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LA MUERTE DE CHICO O LA VENGANZA DE UN JUGADOR

Índice

PRIMERA PARTE
ANTECEDENTES

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I.
UNA NOCHE DE NIEVE

En la niebla y en la bruma, en la nieve profunda, en el bosque inculto, en la noche de invierno oigo el aullido hambriento del lobo y el grito sombrío de la lechuza.

Goethe: Lied del bohemio.

Al día siguiente en que don Eugenio nos contó su vida en la Cárcel de Corte, comenzó a caer una gran nevada. Habían acudido a la cocina del tío Chaparro más gente que la noche anterior, y los pastores y cabreros fantaseaban acerca de las consecuencias de la nevada y de la aparición de los lobos en la garganta de Covaleda y en los montes del Urbión.

Habían visto sus huellas en la nieve; habían dejado leña en las chozas, y quesos y cecina sobre las ramas altas de los pinos para que no los cogieran los lobos.

Aviraneta y yo estábamos al lado del fuego, sentados en dos grandes sillones; él llevaba puesto un abrigo grueso y tenía sobre la espalda un mantón de su mujer. Escuchábamos la conversación de los pastores, oíamos el ladrido de los perros y, a veces, el chirrido de la lechuza.

De pronto, Aviraneta me dijo en voz baja:

—Relacionándola con aquella época de la Cárcel de Corte de que te hablaba ayer noche, recuerdo una historia bastante siniestra en la que figuró un tal Castelo y el policía Chico. Ya te la habré contado, ¿verdad?

—No.

—¿No te la he contado?

—No.

—Pues es raro.

—Cuéntela usted, don Eugenio—dijo el tío Chaparro, terciando en la conversación—; mandaré traer un poco de café con aguardiente, echaremos más leña al fuego y dejaré a los muchachos aquí a que le oigan a usted, porque mañana es domingo y se pueden levantar un poco más tarde que de costumbre.

Aviraneta hizo una señal de asentimiento. Se puso una cafetera grande en las brasas y se trajo una botella de licor.

Por la pequeña ventana de la cocina se veía el campo nevado, y los grandes copos de nieve que caían lenta y blandamente, como espesos plumones blancos.

Aviraneta, que estaba empotrado en su sillón y mirando con sus ojos, de un azul brillante, el fuego, se recogió un momento, tomó una gran taza de café muy caliente que le sirvieron, contempló a su auditorio sonriendo y comenzó su relación así:

El Sabor de la Venganza

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