Читать книгу La breve luz de nuestros días - Pablo Ottonello - Страница 7

Оглавление

► 2 ◄


Kinski era un criminal. Sabía pelear, era robusto como un toro, y tenía ese candor típico de los Golden Retriever. Parecen buenos. Nadie se imagina que un perro criado en el lujo pueda servir para esto. Mucho menos que termine mordiendo yugulares. Era un simple mascota hasta que a Bomparola se le ocurrió traerlo. ¿Lo hizo por la plata? Durante el pico de actividad, que duró meses, el galpón movía cifras importantes. La guita le gusta mucho, eso sí. Y aunque nosotros teníamos sueldos dignos, Madariaga jamás pagó en fecha, viejo rata. La competencia, hay que decirlo, despertaba la pasión.

A Bomparola le gustaba la rosca. Digo, con su perro. ¿A quién no? Los operarios y el personal técnico del laboratorio sí que jugaban por plata. Ellos no tenían bonos ni iban a resultado. ¿Pero Bomparola? ¿Sacar el perro familiar y traerlo acá para masacrarlo? Le mintió a la familia. Creía, dijo, que se hubía contagiado rabia cazando murciélagos. No era infrecuente que los perros domésticos contrajeran pestes por andar yirando. (De las pestes no hace falta que diga demasiado.) Ya no se podía tener mascotas al aire libre. Lo hago por seguridad, les dijo Bompa. También me lo dijo a mí. ¿Pensás que me da gracia verlo matarse a dentelladas? Una crueldad haberlo traído, pero qué se yo. Murió con dignidad.

Duró tres combates, que no es poco.

La breve luz de nuestros días

Подняться наверх