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FUNDACIÓN DE LA DJAMA
SEGÚN LOS ÁRABES

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La leyenda que trata de la fundación de esta mezquita, cuenta, que Abd-el-Rhamán I se levantó un día al amanecer, y mandó á su eunuco Mansur que convocase á los jeques á consejo. Reunidos éstos, les manifestó su propósito de construir la gran mezquita de Occidente. Los autores árabes ponen en su boca un largo discurso que demuestra el estado de lucha entre las dos grandes iglesias entonces rivales. De sus mejores párrafos insertamos los que siguen:

«...El cristiano idólatra dice: Europa es la reina, Asia su sirviente. El fiel musulmán exclama: del Oriente sale la luz. Algufía duerme en las tinieblas.

»La Iglesia y el Islám se miran frente á frente como el león y el tigre... En las montañas de Alfranc deja el tigre cauteloso la presa para la vuelta: en la ciudad de Constantino devoran las hogueras los monasterios, los monges y los ídolos, y á los golpes del Castillo isáurico se va desmoronando Santa Sofía.

»Los bárbaros de las regiones del hielo se estremecen de placer en sus pellizas, esperando que un pontífice romano ponga en la diestra de Carlo-Magno el globo de Constantino; pero las hermosas hijas del Yemen celebran con zambras y cantares en sus almeas las victorias de los hijos de Ismael, que por la virtud del Korán se abren las puertas del Oriente y del Occidente.

».................... Cantaron las vírgenes y los ancianos del Hedjaz: no hay más Dios que Dios, ¡Mahoma es su profeta! Poderosa es la raza Coreixi: Dios clemente ha vinculado en ella el precioso collar de Cosrroes, y las veinticinco coronas de los reyes de Iberia».

Luego describe las grandezas de la tierra que dominaban, y el poder que ejercían sobre los reyes de Alfranc, y añade:

«No entregará Dios el mundo á los que se embriagan predicando penitencia y se enriquecen ensalzando la pobreza, y se dan al libertinaje recomendando la castidad...

«Para ellos los monasterios pobres y sombríos, para nosotros los verjeles, el harém, los baños y las aljamas; aljamas revestidas en su interior de bruñidos jaspes y esplendorosos estucos, construídas de jacintos rojos y cercadas de lámparas inextinguibles.

«Para ellos claustros lóbregos y silenciosos, para nosotros cristalinas fuentes y verdes arrayanes; para ellos las privaciones de la vida triste del castillo, para nosotros la existencia risueña y tranquila de la academia; para ellos la intolerancia y tiranía, para nosotros la monarquía clemente y paternal; para ellos la ignorancia del pueblo, para nosotros la instrucción pública y gratuíta; para ellos los yermos, el celibato, el martirologio, para nosotros la fertilidad, el amor, la hermandad, las comodidades y deleites...

«Gran contienda se inaugura entre la barbarie y la cultura, entre las sombras y la luz, entre cristianos y muslimes; preparado está el mundo y dispuesto para grandes cosas, como el hierro que sale de la fragua enrojecido y solo espera la nueva forma que va á tomar sobre el yunque».

Luego anuncia la lucha de francos y árabes, los primeros contra los bárbaros de las regiones heladas, y del árabe contra las tribus del Ganges y del Indo; «un esfuerzo más, dice, y la majestuosa Bagdad se humillará ante la reina del andaluz; alcemos á Alá una aljama solo comparable á la Santa Casa de Jerusalem.

«Levantemos la Kaaba del Occidente en el solar mismo de un templo cristiano que tengamos que derruir, para que caiga la Cruz entre escombros y descuelle el Islám radiante.

«Sea su planta parecida á la de las basílicas del Crucificado, para que la Casa de Dios oprima la casa de los ídolos; átrio, pórtico, naves y santuario, todo en un recinto de cuatro ángulos y cuatro lados como la Santa Casa de la Meca».

Enumera á seguida las bellezas que tendrá la mezquita, describe la cisterna del patio, los naranjos que han de sombrear las fuentes para las abluciones, las once puertas, y las once naves, con una más ancha en el centro para adorar la quibla ó santuario; las columnas de mármoles variados formadas á manera de hueste belicosa, los arcos como banderas henchidas por el viento de la fortuna; los techos de alerce incorruptible...

De tal manera habló Abd-el-Rhamán, que contagiados los jeques con sus palabras proféticas, á la vista de las verdades históricas que expuso el Kalifa, acordaron levantar el templo. El Katib recibió las órdenes, y fué comisionado para tratar con el Obispo y el Conde cristiano la compra del templo que se había de destruir para levantar la mezquita; éstos se negaron á venderlo, puesto que la basílica servía para el culto árabe y cristiano al mismo tiempo, con arreglo al precepto de Omar, que mandaba dividir con los cristianos las iglesias de las ciudades conquistadas. Al fin, según refiere Al-Makkari, los cristianos se avinieron á vender la iglesia, con tal que se les permitiera edificar otra á los tres santos mártires Fausto, Faunario y Marcial, y recibieron en dinares de oro el precio convenido. Desalojaron, pues, pacíficamente la iglesia, llevándose en procesión las imágenes y objetos de culto, y promovió el Kalifa inmediatamente la obra, valiéndose de materiales romanos y góticos de dentro y fuera de Córdoba, que hizo traer á toda costa. Por más que apresuró los trabajos, no pudo ver terminada la techumbre del edificio, á pesar del empeño que tomó en celebrar con gran solemnidad su grande obra. Durante dos años visitó constantemente á los trabajadores; concertaba los planes con los alarifes, se entretenía por su propia mano en diseñar parte de la ornamentación, y en este trabajo, que hacía sin desatender el gobierno y grandeza de sus Estados, le sorprendió la muerte con profundo sentimiento de todo el pueblo. Muerto Abd-el-Rhamán, siguió Hixem, su hijo, la obra de la mezquita hasta su conclusión en la época de las más grandes victorias para los árabes de España[19].

Estudio descriptivo de los monumentos árabes de Granada, Sevilla y Córdoba (edición ilustrada)

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