Читать книгу Qué hacer - Pablo Katchadjian - Страница 4
Оглавление1
Estamos Alberto y yo enseñando en un aula de una universidad inglesa cuando un alumno, con tono agresivo, nos pregunta: cuando los filósofos hablan, ¿lo que dicen es cierto o se trata de un doble? Alberto y yo nos miramos, un poco nerviosos por no haber entendido la pregunta. Alberto reacciona primero: se adelanta y le responde que eso no se puede saber. El alumno, descontento con la respuesta, se pone de pie (mide dos metros y medio de altura), se acerca a Alberto, lo agarra y empieza a metérselo en la boca. Pero aunque esto parece peligroso, no sólo los alumnos y yo nos reímos sino que Alberto, con medio cuerpo adentro de la boca del alumno, se ríe y dice: está bien, está bien. Después Alberto y yo aparecemos en una plaza. Un viejo le está dando de comer a un grupo de unas diez palomas. Alberto se acerca al viejo y yo presiento algo y quiero detenerlo, pero por algún motivo no puedo. Antes de que Alberto llegue al viejo, el viejo, de alguna manera, pasa a ser una paloma y trata de volar, pero no puede. Alberto le entablilla las alas y le dice que se va a curar muy pronto, que su problema es muy normal. El viejo parece contento. Después aparecemos en un baño de una discoteca. Por algún motivo, estamos en el baño de mujeres. Entra un grupo de cinco chicas muy lindas y arregladas, transpiradas de tanto bailar. A una de ellas, que parece estar muy borracha o drogada, Alberto se le acerca con intenciones y se le tira encima; por lo que veo, ella le deja hacer lo que él quiere, aunque no se entiende qué quiere él, porque sólo se refriega contra ella como si le picara el cuerpo; ella responde del mismo modo, por lo que parece que se estuvieran rascando mutuamente. Las otras cuatro se acercan a mí y de repente estamos los cinco haciendo algo que no se entiende. Es como si la escena estuviese censurada. Entonces noto que las chicas son viejas, a la vez que oigo que Alberto le habla a la borracha sobre León Bloy. Le dice que quería ser santo y que sufría porque no podía. Le cuenta la escena en la que Verónica se arranca todos los dientes, y, aunque Alberto está quieto, parece como si quisiera arrancarle los dientes a la chica. Lo agarro de la capucha de su campera y lo arrastro afuera del baño. Alberto parece hecho de trapo, es muy liviano.