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Cristopher marcó de nuevo el número de Kyle, seguía tan furioso con Isabella, que no había forma humana de calmarlo. La primera parte del plan había salido mal, pero no importaba. Sabía que la primera vez que había hablado con Kyle, había despertado su curiosidad. Estaba convencido de que esta vez aceptaría su invitación. Kyle no tardó en responder:

—¿Diga? —contestó, mientras sujetaba el auricular contra el hombro y ordenaba algunos papeles.

—Soy Cristopher, mi oferta de invitarte a tomar un café sigue en pie. —Kyle se paró en seco y dejó lo que estaba haciendo, y sujetó con la mano el teléfono.

—¿Qué es lo que quieres de mí?

—Lo único que quiero es abrirte los ojos, y que se te caiga la venda de ellos. La mujer de la que estás enamorado no es ningún dulce angelito, como tú piensas.

—La relación que tengo con Isabella, no te concierne para nada. Para ella solo eres el pasado que tanto la hizo sufrir y se esfuerza por olvidar.

Una carcajada que resonó al otro lado de la línea interrumpió a Kyle:

—¡Eso es lo que te está haciendo creer tu dulce gatita!

—¿Por qué estás tan empeñado en desprestigiar la imagen que tengo de ella? —insistió Kyle.

—Lo único que quiero es prevenirte y que no caigas en la misma red que yo. —En ese instante, Cristopher supo que había dado en el clavo y despertar todavía más la curiosidad de Kyle, se felicitó por ello.

—No necesitas prevenirme porque no tengo interés romántico en Isabella, solo somos buenos amigos.

—No me lo creo, se nota a leguas que estás enamorado de ella, lo pude comprobar el otro día cuando os vi entrar juntos en el restaurante, por cómo la mirabas.

Kyle se pasó la mano libre por el espeso cabello con aire de derrota, sabía que no podía engañarlo, ese hombre no podía decirle nada malo sobre Isabella.

—Está bien, a las doce en la cafetería que hay frente a las oficinas, tengo media hora libre. —Y cortó la llamada.

En su asiento, Cristopher reía satisfecho. Había logrado penetrar la dura coraza de Kyle y despertar su interés. A partir de ahí todo sería pan comido. Media hora sería suficiente para desenmascarar a Isabella ante ese hombre que también estaba locamente enamorado de ella. Siguió trabajando hasta las once y media, le hacía falta el tiempo para ser puntual y llegar a la cafetería.

Cinco minutos antes de la hora prevista, entraba en la cafetería. Fiel a su palabra, Kyle estaba sentado en una de las mesas concentrado en su café. Al notar su presencia, él levantó la cabeza mientras Cristopher tomaba asiento frente a él. La camarera se acercó y también pidió su café. Se miraron en silencio, estudiándose el uno al otro, mientras la camarera hacía su trabajo. Cuando por fin se quedaron a solas, lo cual les pareció una eternidad, Kyle habló:

—¿Y bien? —inquirió, alzando las cejas de modo inquisitivo.

—Gracias por aceptar mi invitación.

—¿He tenido opción a rechazarla? —preguntó incrédulo.

—Claro que sí —dijo Cristopher llevándose la taza a los labios y bebió un largo sorbo de café—. Podías rechazarla, pero tu curiosidad por saber qué sé de Isabella, pudo más.

—Ella es una mujer intachable, no tienes nada que contarme que me aparte de ella. Empieza cuando quieras, no tengo mucho tiempo.

—Isabella es una mujer fría y calculadora que usa sus encantos femeninos para llegar hasta donde quiere y lograr alcanzar sus metas. —Vio que el rostro de Kyle palideció—, bien —prosiguió—, cuando la conocí, ella no era nadie. Sus orígenes son humildes y su familia era muy pobre, mucho antes de que Isabella se quedara huérfana. Yo me enamoré perdidamente de ella y en el tiempo que estuvimos juntos le pagué sus estudios, adecenté su vestuario. Le di un ritmo de vida que ella desconocía, pero supo aferrarse muy bien a ese salvavidas. Incluso se entregó a mí para que de verdad me diera cuenta de esa inocencia que quería transmitir. Sabía que, si yo me acostaba con ella, sabiendo que era virgen, no sería capaz de abandonarla. —Kyle se sintió un poco incómodo por tener ese tipo de conversación con un tipo que no conocía de nada, pero siguió escuchando su relato—, y efectivamente yo me enamoré todavía más de esa mujer que creía especial. Pero para ella mi riqueza no era lo suficiente buena. Quería mucho más de lo que yo podía darle y puso sus ojos en hombres mucho más ricos.

—¡Mientes! —exclamó Kyle en un susurro, pero lo suficiente para que Cristopher interrumpiera su relato—. Isabella no es así.

—Ya te dije que se te iba a caer la venda de los ojos. También te tiene engañado como me tenía a mí. Pero te estoy diciendo la verdad. Yo mismo lo he sufrido en carne propia. Yo me desvivía por ella y solamente era una marioneta entre sus manos. Una noche que ella creyó que estaba de viaje por negocios, se lanzó de lleno sobre el hombre que pretendía cazar. Yo llegué de improviso y me la encontré en mi propia cama con él.

Kyle palideció, y en ese momento la taza que tenía entre las manos cayó con estruendo sobre el platito. Alzaron la cabeza para mirar si alguien les estaba prestando atención. Pero la gente que había en el establecimiento seguía enfrascada en sus propias conversaciones.

—No puede ser verdad todo lo que me estás contando, Isabella no es así —dijo, pálido como la cera.

Por unos instantes, Cristopher se compadeció de ese hombre. Al fin y al cabo, él había sentido lo mismo cuando los había visto juntos con sus propios ojos.

—Lo siento mucho, sé que es doloroso, pero es la verdad. Es mejor que lo supieras antes de que fuera demasiado tarde. Es evidente que estás bastante enamorado, igual que lo estuve yo. Pero en mi caso, nadie me pudo advertir de la realidad.

—Pretendes vengarte de ella, ¿verdad? ¿Por eso regresaste de su pasado? —dijo mientras se levantaba—. Ahora más que nunca estoy decidido a protegerla de un canalla como tú. —Y salió de la cafetería lo más rápido que pudo. Mientras, Cristopher lo miraba con aire de suficiencia. Aunque demostrara lo contrario, sabía que sus palabras habían hecho mella en el joven. Y eso lo alegraba. Era lo que había pretendido desde el principio con esa invitación. Si Isabella pensaba que con rechazar su invitación a comer se iba a librar de él, estaba muy equivocada. Minutos más tarde, dejó dinero en la mesa para pagar las consumiciones y salió al exterior. Echó un vistazo hacia el edificio donde ella trabajaba y una mirada fría como el acero surcó sus grises ojos de forma que le dio a su mirada algo extraña y siniestra. Seguramente ella se encontraba tranquila en su escondite, pero él le haría ver que no era así, y que ya había instalado la semilla de la duda en su propio territorio. Iba a explotar cuando se diera cuenta de que había hablado con su adorado Kyle y lo había puesto al día sobre su turbio pasado.

Se encaminó hacia el aparcamiento donde tenía estacionado su coche. Por el momento sería suficiente. Tendría que calcular bien su próximo golpe, la bomba estaba a punto de explotar y estaba ansioso porque llegara ese momento. Abrió el coche con el mando a distancia y se sentó detrás del volante. Dos minutos más tarde, aceleró y salió todo lo rápido que el tráfico le permitía a esas horas, era un caos circular por esa parte de la ciudad. En ella se congregaban la mayoría de las oficinas y empresas de alto standing de Londres.

Casi tres cuartos de hora más tarde, aparcaba en su plaza del apartamento donde vivía, se encaminó hacia la entrada y cuando estuvo dentro se fue directo al despacho, mientras se desataba el nudo de la corbata y se sentaba en el sillón frente al ordenador. En el trayecto, la culpa lo había aguijoneado de forma incesante. Se sentía aturdido por todo lo que había dicho de Isabella a Kyle. Ni él mismo tenía muy claro lo que había pasado realmente esa noche. Ni siquiera había atendido a razones y dejar que ella se explicara. La había echado a la calle sin contemplaciones a su amante y luego tuvieron una discusión muy fuerte en la que él la había agredido verbalmente, se había contenido para no ponerle un dedo encima. Después la había echado también a la calle junto con sus pertenencias. Luego se había largado de la ciudad como alma que llevaba al diablo. Deseando poner tierra de por medio entre Isabella y él. Pero había sido imposible. No era capaz de sacársela de la cabeza. Necesitaba vengarse de ella para que su alma y su corazón se recuperaran de una vez y seguir su vida sin mirar atrás. Estaba comenzando a flaquear de nuevo, se dijo, y no lo podía permitir. No podía pensar en ella como una víctima. Si en todo eso había una víctima, ese era él, que no se había dado cuenta de la calaña de esa trepadora. Sí, una mujerzuela que no tenía escrúpulos a la hora de conseguir lo que quería. Lo había utilizado como si nada, jugando con sus sentimientos y su corazón. Se removió inquieto en el sillón.

Finalmente, encendió el ordenador y logró concentrarse en los balances que tenía sobre una nueva campaña de productos que estarían muy pronto a la venta. En esos momentos, sus asesores y él estaban trabajando en una buena campaña de promoción. Para su asombro, logró concentrarse en números y porcentajes que el ordenador le mostraba.

El error de tu venganza

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