Читать книгу El error de tu venganza - Noelle Cass - Страница 3
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ОглавлениеCristopher observaba a lo lejos a la bella mujer que charlaba con su compañera. Sabía muy bien de quién se trataba. Era Anna, la mejor amiga de Isabella, la mujer que él había amado con todo su corazón. Pero ella lo había traicionado, pagaría por todo el daño que esa mujer le hizo. Solamente una razón muy poderosa lo había hecho regresar a Londres: la venganza. Se iba a vengar de Isabella, pensaba cínico, mientras la observaba. Iba elegantemente vestido, con un traje gris a rayas, camisa blanca y corbata gris a juego con el traje. Sus ojos grises, estaban parapetados tras unas gafas negras de espejo, las cuales impedían ver la expresión de sus ojos. Intentaba pasar lo más desapercibido posible. Quería saberlo todo sobre Isabella, no tardaría en encontrar la forma para castigarla se decía, mientras mantenía la mirada clavada en ella.
Isabella se encontraba tomando algo con Anna, su mejor amiga. Desde hacía rato, tenía una extraña sensación, como si alguien estuviera vigilando todos sus movimientos. Disimuladamente, miraba una y otra vez buscando algún peligro, todo estaba muy tranquilo. Pero ella seguía con una extraña sensación que le ponía la piel de gallina y hacía que su cuerpo se estremeciera de pánico. Por más que lo pensaba, no encontraba sentido a lo que ella sentía. Pocas veces en su vida se había sentido tan asustada como en ese momento. Se consideraba una mujer fuerte que no se derrumbaba ante nada. Era una mujer bella, con veinticinco años recién cumplidos, unos ojos marrones almendrados, esbelta y delgada. Tenía un trabajo maravilloso y era una triunfadora. Sus miedos eran fruto de su imaginación, se decía una y otra vez, pero ella seguía inquieta. Anna la miraba ceñuda, se estaba dando cuenta de su intranquilidad.
Ya la había encontrado. Se puso a caminar en dirección a su coche de alta gama, aparcado varias calles antes. A sus veintiocho años, era un empresario de éxito en el mercado informático. Su empresa, Global Enterprises, irrumpió con fuerza en el terreno de la informática, ya que su empresa servía productos de última generación y de primera calidad, que otras empresas del sector no se podían permitir. Eso era lo que le daba prestigio, haciéndola una de las empresas más punteras del momento.
Isabella seguía mirando a un lado y a otro, esperando que, en cualquier momento, el peligro apareciera.
—Isa, ¿te encuentras bien? —inquirió Anna con preocupación y mirándola fijamente a la cara, ya que llevaba rato observándola.
—No sé, tengo una extraña sensación que no puedo quitarme de la cabeza, siento escalofríos.
—¿Será que estás cogiendo algún virus? —preguntó su amiga ceñuda—. Es pronto para coger un resfriado, aún estamos en agosto.
—Ojalá fuera eso, Anna, pero no es ningún resfriado. Creo que va a pasar algo malo.
—No digas eso, estamos rodeadas de gente y hay dos guardias de seguridad en el recinto —dijo Anna pensativa.
—No se trata de ese tipo de peligro, tengo la impresión de que él... regresó a Londres —continuó diciendo Isabella, pasándose las manos por el pelo.
—¡Es imposible... tú piensas... qué! —exclamó su amiga llevándose una mano al pecho.
—Sí, Anna, tengo la certeza, es más, creo que anda cerca de mí.
Las dos se pusieron a mirar a ver si veían un rostro que les recordara al pasado, pero no veían a nadie, a excepción de la gente que trabajaba con ellas.
—Yo no lo veo —dijo Anna mientras miraba alrededor.
—Yo tampoco, pero estuvo aquí, de repente mi cuerpo notó su presencia. —Y se pasó las manos por los brazos, como si de pronto tuviera mucho frío.
—Es mejor que nos vayamos —dijo Anna, mientras la sujetaba del brazo, dispuesta a sacarla del local.
—Tienes razón —apostilló Isabella. Después de despedirse de sus compañeros, se fueron hacia la salida y cogieron un taxi, para ir a casa de Isabella.
El recorrido en el taxi fue silencioso, las dos iban pensativas y preocupadas. E Isabella tenía razón para estar preocupada se dijo para sí Anna. Si era cierto que Cristopher estaba de nuevo en la ciudad, Isabella tenía motivos de sobra para estar asustada. La presencia de ese hombre no auguraba nada bueno. Sabía lo que Cristopher había hecho sufrir a su amiga, ella había sido la que la había consolado en los momentos más difíciles. Le tenía demasiado cariño, eran amigas desde el colegio, no quería volver a ver cómo Isabella sufría al lado de Cristopher.
El taxista anunció que ya habían llegado a la dirección que Anna le había indicado. Pagaron, bajaron del taxi y caminaron hasta la puerta del apartamento de Isabella. Esta abrió la puerta y entraron en el interior del apartamento. Se sirvieron unos refrescos y se sentaron en el sofá de piel que había en el salón. Isabella tenía su apartamento decorado en tonos pasteles y los muebles eran de estilo clásico. Era lo que más le gustaba.
—Me parece mentira que después de cinco años, ese hombre aparezca de la nada, escondido entre las sombras —empezó diciendo Anna.
—No me lo estoy inventando, sé que está en la ciudad, estuvo muy cerca del bar —prosiguió diciendo Isabella, mientras un escalofrío helado le corrió por la columna vertebral, haciéndola estremecerse.
—Tenemos que estar seguras de que se trata de él y protegerte. ¿Por qué no le pides ayuda a Kyle? —Kyle era uno de los compañeros de la empresa donde ambas trabajaban. Este se sentía bastante atraído por Isabella.
—No pienso molestar a Kyle por una tontería. Puede que incluso sean imaginaciones mías, al fin y al cabo, no lo hemos visto para estar seguras. —Isabella intentó quitar hierro al asunto.
—¡Venga ya, estás de broma! —exclamó su amiga abriendo los ojos de par en par.
—Vamos a dejar el asunto por el momento —dijo sin convicción.
—Como quieras, pero solo te pido que te cuides. Si es necesario pide ayuda a Kyle, él te protegerá.
Isabella asintió, después de varios minutos de intentar convencerla. Tendría que estar alerta. Si era verdad que Cristopher estaba de nuevo en la ciudad, tendría que protegerse de él a como diera lugar. No podía dejar que se acercara de nuevo a ella.
Cristopher entró en la suite del hotel donde se estaba hospedando. Su plan estaba en marcha. Estaba seguro de que Isabella se había dado cuenta de su presencia. Sus cuerpos se reconocían demasiado bien. Igual que su cuerpo había reaccionado ante la presencia de Isabella, estaba seguro que, el de ella, también reaccionaba a su cercanía. Se acercó al mueble bar y se sirvió una copa de brandy y se sentó en el sofá, saboreando el líquido ambarino que le corría por las venas. Isabella no tenía ni idea de lo que le esperaba. Cuando acabara con ella, iba a suplicarle que la perdonara de rodillas. Era como quería tenerla. Después de cinco años, no había sido capaz de superar su traición. Cada noche, lo atormentaban las imágenes de Isabella en la cama con otro hombre. Sus ojos no daban crédito a lo que veían. Ahora, cinco años después, él le haría pagar por esa traición. Lo tenía todo muy bien planeado, por eso era un buen estratega en los negocios. Esa mujer no tenía ni la más remota idea de lo que se le venía encima, pensó con una sonrisa, acarició y miró fijamente el contenido de la copa.
Ya sola en su apartamento, Isabella seguía preocupada. Aunque le había prometido a Anna que se cuidaría, ella se negaba a pedirle ayuda a Kyle. Era una buena persona y no quería que él estuviera en medio del fuego cruzado. No se podía acobardar porque el hombre que tanto la había humillado volviera después de cinco años. Esta vez no dejaría que volviera a lastimarla de nuevo. Lo había amado con todo el corazón. Pero se daba cuenta que también lo había herido. Aunque intentó explicarle el motivo, porque la había encontrado con otro hombre en una situación comprometedora, nunca quiso escuchar sus razones. Pensaba lo peor de la mujer que amaba. Pero se negaba a creer que él volviera a su vida para hacerle daño, aunque ese era el presentimiento que tanto la atormentaba.
Se acercó a la ventana y miró hacia la calle. Estaba anocheciendo y el tráfico era menos denso a esas horas. Se meció suavemente contra la ventana cerrando los ojos. Tenía que tranquilizarse. Ni siquiera lo había visto para pensar que él podría haber vuelto por ella. Era muy atractivo, joven y triunfador, tendría a sus pies a millones de mujeres. Quería creer que, después de tantos años, ni siquiera se acordaba de ella. Ella solamente quería dedicarse a hacer su vida. No lo quería de nuevo en su entorno, y menos para remover el pasado tan doloroso que había sufrido por su causa. Ahora que había encauzado nuevamente su vida, no lo necesitaba de regreso en su presente y en su futuro. Estaba segura al cien por cien que él se encontraba cerca del bar en el que se paraban a tomar algo después de trabajar. Conocía el cuerpo de Cristopher muy bien, después de largas horas de hacer el amor y permanecer abrazados el uno al otro. Parpadeó para volver al presente. Era él, pero esta vez estaría prevenida. Tenía muy claro que no iba a permitir que volviera a hacerle daño. No, ahora que era dueña de su vida. Como le había aconsejado Anna, esta vez estaría alerta, no volvería a dejarse embaucar por él. Se separó de la ventana y fue a acostarse, mañana le esperaba otro día duro de trabajo en la oficina.