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Dijo Buckle[1] que la más interesante crónica de todas las naciones cultas, y la que no debe olvidarse jamas, es la del pueblo español. Con efecto, grande y poderoso era éste cuando el resto del mundo se ardía en guerras feudales y religiosas. Libre, y con instituciones representativas durante el revuelto período de las ambiciones dinásticas, en nuestra patria se han ensayado las leyes más justicieras é igualitarias, se han llevado á cabo las más lejanas y venturosas conquistas, y se han adelantado pasmosos descubrimientos, que no han podido borrar desastres espantosos y fatales preocupaciones.

Conserva nuestro suelo las raíces secas y quebrantadas de los múltiples trabajos de la humanidad en todos los tiempos y civilizaciones; y las diversas razas que lo poblaron han impreso el sello de sus obras en las cien generaciones que se han mezclado y comprimido durante treinta siglos con caracteres tan distintos, que todavía existe en nuestras provincias por un lado el espíritu aventurero y nómada de los primeros colonizadores, por otro la altiva independencia de los ilustrados mercaderes griegos y africanos, y en todas partes el dulce y tranquilo genio de las artes. Por el centro de la Península, pastores y honderos independientes ponían límite á las conquistas, y en el Norte la rudeza indómita de los que habitaban los bosques celtíberos helada por la brisa de sus angulosas montañas. Constantemente la fiereza, la pasión y el heroísmo, mezclados á esa pasmosa debilidad que dió tan inmensa fuerza á los agarenos para abatir las costumbres y leyes que había creado el palo y el hierro de los procónsules y de los conquistadores bárbaros.

Así, pues, entre nosotros se han iniciado todas las civilizaciones hasta el principio de su desarrollo, en el que parece que una atmósfera asfixiante las ha secado y empobrecido, viniendo siempre en pos del primer albor de la paz y de la dicha, el huracán de la destrucción y del aniquilamiento. La tradición, presentada siempre en un torbellino de pasiones y de sufrimientos, no ha sido respetada ni ha podido trasmitirse como ancha base de las instituciones modernas, para labrar nuestro porvenir, y hemos podido olvidar el carácter que imprimió la historia de la Reconquista al plantear la regeneración moderna.

Hegel nos ha asegurado, á la vista de esas grandes trasformaciones que experimentan los pueblos, que la inteligencia, el carácter, la pasión y la cultura se han reflejado siempre en las obras que dejaron labradas con sus manos ú ordenadas por su entendimiento. ¿A dónde ir, pues, para estudiar la historia más que á los eternos ó casi imperecederos frutos de las civilizaciones antiguas? El arte ideal que vino después del clásico y del simbólico tan hermosamente representado en la Península, nos ofrece ese constante genio que animó todas las empresas españolas, aquí donde la religión ha sido venerada, la ley inexorable, el espíritu intransigente, el culto irreflexivo, y donde se ha batallado durante ocho siglos sin más tregua que la necesaria para vigilar con astucia el costado vulnerable del enemigo. Nunca se ha roto el hilo de esta tradición caballeresca que nos ha dado un calificativo propio en el resto del mundo; y sin interrumpirlo es como acaso podríamos desarrollar nuestra antigua grandeza, encadenando aquel constante modo de ser, con los adelantos de las ciencias, con los intereses modernos y con ese espíritu de los pueblos que pasaron, Iberos, Godos y Arabes, que flota todavía en una atmósfera de huracanes y de convulsiones.

Y en esta tierra clásica del sentimiento, donde parece que todo ha muerto, dejando el suelo sembrado de preciosas ruínas que los hombres no se cuidaron de contemplar, se conserva todavía el odio de raza ó espíritu vengador que destruye las respetables obras de la antigüedad, y que á cada agitación derrumba y aniquila todo con el ardimiento y barbarie de la desgracia y de la impotencia, sin cuidarse ni sentir el destino social del arte en los tiempos venideros y en las realidades que se presagian.

Estudio descriptivo de los monumentos árabes de Granada, Sevilla y Córdoba (edición ilustrada)

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