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PARTE SEGUNDA
VIDA DEL HOMBRE MALO
VI
LA VIUDA DEL CABECILLA

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– Hablemos ahora de pequeñeces, impropias, hasta cierto punto,174 de personas de nuestra posición; pero en que hay que entrar forzosamente. La fatalidad, señora Condesa, ha traído a esta casa, e impide salir de ella en cuarenta o cincuenta días, a un extraño para ustedes, y un desconocido, a un don Jorge de Córdoba, de quien nunca habían oído hablar, y que tiene un pariente millonario… Usted no es rica, según acaba de contarme…

– ¡Lo soy! – interrumpió valientemente la guipuzcoana.

– No lo es usted…; cosa que la honra mucho, puesto que su magnánimo esposo se arruinó defendiendo la más noble causa… ¡Yo, señora, soy también algo carlista!

– ¡Aunque fuera usted el mismísimo175 don Carlos! ¡Hábleme de otro asunto, o demos por terminada176 esta conversación! ¡Pues no faltaba más, sino que yo aceptara el dinero ajeno para cumplir con mis deberes de cristiana!

– Pero, señora, usted no es médico, ni boticario, ni…

– ¡Mi bolsillo es todo eso para su primo de usted! Las muchas veces que mi esposo cayó herido defendiendo a don Carlos (menos la última, que, indudablemente en castigo de estar ya de acuerdo con el traidor Maroto, no halló quien le auxiliara, y murió desangrado en medio de un bosque), fue socorrido por campesinos de Navarra y Aragón, que no aceptaron reintegro ni regalo alguno… ¡Lo mismo haré yo con don Jorge de Córdoba, y quiera o no quiera su millonaria familia!

– Sin embargo, Condesa, yo no puedo aceptar… – observó el Marqués, entre complacido y enojado.

– ¡Lo que no podrá usted nunca es privarme de la alta honra que el cielo me deparó ayer! Contábame mi difunto esposo que, cuando un buque mercante o de guerra descubre en la soledad del mar y salva de la muerte a algún náufrago, se recibe a este a bordo con honores reales, aunque sea el más humilde marinero. La tripulación sube a las vergas; tiéndese rica alfombra en la escala de estribor, y la música y los tambores baten la Marcha Real de España… ¿Sabe usted por qué? ¡Porque en aquel náufrago ve la tripulación a un enviado de la Providencia! ¡Pues lo mismo haré yo con su primo de usted! ¡Yo pondré a sus plantas toda mi pobreza por vía de alfombra, como pondría miles de millones si los tuviese!

– ¡Generala! – exclamó el Marqués, llorando a lágrima viva. – ¡Permítame usted besarle la mano!177

– ¡Y permite, querida mamá, que yo te abrace llena de orgullo! – añadió Angustias, que había oído toda la conversación desde la puerta de la sala.

Doña Teresa se echó también a llorar, al verse tan aplaudida y celebrada. Y como la gallega, reparando en que otros gemían, no desperdiciara tampoco la ocasión de sollozar (sin saber por qué), armose allí tal confusión de pucheros, suspiros y bendiciones, que más vale volver la hoja, no sea que los lectores salgan178 también llorando a moco tendido, y yo me quede sin público a quien seguir contando mi pobre historia…

174

hasta cierto punto, to a certain extent: here more normal than at 5, 9.

175

mismísimo: three different sounds of i in this word, according to Professor Olmsted.

176

demos por terminada, let us consider it ended: so delo por dicho, you needn't tell me, never mind, or I don't care to hear it.

177

¡Permítame usted besarle la mano! – ¡Y permite… que yo te abrace…! verbs like permitir, dejar, impedir, admit either the infinitive or a que-clause, without difference in meaning.

178

salgan: salir, seguir [continuar, quedar, venir, andar] follow ir and take -ndo forms after them, like estar.

El Capitán Veneno

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