasar página y seguir adelante con mi vida.
—Es una trampa, Isabella, ¿es que estás tan ciega para no darte cuenta? Lo que quiere ese hombre es atraparte de nuevo entre sus redes y volver a hacerte sufrir de nuevo.
—Sé que esa es una posibilidad, nuestra relación no terminó de la mejor manera.
—Yo también tengo algo que decirte.
—¿De qué se trata?
—Cristopher ha dejado un mensaje a mi secretaria invitándome a tomar un café, parece ser que quiere tener una pequeña charla conmigo.
A Isabella, se le cayó el alma a los pies. No sabía a qué demonios estaba jugando Cristopher, pero que ella supiera, no conocía de nada a Kyle y no tenía motivos para tener que hablar sobre nada con ese hombre.
—¿Estás seguro de que se trata del mismo hombre? —preguntó ella con un rayo de esperanza.
—Es el mismo, no conocía su apellido, e hice una búsqueda en Google y sale su foto, no hay ningún error, es el mismo: Cristopher Lowe.
—Esto es todo muy raro —respondió ella, mientras se llevaba la taza de café a los labios y daba un sorbo a su bebida.
—Por eso te digo que lo ignores, Isabella, si le das la oportunidad te destruirá de nuevo, estoy convencido de ello. Si accedes, se lo estás sirviendo en bandeja de plata.
Isabella palideció ante las duras palabras de Kyle, pero sabía que él tenía razón, sabía lo cruel que podía llegar a ser Cristopher, lo había vivido en sus propias carnes.
—Te prometo que solo iré esta vez y después me olvidaré de él, te lo prometo.
—Está bien —dijo él de mala gana—, pero ten mucho cuidado, ¿quieres que te acompañe y me siente discretamente en una mesa? Puedo invitar a alguna amiga y sentarnos disimuladamente a comer, él no sospechará.
—Gracias de todo corazón por tu ofrecimiento, Kyle, pero es mi batalla y tengo que librarla yo sola.
—Solo prométeme que, si estás en apuros, acudirás a mí, una llamada y enseguida me presento para ayudarte a que ese desgraciado no te atrape entre sus tentáculos.
—Te lo prometo. —Y puso su mano sobre la de Kyle, que en ese momento la tenía apoyada sobre la mesa. Él la giró, atrapó entre su mano la de Isabella y la acarició suavemente. Ella no rechazó la caricia tan suave que Kyle le estaba haciendo. Incluso se dejó llevar y disfrutó de ella.
Casi dos horas después, y de tomarse dos cafés más, se levantaron de la mesa. Mientras Kyle fue a la barra a pagar las consumiciones, ella lo esperó cerca de la salida. Unos minutos después, él se acercó de nuevo a ella y salieron juntos del restaurante. Kyle la acompañó al aparcamiento donde ella tenía su coche. Ya dentro, Isabella arrancó el coche y salió del aparcamiento. Kyle le hizo un saludo de despedida que ella respondió agitando la mano.
—¡Cuídate mucho, Isabella! —exclamó angustiado, mientras se dirigía a la zona del aparcamiento donde tenía aparcado el coche. Unos minutos después, él también abandonaba el estacionamiento de las oficinas donde ambos trabajaban.
Su instinto estaba más alerta que nunca. Sabía que Isabella estaba en graves apuros si dejaba que ese maldito volviera a entrar de nuevo en su vida. Intuía que el desgraciado no estaba tramando nada bueno contra Isabella. Pero estaba muy equivocado si creía que Isabella no tenía a nadie quien la protegiera. Cristopher pensaba que ella estaba sola y desvalida. Pero él le demostraría todo lo contrario. Él estaría muy pendiente de Isabella. La amaba con sinceridad y tenía las esperanzas de que algún día ella le correspondiera. Era lo que más deseaba en el mundo. Ser feliz al lado de Isabella y que ella también lo fuera a su lado. Con él no tendría ningún problema, estaría siempre protegida y mimada. Era lo que se merecía después de tanto sufrimiento que le había infligido ese hombre. Finalmente, se concentró en la circulación que a esa hora era escasa, y siguió conduciendo hasta su apartamento.
Isabella aparcó el coche y se fue directa al apartamento. De camino, sacó del bolso las llaves y cuando llegó a la entrada, abrió y entró en el interior del apartamento. Cerró la puerta con llave, dejó caer el bolso y las llaves en el suelo y se dejó caer pesadamente en el sofá. Su cabeza era un torbellino de pensamientos. Si Kyle le había dicho la verdad, Cristopher no tenía buenas intenciones con ella, su mente así se lo decía. Pero su corazón se negaba a creer lo mismo y estaba muy confundida por ello.
A Kyle le había dicho la verdad. Solamente aceptaría esa invitación y después se olvidaría de Cristopher para siempre. Tenía muy claro que no lo quería de nuevo en su vida. Quería seguir despreciándolo y odiándolo como hasta ahora. No le importaba lo amable que fuera con ella. Esa era la única salida que tenía para salir bien parada de esa mala jugada que le había puesto nuevamente el destino. Tenía que verlo como un obstáculo que se presentaba de vez en cuando en la vida. Algunos tenían que enfrentarse a enfermedades terribles, a la muerte de un ser querido. Esa era la batalla que tenía que combatir en esos instantes. Quería pensar que sería capaz de salir victoriosa y seguir con su vida y su rutina de nuevo.
Minutos después, se levantó del sofá y fue a la cocina a prepararse un té. Todavía era temprano, pero tampoco tenía sueño. Dudaba también que, aunque se acostara y se pusiera a leer, le sería imposible concentrarse en la lectura.
Ya en la cocina, cogió la tetera y puso el agua a hervir, después abrió el armario, cogió una taza y un sobre de té. En otro estante cogió unos terrones de azúcar y en un cajón cogió una cucharilla. Mientras el agua hervía se apoyó sobre la encimera. Su cabeza volvía a Cristopher y maldijo el día en que lo había vuelto a ver. Desde ese día su alma no tenía paz ninguna. Se encontraba encerrada entre un campo de minas que, en cualquier momento, y sin quererlo, pisaría una y todo acabaría estallando en mil pedazos. Sacudió la cabeza para quitar esos pensamientos de su mente. En ese instante, la tetera silbó anunciando que el agua ya estaba hervida. Se sirvió el té y con la taza en la mano, volvió al salón y se sentó de nuevo en el sofá. Cogió el mando de la tele y sintonizó un canal de la tele en la que en ese momento emitían un capítulo de su serie favorita. Durante más de media hora pudo distraerse, mientras se acababa la taza de té. Al finalizar la serie apagó la tele y dejó la taza en el fregadero de la cocina y se fue al dormitorio. Se acostó, pero tardó en quedarse dormida. Durante dos horas, no hizo otra cosa que dar vueltas y más vueltas en la cama. Hasta que finalmente el sueño la invadió y cayó irremediablemente en los brazos de Morfeo. El resto de la noche durmió profundamente y no se enteró de nada más. Estaba tan agotada que podría pasarse semanas e incluso meses, dormida, para evadirse de la realidad. Mientras dormía pudo dejar de pensar en Cristopher y de las advertencias de Kyle. Sin querer proponérselo, su vida ya estaba empezando otra vez a estar patas arriba.