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Transcurre el mediodía sin novedades. La realidad me resulta insoportable. Me refugio en el casino de los recuerdos. Las imágenes llegan desde el bolillero de la memoria. ¿Pero qué azar elije los recuerdos? Mamá joven. Mamá embarazada. Mamá triste. Mamá con el guardapolvo blanco. Mamá sonriendo. Mamá mirando la tele. Mamá enojada. Mamá haciendo mandalas. Mamá en la silla mecedora. Las manos de mamá hundidas en la masa de harina. Mamá jugando al truco. Mamá caminando lenta, con el andador. Mamá en la cocina y yo sumergiendo un trocito de pan en el mar rojo de su tuco único e irrepetible. Mamá me duele en todo mi ser.

Basta. No quiero pensar. Pero los pensamientos que suelto son globos con helio, por más que los quiera olvidar quedan adheridos en el techo de mi mente. No puedo pensar a papá sin mamá. Cuando pienso a uno, llega el otro, como imanes que se atraen. Son, desde que me trajeron a la vida, mamáypapá. El sábado pasado estuve con ellos, fuimos con Valentín, mi hijo menor. Les llevé algo de mercadería. Cuidándolos para que no salgan, para que no se expongan, para que no se contagien de coronavirus. Sin embargo la enfermedad resultó una pelota que pasó por encima de la barrera que pusimos en la defensa de sus vidas. Si no sale de la internación, el sábado la vi por última vez.

Cuando me asomo al pasado desde la ventana del presente, pienso que tendría que haber estado más tiempo con ella, haberle dicho más cosas, haberla abrazado, besado, olido mucho más. Tendría que haberme sentado a upa, haberle preguntado más sobre su infancia, sobre la mía y… Pero no, no lo supe, ese partido terminó y estoy viendo la repetición.

La neurosis se aprovecha de mi debilidad y me asfixia con mil culpas.

Me fui de la casa de papáymamá angustiado por el deterioro de mamá, por su mirada ausente, vidriosa, por sus dolores, sus quejas, sus mil ay, su cuerpo desvencijado, su vida vaciándose de vida. Me fui sin despedidas. Sin adiós. Negando todo lo que podría llegar y está llegando.

Suena el timbre. Es el cartero. Recibo un rolo, un cilindro duro de goma eva para hacer ejercicios, para entrar en calor, para estirar. Paradojas de la vida. Un aparato para estar mejor en el momento en que estoy más abatido. Debería subirme y rolar hasta donde está mamá, o hasta donde están escondidas todas las respuestas fundamentales, o hasta la casa de Dios, si es que quiere recibirme y darme explicaciones. Le preguntaría por qué nos hizo así, vulnerables, finitos, mortales. ¿Por qué el sufrimiento? ¿Cómo ejercitar el espíritu, la paciencia, la tolerancia, la aceptación? Mi ser se condensa en la angustia del existir, en el sentimiento trágico de la vida.

“El tiempo es circular”, me dijo Francisco, mi hijo mayor, cuando le conté lo que le estaba pasando a su abuela. Cada uno reacciona a su modo. Mis hijos tienen la facilidad de rescatarme cada vez que me pierdo en las tinieblas.

Escuela del dolor: Cuando comienzan a morirse nuestros padres ingresamos en la curva que nos conduce a la recta de nuestra propia muerte.

El mundo sin mamá

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