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PARTE SEGUNDA
VIDA DEL HOMBRE MALO
I
LA SEGUNDA CURA

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A las ocho de la mañana siguiente, que, por la misericordia de Dios, no ofreció ya señales de barricadas ni de tumulto (misericordia que había de durar hasta el 7 de Mayo de aquel mismo año, en que ocurrieron las terribles escenas de la Plaza Mayor), hallábase121 el doctor Sánchez en casa de la llamada Condesa de Santurce poniendo el aparato definitivo en la pierna rota del Capitán Veneno.

A éste le había dado122 aquella mañana por callar. Sólo había abierto hasta entonces la boca, antes de comenzarse la dolorosa operación, para dirigir dos breves y ásperas interpelaciones a doña Teresa y a Angustias, contestando a sus afectuosos buenos días.

Dijo a la madre:

– ¡Por los clavos de Cristo,123 señora! ¿Para qué se ha levantado usted estando mala? ¿Para que sean mayores mi sofocación y mi vergüenza? ¿Se ha propuesto usted matarme a fuerza de cuidados?

Y dijo a Angustias:

– ¿Qué importa que yo esté mejor o peor? ¡Vamos al grano! ¿Ha enviado usted a llamar a mi primo para que me saquen de aquí y nos veamos todos libres de impertinencias y ceremonias?

– ¡Sí, señor Capitán Veneno! Hace media hora que la portera le llevó recado… – contestó muy tranquilamente la joven, arreglándole las almohadas.

En cuanto a la inflamable Condesa, excusado es decir que había vuelto a picarse con su huésped al oír aquellos nuevos exabruptos. Resolvió, por tanto, no dirigirle más la palabra, y se limitó a hacer hilas y vendas y a preguntar una vez y otra, con vivo interés, al impasible doctor Sánchez, cómo encontraba al herido (sin dignarse nombrar a éste), y si llegaría a quedarse cojo, y si a las doce podría tomar caldo de pollo y jamón, y si era cosa de enarenar la calle para que no le molestara el ruido de los coches, etcétera, etc.

El facultativo, con su ingenuidad acostumbrada, aseguró que del balazo de la frente124 nada había ya que temer, gracias a la enérgica y saludable naturaleza del enfermo, en quien no quedaba síntoma alguno de conmoción ni fiebre cerebral; pero su diagnóstico no fue tan favorable respecto de la fractura de la pierna. Calificola nuevamente de grave y peligrosísima, por estar la tibia muy destrozada,125 y recomendó a D. Jorge absoluta inmovilidad si quería librarse de una amputación, y aun de la misma muerte…

Habló el Doctor en términos tan claros y rudos, no sólo por falta de arte para disfrazar sus ideas, sino porque ya había formado juicio del carácter voluntarioso y turbulento de aquella especie de niño consentido. Pero a fe que no consiguió asustarlo: antes bien le arrancó una sonrisa de incredulidad y de mofa.

Las asustadas fueron las tres buenas mujeres: doña Teresa por pura humanidad; Angustias por cierto empeño hidalgo y de amor propio que ya tenía en curar y domesticar a tan heroico y raro personaje, y la criada por terror instintivo a todo lo que fuera sangre, mutilación y muerte.

Reparó el Capitán en la zozobra de sus enfermeras, y saliendo de la calma con que estaba soportando la curación, dijo furiosamente al doctor Sánchez:

– ¡Hombre! ¡Podía usted haberme notificado a solas126 todas esas sentencias! ¡El ser buen médico no releva de tener buen corazón! – Dígolo, porque ya ve usted qué cara tan larga y tan triste ha hecho poner a mis tres Marías!127

Aquí tuvo que callar el paciente, dominado por el terrible dolor que le causó el médico al juntarle el hueso partido.

– ¡Bah, bah! – continuó luego. – ¡Para que yo me quedase en esta casa!.. ¡Precisamente no hay nada que me subleve tanto como ver llorar a las mujeres!

El pobre Capitán se calló otra vez, y mordiose los labios algunos instantes, aunque sin lanzar ni un suspiro…

Era indudable que padecía mucho.

– Por lo demás, señora… – concluyó dirigiéndose a Dª Teresa, – ¡figúraseme que no hay motivo para que me eche usted esas miradas de odio, pues ya no puede tardar en venir mi primo Álvaro, y las librará a ustedes del Capitán Veneno…! Entonces verá este señor Doctor… (¡cáspita,128 hombre, no apriete usted tanto!), qué bonitamente, sin pararse en eso de la inmovilidad (¡caracoles, qué mano tan dura tiene usted!), me llevan cuatro soldados a mi casa en una camilla, y terminan todas estas escenas de convento de monjas! ¡Pues no faltaba más! ¡Calditos a mí! ¡A mí sustancia de pollo! ¡A mí enarenarme la calle! ¿Soy yo acaso algún militar de alfeñique, para que se me trate con tantos mimos y ridiculeces?

Iba a responder doña Teresa, apelando al ímpetu belicoso en que consistía su única debilidad (y sin hacerse cargo, por supuesto, de que el pobre D. Jorge estaba sufriendo horriblemente), cuando, por fortuna, llamaron a la puerta, y Rosa anunció al Marqués de los Tomillares.

– ¡Gracias a Dios! – exclamaron todos a un mismo tiempo, aunque con diverso tono y significado.

Y era que la llegada del Marqués había coincidido con la terminación de la cura.

Don Jorge sudaba de dolor.

Diole Angustias un poco de agua y vinagre, y el herido respiró alegremente, diciendo:

– Gracias, prenda.

En esto llegó el Marqués a la alcoba, conducido por la Generala.

121

hallábase: Alarcón, as well as Rosa, puts the pronoun last.

122

A éste le había dado… por callar, He had taken to silence, he didn't feel like talking: dar (impersonal) for some other verb as often; cf. le dio por ahí, he (or she) took to that.

123

Cristo: a strong oath. Usually Cristo is covered by some innocent word beginning with the same sound, as we shall often see. Captain Veneno later says por Jesucristo vivo, 135, 20.

124

balazo de la frente, bullet wound in his forehead: in the Diario I, 168, Alarcón tells of a captive Moor who had a terrible scar in his forehead: nos mostró una larga cicatriz que le atravesaba toda la frente. ¿Cómo no moriste? – La bala se deslizó sobre el hueso, – respondió, He showed us a long scar which crossed his whole forehead. Why didn't it kill you? – The ball glanced on the bone, he answered.

125

por estar la tibia muy destrozada, because the tibia was shattered. The subject of the infinitive is the post-placed noun tibia.

126

a solas, alone, privately: as feminine -mente is universal for the adverb ending, and as cosa is so often understood, it has come about that the fashion is to make adverbial expressions with a feminine form: cf. apenas, a duras penas, a ciegas; and even where the feminine is illogical, as in a ojos vistas, a pie juntillas, a ojos cegarritas: two constructions are confused, the adverb from a noun: a ojos, a pie, a la vista, and the adverb from an adjective.

127

tres Marías: reference to the three Marys at the crucifixion, Matthew 27:56. The phrase has become common with the legend that the three Marys came to Provence together.

128

¡cáspita…! and (20) ¡caracoles…!: note the disguised [encubierto] oath, how it starts as though to say Cristo and switches off to ca-something, any word beginning with ca- (canastos, caminos, canales, calles, culebrines, etc.), or even ca alone, or que. The commonest is caramba. In the Diario I, p. 32, and elsewhere several times, Alarcón speaks of the great amount of swearing: Valiéndose de distintas interjecciones y muletillas, usando de diverso género de oratorio, declaman, votan, refieren, arguyan, se insultan, se reconcilianUsing different interjections and gags, using a varied kind of oratory, they declaim, swear, quote, argue, insult each other, make up… Cf. our disguised forms for Jesus: By Joe, by George, Gewhiz, Jerusalem, Jehosaphat, Jimminy, and many more.

El Capitán Veneno

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