Читать книгу El error de tu venganza - Noelle Cass - Страница 4

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Al día siguiente, Cristopher se volvió a presentar frente al edificio de oficinas donde trabajaba Isabella. Llevaba más de una hora pensando lo que iba hacer. No tenía muy claro si presentarse en el despacho de ella, o esperarla donde estaba. Se decidió por subir a la oficina de Isabella, se arriesgaba a que no quisiera recibirlo, pero no le importaba. Quería que supiera de su presencia, aunque llevaba años sin que él supiera nada de ella, al final la había encontrado gracias a sus contactos.

Entró en el edificio, preguntó en recepción por la oficina de Isabella, y la amable recepcionista le dijo que la oficina de Isabella se encontraba en la sexta planta, que allí preguntara a su secretaria si podía atenderlo, puesto que no había concertado una cita. Siempre conseguía lo que quería con un poco de coqueteo y galantería con las mujeres se dijo, mientras entraba en el ascensor y subía a la sexta planta del edificio.

Salió del ascensor y se acercó a la secretaria que estaba detrás del mostrador de la izquierda. Cuando estuvo frente a la chica guapa, con una sonrisa seductora preguntó si la señorita Jones estaba en el despacho. La secretaria de Isabella asintió afirmativamente e hizo ademán de coger el teléfono para avisar a su jefa. Pero Cristopher la retuvo diciéndole que no era necesario que la avisara, que lo estaba esperando. La secretaria aceptó dubitativa y le señaló cuál era la puerta del despacho de Isabella, luego siguió con su trabajo. Mientras, él se fue hacia la puerta de la oficina de Isabella. Entró sin molestarse siquiera en llamar a la puerta.

—Kyle, iba a llamarte ahora, necesito que repases unos balances —dijo ella inmersa en la pantalla del ordenador.

—No soy Kyle —dijo una voz masculina fría como el acero. Isabella se quedó paralizada al escuchar esa profunda voz.

Isabella levantó por fin la vista de la pantalla, y se encontró a Cristopher apoyado en la puerta con los brazos y piernas cruzadas en una actitud indolente.

—¡Cristopher... quéé... estás haciendo aquí! —balbuceó ella, mientras se levantaba e intentaba poner distancia entre los dos.

—Como puedes comprobar, no soy ese tal Kyle —dijo, mientras se acercaba a ella.

—Sal de mi oficina o llamo a seguridad para que te saque del edificio —dijo mientras se amparaba detrás del asiento del escritorio.

—No te pongas así. —Con sonrisa de depredador se acercó al escritorio y se sentó en una de las sillas—. Solamente quiero hablar contigo.

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar. ¡Lárgate de aquí! —Salió de su refugio detrás del asiento, indicándole la salida.

—Ahórrate el esfuerzo, no pienso irme de aquí sin hablar antes contigo.

—¿Por qué ahora? —le preguntó ella mirándolo fijamente—. ¿Por qué tuviste que regresar después de tantos años? Por lo que a mí respecta, tú y yo no tenemos nada de qué hablar.

—En eso te equivocas, tenemos un pasado juntos. —Su rostro no lo reflejaba, pero las palabras de Isabella dieron de lleno en el corazón de Cristopher, pero no se podía ablandar se dijo, tenía que recordar que tenía un objetivo: vengarse de la mujer que tenía frente a él en esos momentos.

—¡Un pasado juntos! —Isabella rio sarcástica—. ¡No me hagas reír, estás loco si piensas que voy a seguir escuchándote! —Hizo ademán de alejarse de él, pero fue más rápido y le atrapó una de las manos sobre el escritorio.

—Me escucharás —lo dijo en un murmullo apenas audible, pero con firmeza, muy cerca de su cara. Ella aspiró el aroma de su perfume, nublándole por completo los sentidos, tuvo que poner toda su atención para seguir escuchándolo—. Lo único que quiero de ti son respuestas.

—¿Qué... es lo... que quieres... saber? —Le estaba costando un gran esfuerzo concentrarse en la conversación.

—Lo único que me interesa saber es, ¿por qué Isabella? Yo te amaba, por ti bajaría la luna si me lo pidieras. —Y la siguió mirando intensamente sin dejar reflejar el dolor que sentía por la traición de ella.

—¡Pero yo a ti no te amaba! —exclamó Isabella con rabia. Aprovechó el impacto que habían causado sus palabras para zafarse de Cristopher. Él la soltó, como si de pronto el contacto sobre la piel de Isabella quemara. Impactado por esas palabras, salió del despacho de ella dando un sonoro portazo que hizo que Isabella diera un respingo.

Se dejó caer en el asiento derrotada entre lágrimas. No había sido su intención hablar con tanta crudeza. Pero las palabras salieron de su boca sin pensar. Le había mentido a Cristopher, ya que lo amó con todo su corazón. Pero cuando volvía a la mente como la había humillado en el pasado, quiso desquitarse de él. Tenía muy claro que no iba a permitir que le volviera a romper de nuevo el corazón. No volvería a resistir si de nuevo la hacía sufrir.

Las palabras de Isabella resonaban una y otra vez en la cabeza de Cristopher mientras salía a grandes zancadas del edificio. No soportaba seguir escuchando la confesión de ella. En su cabeza quería imaginar que podría haber algún resquicio, y pensar que ella lo había amado como él la amaba. Pero estaba equivocado. Solamente se burló de él, mientras ella pisoteaba su corazón.

Tenía que salir cuanto antes a la calle. Sus pulmones no recibían el aire suficiente y tenía la sensación de que, de un momento a otro, caería desplomado al suelo. Llegó al exterior, le daba la impresión de que nunca saldría. Pero por fin estaba fuera, inspiró aire. Esta vez sus pulmones recibieron el oxígeno necesario. Se pasó las manos por el pelo y suspiró. A lo largo de los años, quiso pensar que estaba equivocado respecto a Isabella, que todo lo que pensaba e imaginaba sobre ella era mentira, que tenía que haber una explicación a lo que años atrás había visto. Pero ella misma le acababa de confirmar que nunca lo había amado. Se había aferrado a una esperanza que no existía, como un náufrago se sujeta a una madera para poder sobrevivir. Y se equivocó de lleno.

Se encaminó hacia donde tenía aparcado el coche. Se sentó detrás del volante, con las manos apoyadas en él y la vista ausente a lo lejos. Ahora más que nunca, estaba decidido a llevar su venganza a cabo. Esta vez sería él quien haría que Isabella se enamorara de él, se casaría con ella y cuando fuera su esposa, la despreciaría como ella lo había despreciado hacía cinco años. Giró la llave en el contacto y puso el coche en marcha. Ella misma le había dicho que se burló de sus sentimientos pensó, mientras se incorporaba a la circulación. Después pisó el acelerador y desapareció por la calle, quería perder de vista cuanto antes el edificio donde trabajaba Isabella. Tenía que planear una venganza.

Isabella seguía llorando inconsolable en su despacho. Sentía que el corazón se le desgarraba por dentro del dolor que sentía. Recordar la mirada fría como el hielo antes de que Cristopher saliera de su oficina, como perseguido por un demonio, la hacía sentirse miserable. Esa mirada la transportaba al pasado, justo a la noche en que todo sucedió, la fatídica noche en que el amor de su vida desaparecía para siempre. Pero Isabella tenía muy claro que si Cristopher la despreciaba, la odiaría mucho más si supiera la verdad. Eso ella era algo que no podría soportar, prefería que él creyera que no lo amaba. Había sufrido lo indecible antes de encarrilar su vida, intentando olvidar el pasado. Pero... ¿cómo iba a poder olvidarse del pasado si volvía a irrumpir en su presente como un huracán que amenazaba con destruirlo todo a su paso? Se preguntó, mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo de papel. Se levantó del asiento y fue al cuarto de baño a refrescarse la cara. No quería que nadie se enterara de que estuvo llorando. Su imagen en el espejo le confirmó lo que ella sospechaba. Tenía un aspecto tan desaliñado, que parecía que hacía días que no se había mirado en un espejo. Las lágrimas corrieron por completo el maquillaje y el rímel de los ojos. Y estos los tenía hinchados y rojos. Con cuidado, se lavó la cara, se la secó con la toalla y volvió a aplicarse maquillaje con esmero. Diez minutos más tarde, salía del cuarto del baño y se volvía a sentar en el asiento del escritorio, para seguir trabajando en el ordenador. Pero le fue completamente imposible. Su cabeza volvía una y otra vez a Cristopher. Era mejor que todo fuera así, se dijo con firmeza. Pudo concentrarse media hora más en balances y presupuestos.

Cuarenta minutos después, se reunió con Anna y con Kyle delante del ascensor. Se reunían todos los días en ese lugar, bajaban al bar del edificio y se tomaban una copa todos juntos. Al grupo se unían cinco personas más que trabajaban en distintas plantas, pero con la que habían hecho una buena amistad. Bajaron en el ascensor, en recepción cruzaron el vestíbulo y fueron al bar, ya que se podía acceder por dentro del edificio y por fuera. Anna no podía apartar la mirada de Isabella. Imaginaba que algo le estaba preocupando, estaba demasiado callada y ausente, y le extrañaba, ya que siempre estaba contenta de terminar la larga jornada de trabajo, para reunirse con todos en el local. Era el momento más deseado para Isabella. Pero ese día, se decía que algo serio tenía que estar pasándole, no era la chica de siempre. Tendría que averiguar qué estaba pasando. No le gustaba que Isabella le ocultara nada, igual que a ella no le gustaba ocultarle nada a Isabella, se preocupaba demasiado por ella. Y en esos momentos intuía que algo gordo estaba pasando en la vida de Isabella.

El error de tu venganza

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