Читать книгу Hijo dorado - Pierce Brown - Страница 8

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Érase una vez un hombre que bajó del cielo y asesinó a mi esposa. Ahora camino a su lado por una montaña que flota sobre nuestro mundo. Cae la nieve. En la roca bostezan almenas de piedra blanca y cristal reluciente.

A nuestro alrededor se arremolina un caos de ambición. Todos los magníficos dorados de Marte descienden sobre el Instituto para reclamar a los mejores y más brillantes alumnos de nuestro año. Sus barcos abarrotan el cielo matutino y proyectan sus sombras sobre un mundo de nieve y castillos humeantes camino del Olimpo, el lugar que arrasé hace apenas unas horas.

—Échale un último vistazo —me dice cuando nos acercamos a su lanzadera—. Todo lo anterior no ha sido más que un susurro de nuestro mundo. Cuando dejas esta montaña, todos los vínculos se rompen, las promesas quedan reducidas a polvo. No estás preparado. Nadie lo está jamás.

Entre la multitud, veo a Casio con su padre y sus hermanos de camino a su lanzadera. Nos abrasan con la mirada sobre el paisaje blanco, y me viene a la memoria el sonido del corazón de su hermano cuando latió por última vez. Una mano ruda de dedos huesudos se aferra posesivamente a mi hombro.

Augusto mira fijamente a sus enemigos.

—Los Belona no perdonan ni olvidan. Son muchos. Pero no pueden hacerte daño. —Su mirada de ojos fríos se vuelve hacia mí, su premio más reciente—. Porque tú me perteneces, Darrow, y yo protejo lo que es mío.

Y yo también.

Durante setecientos años, mi pueblo ha estado esclavizado, privado de voz y de esperanza. Ahora yo soy su espada. Y no perdono. No olvido. Así que dejaré que me guíe hasta su lanzadera. Que piense que es mi dueño. Que me reciba en su casa, porque así podré quemarla hasta los cimientos.

Pero entonces su hija me agarra de la mano y siento que la pesada carga de todas las mentiras recae sobre mis hombros. Dicen que un reino dividido no puede perdurar. Pero no mencionaron qué le ocurre al corazón en ese mismo caso.

Hijo dorado

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