Читать книгу Una arquitecta del cambio social desde el activismo y las políticas públicas. Testimonios de rutas compartidas con Isabel Martínez Lozano - Rafael de Lorenzo García - Страница 46
5. Nostalgia de la situación económica perdida
ОглавлениеEn los últimos años hay historias que han sido repetidas una y otra vez por los medios. La historia, por ejemplo, de Paula Heap y Joel Coe –señala Der Spiegel– que viven a 6.400 kilómetros de distancia, ni tan siquiera se conocen entre ellos, pero comparten el mismo sentimiento de atropello. Ella votó por el Brexit y él por Trump. Ella vive en una ciudad del noroeste de Inglaterra que nunca se recuperó del declive de la industria textil. Él es un americano de Tennessee, su fábrica de textiles es la última que sigue abierta en su región. Ambos comparten el rechazo a una globalización que “les ha quitado el control de su propia vida”, a una inmigración que –así lo entienden ellos– desequilibra el mercado de trabajo y se aprovecha de los servicios sociales, y a una Unión Europea, añade Heap, que funciona como un “imperio” de burocracia, “capaz de regular mi tetera eléctrica pero no de crear la más mínima prosperidad”29.
Es en ese tipo de argumentos en los que se basa lo esencial de la teoría de los perdedores de la globalización. Una teoría que viene a decir que con la globalización económica las clases media y trabajadora se están viendo paulatinamente depauperadas. Ese es el sustrato –continúa el argumento– en el que crece el descontento y el populismo. Lo que tienen en común Trump, el Brexit y el ascenso de la extrema derecha en Europa es que parten de “una reacción directa a un profundo cambio estructural en el modo en el que se genera y se reparte la riqueza. A menos que esa brecha estructural se cierre, los cimientos de nuestro orden político se tambalearán”30.
Efectivamente, los datos están ahí y son elocuentes. Desde el año 2000 el empleo fabril ha caído en EEUU un 30%. Según la Oficina del Presupuesto de EEUU, entre 1979 y 2013, los ingresos del 1% que más gana crecieron un 188%, los del grupo de ingresos altos crecieron un 63%, los de la clase media y baja solo un 18%. Según el censo de EEUU, una familia típica de clase media estadounidense gana aproximadamente el mismo salario que en 1996. Los datos aportados por Branko Milanovic apuntan en la misma dirección: la tasa de crecimiento anual del salario medio real, tras impuestos, entre 1979 y 2013 ha sido del 0’5%. Del 2000 al 2013 el crecimiento ha sido cero31. Más importante aún a los efectos de este trabajo: entre 1980 y 2013 la clase media se ha reducido en todas las economías más avanzadas32. Los británicos que hoy tienen 27 años están ganando lo mismo que ganaban quienes tenían esa edad hace 25 años. Es más, un joven millennial ganará, de los veinte a los 30 años, 8.000 libras menos que los jóvenes de la generación precedente.
Los perdedores de la globalización ya no se encuentran solo en otros continentes ni en países económicamente atrasados, están en el primer mundo, están en las ciudades y pueblos que fueron industriales y ahora están llenos de esqueletos oxidados de viejas fábricas. Al Rust Belt de EEUU, bastión tradicional del Partido Demócrata que acabó votando mayoritariamente por Trump, le corresponden las Midlands y el Norte de Inglaterra, las regiones más fuertemente golpeadas por la desindustrialización, donde se concentran las 28 ciudades con mayor porcentaje de zonas deprimidas33, y donde se impuso el Brexit34. Así las cosas, sostiene esta teoría, “que los votantes eligiesen a Trump o el Brexit como la solución a sus problemas puede haber sido un shock para muchos, pero la desafección de esos votantes no debería serlo”35.
Ante lo que estamos es ante la proletarización de una clase media que llegó a incorporar a la propia clase trabajadora. Esos millones de ignorados por la globalización –los que se quedan atrás, los trabajadores subempleados, los que ven expulsados del mercado de trabajo o no logran acceder a él, los nuevos trabajadores pobres– empiezan a constituir una nueva clase política ideológicamente transversal, acosada por una frustración que se manifiesta en el voto del descontento, el voto proteccionista, el voto nacional-populista. Es entre esas capas en las que resuenan mensajes como los de un Donald Trump que sabe añadir a su eslogan “hacer a América grande otra vez” la nostalgia económica: “vamos a hacer América rica otra vez”, “vamos a traer de vuelta el carbón”, “vamos a recuperar los empleos que nos arrebataron los malos tratados comerciales”.
Hasta ahí la teoría de los perdedores de la globalización. Una teoría que tiene un enorme predicamento pero que también presenta algunas fallas. La más importante, el vínculo de causalidad que esta teoría establece. Lo que sabemos es que la clase media trabajadora de las economías más avanzadas está sufriendo los efectos de la globalización y que, en ese período de tiempo, se ha producido un ascenso del nacional-populismo. La teoría de los perdedores de la globalización establece una causalidad directa entre ambos fenómenos, pero eso es algo que no es evidente. De hecho, varios trabajos han mostrado que los votantes del Brexit36 así como los votantes de Trump no coinciden exactamente con el dibujo de clase trabajadora depauperada a la que apunta la teoría de los perdedores de la globalización.
Un detallado trabajo de J. Rothwell y Pablo D. Rosell para Gallup nos permite entrar más en el detalle de esos votantes estadounidenses. En ese trabajo, los autores desagregaron el voto a Trump por distritos y grupos sociales. Lo que los resultados mostraron es que los votantes de Trump tienen más ingresos que la media en su propia comunidad, pero son votantes que viven en zonas –mayoritariamente blancas– en las que está extendido el temor económico37. En la misma línea, Nate Silver apunta que entre los votantes de Trump no se encuentran de un modo mayoritario quienes han sido relegados a los márgenes de la economía y la sociedad por la globalización38, no están sufriendo en primera persona los efectos del declive de un sector económico, pero sí viven en lugares –y esto es lo decisivo– en los que se ha extendido ese temor. Una encuesta realizada por The Washington Post39 y ABC, indica algo parecido: no hay una conexión determinante entre pérdida personal de ingresos y apoyo a Trump. Sin embargo, cuando se les pregunta si “sienten que están luchando para mantener su nivel de vida” quienes contestan afirmativamente es más probable que apoyen a Trump. Y ahí, no en la situación objetiva sino en la amenaza sentida, es donde está la clave: “La ansiedad económica es sobre el futuro, no sobre el presente […] el atractivo de Trump era mayor en lugares en los que la gente estaba más preocupada por lo que el futuro puede suponer para sus empleos, incluso aunque no se trate de lugares en los que las condiciones económicas son peores en la actualidad”40.
Para el caso del brexit, son numerosos los trabajos que apuntan que, aunque sea cierto que hubo un cambio no previsto en el apoyo al brexit en centros industriales tradicionalmente laboristas, la mayor parte del voto por el brexit se encuentra entre una clase media que se siente económica y/o culturalmente amenazada. Así, según una encuesta de Lord Ashcroft Polls41, el 52% de los votantes del brexit se encuentra en el sur del país, no en las áreas desindustrializadas del norte. “Es más, la mayoría de los que votaron leave son clase media”42. Si atendemos a la clasificación de la NRS43, el 59% de todos los votantes del leave son clase media, de ellos un 34% son de las clases media alta y media y solo un 17% de los votantes leave son clase trabajadora cualificada (grupo C2).
Así pues, atendiendo a los resultados, ante lo que estamos sería ante un caso extremo o agudo del “efecto vecindario”44. No se trataría tanto, o no solo, de los perdedores de la globalización, como de la ansiedad ante la globalización y la nostalgia de una era de seguridad que se siente perdida. No serían tanto las consecuencias personales o familiares de la globalización, como el temor a verte afectado por esas consecuencias lo que está llevando a algunas capas de la clase media y trabajadora a votar a partidos nacional-populistas.
Es hacia esas percepciones hacia donde apunta Laura Gardiner en el último informe de la Resolution Foundation: lo importante no es tanto si ha aumentado mucho o poco la desigualdad desde los años 80, es el descenso del ritmo de crecimiento general o el estancamiento lo que genera la percepción de ese aumento de desigualdad, de falta de oportunidades, de un futuro incierto. Las cosas ya no son, en definitiva, como eran y esa es la clave del problema45.