Читать книгу Una bala, un final - Pepe Pascual Taberner - Страница 15

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Roma, Italia

Charles se estaba abrochando los botones de la camisa frente al espejo. Sobre la pila del baño quedaban los gemelos de plata y el reloj de pulsera. El Bremont marcaba seis minutos y pasadas las nueve horas.

Al instante llamaron a la puerta. Por un momento, pensó que no esperaba a nadie. Miró a través de la mirilla y se sorprendió al ver a Andrew.

—Buenos días, Sr. Parker. —Dijo al mismo tiempo que entraba antes de que Charles le diera permiso.

Molesto por su imprudencia, cerró la puerta y le siguió hasta el comedor.

—Adelante, está en su casa. —Dijo sarcástico.

—No podía esperar a ese maravilloso whisky que tiene escondido en alguna parte.

—Creí decirle que le llevaría una botella a la embajada.

—Ahórrese la molestia. ¿Me invita a una copa?

—Son las nueve de la mañana, Sr. Rogers.

—¿Y eso es un problema?

Charles sonrió y le invitó a sentarse en una silla. Del mueble que había junto a la mesa, cogió un vaso y una botella de excelente Springbank.

—Sírvase a su gusto. —Concluyó Charles mientras se sentaba enfrente.

—¡Maravilloso! Doce años enriquecido en barrica. —Andrew bebió y enseguida apreció el viejo aroma.— Ha merecido la pena venir.

Charles le agradeció el gesto, pero enseguida insistió.

—Ahora dígame por qué está aquí, Sr. Rogers.

—Sí, vamos al grano. El servicio secreto alemán nombró un nuevo jefe a principios del pasado año. Es Wilhelm Canaris quien dirige ahora el Abwehr.

—No sé quién es.

—Es un oficial de la Marina; distinguido, astuto y con el olfato de un felino. Desde que ha ocupado el cargo, el Abwehr mejora admirablemente. ¿Lo sabía?

—Lo lamento. Cuando estuve en Berlín, no tuve nada que ver con el Abwehr.

—El nombramiento de Canaris se ha mantenido en secreto y no lo hemos descubierto hasta que el hombre de Sir Thomas en Berlín lo ha averiguado. Usted conoce perfectamente a Jason Moore, ¿verdad?

Charles le recordaba con aprecio.

—El Sr. Moore… ¿Todavía se esconde de madrugada para tomar leche con galletas?

—Así es. —Respondió con una sonrisa.

—Wilhelm Canaris, el Sr. Moore, Berlín… ¿Acaso mi misión se desarrollará en Alemania?

—Sé que le preocupa volver allí. Puede estar tranquilo, por el momento, Jason Moore se encarga de Alemania.

—Mucho mejor.

—Antes de dirigir el Abwehr, Canaris pasó un tiempo haciendo amigos; tanto en España, como aquí en Italia. Me refiero a personas muy influyentes, ¿me explico? —Enseguida, Charles asintió.— Observe el escenario. Una guerra en España cuyos beligerantes simpatizan con dos bloques completamente opuestos. En un lado aquellos países afines a Rusia, y enfrente quienes sienten afecto por Alemania e Italia. Un conflicto que estalla en un momento sensible para Europa. De igual modo que yo estoy aquí, los demás servicios de inteligencia trabajan deprisa. Y, si Alemania e Italia pretenden ir de la mano de los sublevados, será con la influencia de Wilhelm Canaris.

Charles pensaba detenidamente, tomándose su tiempo, y Andrew se lo permitía.

—Ayer me dijo que necesitaba a un negociador. Después de escucharle, creo que no soy la persona que mejor pueda interceder entre Canaris y Mario Roatta.

—Estoy de acuerdo. Por ese motivo, ya tengo a quien está detrás de los dos jefes de inteligencia.

—Entonces, ¿para qué necesita a un negociador?

—Pretendo acerarme a Wilhelm Canaris. Y, para eso, requiero de aquel cuyo método y habilidad no estén indicados en el manual del agente perfecto. Sr. Parker, necesito más que un simple espía. Quiero su impredecible modus operandi. —Y dio un sorbo muy rápido sin apartarle la mirada.— Quiero llegar a Canaris con quien pueda entenderse el propio Canaris. Alguien que le sorprenda.

Sin responder por unos segundos, Charles suspiró.

—Me sobrevalora…

Andrew encendió uno de sus cigarrillos y volvió a beber gimiendo deliberadamente.

—Es excelente. Creo que le visitaré a menudo.

—Sr. Rogers, en la última misión tuve suerte. Logré hacer lo imposible en Oslo, maté a algunas personas y conseguí regresar de Alemania sano y salvo.

Pero Andrew negó con la mano.

—Lo diré con otras palabras. En Oslo suplantó la identidad de un empresario logrando interferir en una delicada negociación entre los nazis y los mineros suecos. Mató, sí, pero a dos agentes de la Gestapo, que ahora siembra el terror en Alemania. Y también consiguió secuestrar al jefe de la sección de visados de la Gestapo, Georg Best. Un tipo de alto valor que permanece preso en Inglaterra, en un lugar secreto. ¿Le parece que eso es tener suerte?

Charles se reclinó y se cruzó de brazos.

—De acuerdo, me ha convencido.

—Inglaterra aboga por una Europa anticomunista y, aunque a nuestro gobierno no le satisface la política de Hitler, prefiere que sea Alemania quien frene la expansión marxista. No obstante, Sir Thomas no está conforme. Opina que es un gravísimo error. Una vez más, nuestro jefe no cuenta con el apoyo del Parlamento.

—¿Por qué Canaris?

—Esa es una buena pregunta. —Dijo dejando el cigarrillo y terminando su whisky.— Porque Canaris no encaja en el tablero de juego. Su elección para el Abwehr distorsiona el criterio que tiene Hitler para elegir a sus súbditos estratégicos. Canaris no parece ser uno de ellos, pues está anclado en la clase militar que el nazismo destrona. Toda su trayectoria profesional ha estado marcada por nobles acciones, admirables y respetables. Fíjese, Alemania está infectada por el nazismo y ahora ese hombre ocupa el cargo del servicio secreto del ejército. ¿No le resulta extraño?

—No. Tal vez ustedes estén equivocados y ese Canaris sea uno más en la estela de Hitler.

Andrew sonrió.

—Le imaginaba más inteligente, Sr. Parker.

—Déjese de sarcasmos. Sir Thomas se basa en una suposición, nada más que eso.

—Quizás sí, aunque el Abwehr es el único organismo que no controlan los tentáculos del SS. Créame, Canaris es un ferviente militar y defenderá Alemania hasta el final. No por eso ha de defender la política nacionalsocialista.

—Aunque Sir Thomas estuviera en lo cierto, ¿de qué serviría? Según me dice, no tiene ningún apoyo en Londres.

Para Andrew, aquella pregunta tenía mucho peso y le resultaba difícil responderle como se debía.

—No lo tiene. Y tampoco lo necesita.

—Entonces, ¿cuál es el fin de todo esto?

—Si estamos en lo cierto, Sir Thomas podría tener una vía directa con Canaris.

Charles frunció el ceño y aguardó un instante.

—¿Lo haría aun sin el apoyo de Londres?

—¿Es que no conoce a Sir Thomas? Es Londres quien permite que Sir Thomas tenga sus propias iniciativas. Unas veces se equivoca y otras son tremendamente útiles.

—Pero Wilhelm Canaris es su enemigo. Se sienta en una silla homóloga a la suya.

—El enemigo es enemigo en los campos de batalla, no tiene por qué serlo en los despachos.

—Pretende comunicarse con él.

—Por el momento, quiere averiguar su disponibilidad. Si en adelante hiciera falta un diálogo, Sir Thomas está dispuesto.

Charles se frotó los ojos admirando la estrategia y después se serenó.

—Sr. Rogers, recuerde que no puedo regresar a Alemania.

—Olvídese de Alemania. De todos modos, usted cambió de identidad durante la misión. Es a Odran Daley a quien busca la Gestapo, no a Charles Parker.

—Eso es una ventaja. Dígame, Sir Thomas sabía que aceptaría, ¿verdad?

Andrew sonrió mientras dejaba el vaso vacío. Dio la última calada al pitillo y, tras lanzar el humo, volvió a sonreír.

Una bala, un final

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