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PARTE PRIMERA
HERIDAS EN EL CUERPO
IX
MÁS INCONVENIENTES DE LA "GUÍA DE FORASTEROS"

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– Dejémosle87 que repose… – dijo Angustias en voz baja, sentándose al lado de su madre. – Y supuesto que ahora no puede oírnos, permíteme,88 mamá, que te advierta una cosa… Creo que no has hecho bien en contarle que eres Condesa y Generala…

– ¿Por qué?

– Porque… bien lo sabes, no tenemos recursos suficientes para cuidar y atender a una persona como ésta, del modo que lo harían Condesas y Generalas de verdad.

– ¿Qué quiere decir de verdad? – exclamó vivamente la guipuzcoana. – ¿También tú vas a poner en duda mi categoría? ¡Yo soy tan Condesa como la del Montijo, y tan Generala como la de Espartero!

– Tienes razón; pero hasta que el Gobierno resuelva en este sentido el expediente de tu viudedad, seguiremos siendo muy pobres…

– ¡No tan pobres! Todavía me quedan mil reales de los pendientes de esmeraldas, y tengo una gargantilla de perlas con broches de brillantes, regalo de mi abuelo, que vale más de quinientos duros, con los cuales nos sobra para vivir hasta que se resuelva mi expediente, que será antes de un mes, y para cuidar a este hombre como Dios manda, aunque la rotura de la pierna le obligue a estar acá dos o tres meses… Ya sabes que el Oficial del Consejo opina que me alcanzan los beneficios del artículo 10 del Convenio de Vergara;89 pues, aunque tu padre murió con anterioridad, consta que ya estaba de acuerdo con Maroto…

– Santurce… Santurce… Tampoco figura este condado en la Guía de Forasteros– murmuró borrosamente el Capitán, sin abrir los ojos.

Y luego, sacudiendo de pronto su letargo, y llegando hasta incorporarse en la cama, dijo con voz entera y vibrante, como si ya estuviese bueno:

– ¡Vamos claros, señora! Yo necesito saber dónde estoy y quiénes son ustedes… ¡A mí no me gobierna ni me engaña nadie! ¡Diablo, y cómo me duele esta pierna!

– Señor Capitán, ¡usted nos insulta! – exclamó la Generala destempladamente.

– ¡Vaya, Capitán! Estese usted quieto y calle… – dijo al mismo tiempo Angustias con suavidad, aunque con enojo. – Su vida correrá mucho peligro si no guarda usted silencio o si no permanece inmóvil. Tiene90 usted rota la pierna derecha, y una herida en la frente, que le ha privado a usted de sentido más de diez horas…

– ¡Es verdad! – exclamó el raro personaje, llevándose las manos a la cabeza y tentando las vendas que le había puesto el médico. – ¡Esos pícaros me han herido! – Pero, ¿quién ha sido el imprudente que me ha traído a una casa ajena, teniendo91 yo la mía, y habiendo hospitales militares y civiles? – ¡A mí no me gusta incomodar a nadie, ni deber favores, que maldito92 si merezco ni quiero merecer! – Yo estaba en la calle de Preciados…

– Y en la calle de Preciados está usted número 14, cuarto bajo… – interrumpió la guipuzcoana, desentendiéndose de las señas que le hacía su hija para que callase. ¡Nosotras no necesitamos que nos agradezca93 usted cosa alguna, pues no hemos hecho ni haremos más que lo que manda Dios y la caridad ordena! – Por lo demás, está usted en una casa decente. Yo soy doña Teresa Carrillo de Albornoz y Azpeitia, viuda del general carlista D. Luis Gonzaga de Barbastro, convenido en Vergara94 (¿Entiende usted? Convenido en Vergara, aunque fuese de un modo virtual, retrospectivo e implícito, como en mis instancias se dice.) El cual debió su título de Conde de Santurce a un real nombramiento de don Carlos V, que tiene que revalidar doña Isabel II, al tenor del artículo 10 del Convenio de Vergara. ¡Yo no miento nunca, ni uso nombres supuestos, ni me propongo con usted otra cosa que cuidarlo y salvar su vida, ya que la Providencia me ha confiado este encargo!..

– Mamá, no le des cuerda… – observó95 Angustias. – Ya ves que, en lugar de aplacarse, se dispone a contestarte con mayor ímpetu…

– ¡Y es que el pobre está malo… y tiene la cabeza débil! ¡Vamos, señor Capitán! Tranquilízese usted y mire por su vida…

Tal dijo la noble doncella con su gravedad acostumbrada. Pero el Capitán no se amansó por ello, sino que la miró de hito en hito con mayor furia, como acosado jabalí a quien arremete nuevo y más temible adversario, y exclamó valerosísimamente:

87

Dejémosle: the pronouns -le and -me are unnecessary, but add a personal touch by showing who is the subject of the following verb.

88

permíteme: the pronouns -le and -me are unnecessary, but add a personal touch by showing who is the subject of the following verb.

89

Convenio de Vergara, Treaty of Vergara, i.e. the terms of agreement between General Espartero for the queen, and General Maroto for the Carlists.

90

Tiene and (21) ha in this same sentence: what is the difference?

91

teniendo… habiendo: let the student note the distinct meanings.

92

que maldito…, accursed, condemned: translate, and blamed if I deserve them.

93

nos agradezca cosa alguna, that you thank us for anything: the construction is nos dative, and cosa alguna accusative, and the subjunctive in a subordinate clause dependent upon necesitamos.

94

convenido , signer, party to: sense of convenirse, fall in with, adjust oneself.

95

des cuerda: the figure is of winding an old-style clock.

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