Читать книгу Qué hacer - Pablo Katchadjian - Страница 6

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Estamos con Alberto en una especie de baldío. Entran unos diez estudiantes ingleses y se ubican como si estuviésemos en un aula. Ahora parece como si estuviésemos en un aula de una universidad inglesa. Yo estoy explicando una idea de Boecio, pero Alberto me interrumpe. Los estudiantes se enojan con él porque, según dicen, están interesados en lo que yo digo. Pero Alberto insiste en interrumpirme, y cuando logra tomar la palabra, la mitad de los estudiantes lo escucha a él y la otra mitad me pide que siga dando la clase. La situación se pone cada vez más tensa hasta que aparecemos en una zapatería. Alberto le da sus botitas negras al zapatero y le pide que les cambie el taco. El zapatero lo hace en diez segundos y se jacta de su rapidez diciendo: ¡diez segundos! ¡diez segundos! Alberto se pone las botitas, pero una tiene diez centímetros más de taco que la otra. Le digo a Alberto que así no va a poder caminar, pero él parece no darse cuenta del problema. Alberto le paga al zapatero y salimos. Aparecemos en una bodega. Veo que hay alrededor de ochocientas personas tomando vino. Alberto y yo nos servimos una copa cada uno. Noto que el vino tiene gusto a trapo viejo, y Alberto también lo nota pero dice que no le molesta. Se prende un televisor y aparece un hombre muy bien vestido explicando cómo filtran el vino con trapos viejos. Alberto está parado sobre su taco más alto, por lo que tengo que hablarle mirando hacia arriba. Por esto, que me incomoda, y por el trapo viejo, empiezo a vomitar, y enseguida me doy cuenta de que no puedo detenerme. Los bebedores empiezan a gritarme; para evitar que se enfurezcan del todo, Alberto me agarra de la capucha de mi campera y me saca a un patio negro. Me siento hecho de trapo, no tengo peso ni gravedad, pero no puedo parar de vomitar; la sensación es que lo que vomito no sale de mi cuerpo sino que aparece directamente en mi boca y cae al piso. Esto sigue así hasta que noto que el vómito, al caer, o justo antes de caer, se transforma en agua. El agua empieza a inundar el patio negro y, sin darnos cuenta, llegamos a una universidad y nos ponemos a dar clase de latín y griego moderno.

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