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3. BUENAS PRÁCTICAS Y RETOS EN TRANSFORMACIÓN DIGITAL

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La capacidad resiliente del Trabajo Social frente a los cambios derivados de la transformación digital se evidencia en las experiencias y buenas prácticas de su actuación profesional. No siempre son visibilizadas, acumulándose en el bagaje y repertorio competencial que permite a las trabajadoras y trabajadores sociales su anticipación, adaptación y fortalecimiento ante los nuevos desafíos de la digitalización.

Como principal estrategia de respuesta, el Trabajo Social ha implementado acciones para reforzar en su formación la adquisición de competencias digitales y proyectar desde su investigación los resultados de sus prácticas digitales sobre la intervención social. Desde la formación permanente y los estudios universitarios se han desplegado diferentes iniciativas para avanzar en el aprendizaje sobre el uso de las TICs y sobre las potencialidades del Trabajo Social online. De acuerdo con López-Peláez et al. (2020) una de las prioridades del trabajo social debe ser difundir sus resultados en el entorno digital. Pero más allá del uso y potencialidad del entorno digital para la ejecución de la práctica social, los profesionales están participando del diseño y desarrollo de instrumentos digitales con la finalidad de lograr una mayor adecuación a las necesidades presentes en la población (Santás, 2016). El profesional del Trabajo Social capitaliza el factor humano en la intervención social, situando a la persona como elemento clave de las decisiones y actuaciones, también de las digitales, en confrontación a estrategias que posicionan a los recursos (económicos, técnicos y materiales) como el centro del sistema. Es el enfoque social del proceso de digitalización, el que debe garantizar la prevención de los riesgos y desventajas que estos cambios pueden generar entre las personas, especialmente en aquellas con mayor vulnerabilidad ante la brecha digital.

En la era digital, el Trabajo Social debe afrontar los retos que le lleven a desarrollar su objetivo en el nuevo contexto de relaciones, comunicación y estructura social. El acompañamiento al cambio y el apoyo en la reducción de la vulnerabilidad de las personas con las que intervienen los trabajadores y trabajadoras sociales sigue siendo un desafío presente en el nuevo contexto fruto de la transformación digital. Tanto a nivel individual como desde un plano organizacional se deben asumir retos que faciliten una adaptación y respuestas resilientes a los nuevos problemas y situaciones que pueden plantearse.

En primer lugar, el Trabajo Social, sus profesionales y las organizaciones en las que trabajan, deben ser conscientes de la transformación digital. Los contextos profesionales, individuales y organizacionales deben interiorizar dimensiones culturales y de funcionamiento orientadas a la digitalización. En este sentido son clave el desarrollo de servicios prestados online o de forma virtual (e-social work) y la incorporación de la inteligencia artificial a nuestra labor profesional. Los primeros, nos proveen de un ecosistema tecnológico que se convierte en el contexto de actuación profesional donde surgen las relaciones y los problemas que abordar; suponen un ahorro de costes, tiempo, desplazamientos, facilitan la conciliación entre la vida familiar y laboral y pueden hacer nuestra labor más accesible e inclusiva, incorporando a otros colectivos a nuestra actuación (López-Peláez y Sánchez-Cabezudo, 2015; Sánchez-Cabezudo y López-Peláez, 2014). Aquí podemos encontrar desde servicios de información, seguimientos profesionales, intervención con familias, coordinación de grupos, dinamización comunitaria, etc. En cuanto a la inteligencia artificial, puede proporcionar un marco privilegiado para la toma de decisiones y la identificación de poblaciones en situación de vulnerabilidad, así como para la automatización de procesos (difusión de información general, revisión de documentación, apoyo en la valoración de casos, seguimiento de poblaciones en riesgo).

Relacionado con lo anterior, el Trabajo Social tiene como reto el incorporar el big data a su intervención profesional planteándose la posibilidad de realizar prospecciones y análisis de los bancos de grandes datos abiertos. Esto permitiría la anticipación ante situaciones sociales, la observación con antelación de posibles tendencias en el comportamiento de las dinámicas de exclusión o del modelo productivo, que facilitaría el diseño de políticas públicas, estrategias organizacionales o intervenciones profesionales preventivas. Así mismo permitiría un contexto de aprendizaje para potenciar los procesos de inteligencia artificial y mejorar las actuaciones profesionales que hicieran uso de esta herramienta.

La digitalización, que facilita la interconexión entre personas, grupos y comunidades, debe ser un facilitador para lograr que el Trabajo Social, sus profesionales y sus organizaciones desarrollen un funcionamiento en clúster orientado a la coordinación de todos los agentes que intervienen en un determinado contexto. En un escenario global, competitivo y de recursos escasos, es un reto ineludible la agrupación sectorial o geográfica, la compartición de recursos y actuaciones profesionales, así como la creación de nodos de innovación, que mejoran la productividad y permiten un uso más eficiente y sostenible de los recursos.

Hacia la disrupción digital del trabajo social

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