Читать книгу Qué hacer - Pablo Katchadjian - Страница 10
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Entro a una casa, que se asemeja a una universidad inglesa, y adentro lo veo a Alberto. Parecen ser más o menos las ocho o las nueve de la mañana. Avanzamos por los cuartos y pasillos hasta llegar a una puerta de chapa; Alberto la abre, pasamos y cerramos la puerta detrás nuestro. Vemos que estamos en un patio y que sólo tenemos un metro cuadrado de cemento en el cual pararnos, porque el resto es agua, una especie de lago artificial. Cuando queremos volver a la casa, notamos que la puerta está trabada. No sabemos qué hacer, y antes de que lo decidamos aparecen unos diez alumnos en un bote y todo vuelve a ser una universidad inglesa. Empezamos, entonces, a dar clase. Yo quiero hablar sobre Stevenson, pero Alberto quiere insistir con León Bloy. Le propongo un término medio; le digo: hablemos de Rubén Darío, de Los raros. A Alberto le gusta la idea, y empieza a decir que Darío no había leído a Lautréamont cuando escribió sobre él, y para eso se basa en una reseña de León Bloy. Le digo que está faltando al acuerdo, aunque puedo notar que es cierto lo que dice: que Bloy había escrito sobre Lautréamont, que Darío había leído esa reseña y que le había robado las citas para la suya. Pero como en lugar de dar la clase discutimos entre nosotros y encima alardeamos, los alumnos, que miden dos metros y medio, se enfurecen. Como sabemos lo que puede pasar, tratamos de escapar y aparecemos corriendo por una pradera verde y luminosa. Corremos tan rápido que terminamos rodando y cayendo en una zanja de agua podrida y trapo viejo. Salgo primero y lo saco a Alberto agarrándolo de la capucha de su campera. Cuando logro sacarlo, noto que Alberto parpadea.